BIOGRAFIA DE FEDERICO ENGELS
De Vladimir Ilich Lenin
Esta grabación moderna, sobre quién es Federico Engels, es producto de
nuestro humilde y válido interés de contribuir a la creación y
desarrollo de la conciencia sobre la teoría revolucionaria del
socialismo científico de los trabajadores de las ciudades y los campos,
como del pueblo subyugado y oprimido; “víctima necia del engaño de los
demás y de su propio engaño”; por lo que se necesita con urgencia que
tenga plena conciencia y actúe en consecuencia, discerniendo y
entendiendo, como el ABC de su vida y de la vida de los demás, que
detrás de todas las frases, declaraciones a favor o en contra de algo,
como de promesas morales, religiosas, políticas y sociales, están los
intereses de una u otra clase, incluidos los mismos intereses de cada
gente de las masas populares.
Estas son las razones primordiales por las que hemos querido llevar a
ustedes, la biografía del maestro Federico Engels; del que Vladimir
Ilich, que, como hemos dicho, es un marxista sin lugar a dudas,
escribiera los siguientes pensamientos: “Las leyendas de la antigüedad
nos demuestran diversos ejemplos de emocionante
amistad. El proletariado tiene
derecho a decir que su ciencia fue creada por dos sabios y luchadores
cuyas relaciones mutuas sobrepasan todas las emocionantes leyendas
antiguas sobre la amistad entre los hombres”, sobre todo en estos
tiempos que han llegado, en que “todo lo que los hombres habían
considerados eterno, esto es inamovible, y que por
tanto no podía desaparecer, ha desaparecido, le ha sido enajenado
y se ha convertido en objeto de intercambio, de compra y venta, del
comercio. Estos son los tiempos en que hasta las cosas que antes se
comunicaban y compartían, pero nunca negociadas en intercambios de
compra y venta, que eran dadas pero nunca vendidas, adquiridas pero
nunca compradas como los llamados valores -tales y como la virtud, amor,
opinión, ciencia, conciencia etc.-, en una palabra todo, ha entrado al
mundo venalizado del
comercio, es el tiempo de la corrupción generalizada, de la venalidad
universal o, para hablar en términos de la economía política, estos son
los tiempos en los que todas las cosas, morales o físicas, se han vuelto
valores venales que son llevados al mercado de la compra y venta para
sólo ser apreciados en su justo valor de cambio, expresado en dinero”.
Federico Engels murió el 5 de
Agosto de 1895; y, en el otoño de ese mismo año, Lenin, en homenaje al
insigne luchador revolucionario, dirigente socialista, que junto a
Carlos Marx sentó los fundamentos del socialismo científico (marxismo) y
de la organización internacional de los trabajadores, para preparar su
ofensiva revolucionaria contra el capital, escribe un resumen
biográfico, pero no de su vida personal, sino de sus aportes, reflejos
de su firmeza, tenacidad, espíritu revolucionario y disposición de todo
tipo de sacrificios, para que la humanidad alcance el socialismo y el
comunismo.
FEDERICO ENGELS
V. I. Lenin
¡Qué lumbrera intelectual se ha apagado!
¡Qué gran corazón ha dejado de latir!
El 5 de agosto de 1895 falleció en Londres Federico Engels. Después de
su amigo Carlos Marx (fallecido en 1883), Engels fue el más notable
sabio y maestro del proletariado contemporáneo de todo el mundo
civilizado. Desde que el destino relacionó a Carlos Marx con Federico
Engels, la obra a la que ambos amigos consagraron su vida se convirtió
en una obra común. Y así, para comprender lo que Federico Engels ha
hecho por el proletariado, es necesario comprender claramente la
importancia de la doctrina y actividad de Marx en pro del desarrollo del
movimiento obrero contemporáneo. Marx y Engels fueron los primeros en
demostrar que la clase obrera con sus reivindicaciones surge
necesariamente del sistema económico actual, que, con la burguesía, crea
inevitablemente y organiza al proletariado. Demostraron que la humanidad
se verá liberada de las calamidades que la azotan no por los esfuerzos
bien intencionados de algunas que otras nobles personalidades, sino por
medio de la lucha de clases del proletariado organizado. Marx y Engels
fueron los primeros en dejar sentado en sus obras científicas que el
socialismo no es una invención de soñadores, sino la meta final y el
resultado inevitable del desarrollo de las fuerzas productivas dentro de
la sociedad contemporánea. Toda la Historia escrita hasta ahora es la
historia de la lucha de clases, la sucesión en el dominio y en las
victorias de unas clases sociales sobre otras. Y esto ha de continuar
hasta que no desaparezcan las bases de la lucha de clases y del dominio
de clase: la propiedad privada y la producción social caótica. Los
intereses del proletariado exigen que estas bases sean destruidas, por
lo que la lucha de clase consciente de los obreros organizados debe ser
dirigida contra ellas. Y toda lucha de clases es una lucha política.
Estos conceptos de Marx y Engels los ha hecho suyos en nuestros días
todo el proletariado en lucha por su emancipación. Pero cuando los dos
amigos, en la década del 40, participaban en la literatura socialista y
en los movimientos sociales de aquel tiempo, estos puntos de vista eran
completamente nuevos. A la sazón había muchos hombres con talento y
otros sin talento, muchos honrados y otros deshonestos, que, en el ardor
de la lucha por la libertad política, en la lucha contra la autocracia
de los monarcas, de la policía y del clero, no percibían el antagonismo
existente entre los intereses de la burguesía y los del proletariado.
Estos hombres ni siquiera admitían la idea de que los obreros actuasen
como una fuerza social independiente. Por otra parte, ha habido muchos
soñadores, algunas veces geniales, que creían que bastaba tan sólo
convencer a los gobernantes y a las clases dominantes de la injusticia
del régimen social existente para que resultara fácil implantar en el
mundo la paz y el bienestar general. Soñaban con un socialismo que
triunfara sin lucha. Finalmente, casi todos los socialistas de aquella
época y, en general, los amigos de la clase obrera no veían en el
proletariado más que una llaga y contemplaban con horror cómo, a la par
que crecía la industria, crecía también esta llaga. Por eso todos ellos
pensaban en el modo de detener el desarrollo de la industria y del
proletariado, de parar "el carro de la Historia". Contrariamente al
temor general ante el desarrollo del proletariado, Marx y Engels
cifraban todas sus esperanzas en el continuo crecimiento numérico de
éste. Cuantos más proletarios haya, tanto mayor será su fuerza como
clase revolucionaria y tanto más próximo y posible será el socialismo.
De expresar en pocas palabras los méritos de Marx y Engels ante la clase
obrera, podría decirse que enseñaron a la clase obrera a tener
conocimiento y conciencia de sí misma y sustituyeron los ensueños por la
ciencia.
He aquí por qué el nombre y la vida de Engels deben ser conocidos de
todo obrero; he aquí el motivo de que insertemos en nuestra
recopilación, que, como todo lo que editamos, tiene por objeto despertar
la conciencia de clase de los obreros rusos, un esbozo sobre la vida y
la actividad de Federico Engels, uno de los dos grandes maestros del
proletariado contemporáneo.
Engels nació en 1820, en la ciudad de Barmen, provincia renana del reino
de Prusia. Su padre era fabricante. En 1838, Engels, por motivos
familiares, se vio obligado, antes de terminar el liceo, a colocarse
como dependiente en una casa de comercio de Bremen. Este trabajo no le
impidió ocuparse de su capacitación científica y política. Siendo
todavía alumno del liceo, Engels llegó a odiar la autocracia y la
arbitrariedad de los funcionarios gubernamentales. El estudio de la
filosofía le llevó aún más lejos. En aquella época, en la filosofía
alemana predominaba la doctrina de Hegel, de la que Engels se hizo
partidario. A pesar de que el propio Hegel era admirador del Estado
autocrático prusiano, a cuyo servicio se hallaba en calidad de profesor
de la Universidad de Berlín, la doctrina de Hegel era revolucionaria. La
fe de Hegel en la razón humana y en los derechos de ésta y la tesis
fundamental de la filosofía hegeliana, según la cual en el mundo
transcurre un proceso constante de cambio y desarrollo, indujeron a los
discípulos del profesor berlinés, que no querían aceptar la realidad, a
la idea de que también la lucha contra la realidad, la lucha contra la
injusticia existente y el mal reinante tiene sus raíces en la ley
universal del desarrollo perpetuo. Si todo el mundo se desarrolla, si
unas instituciones sustituyen a otras, ¿por qué han de perdurar
eternamente la autocracia del rey prusiano o del zar ruso, el
enriquecimiento de una minoría insignificante a expensas de la enorme
mayoría, el dominio de la burguesía sobre el pueblo? La filosofía de
Hegel hablaba del desarrollo del espíritu y de las ideas: era una
filosofía idealista. Del desarrollo del espíritu deducía el desarrollo
de la naturaleza, el del hombre y el de las relaciones entre los
hombres, el de las relaciones sociales. Marx y Engels, conservando la
idea de Hegel del perpetuo proceso de desarrollo
rechazaron su preconcebida concepción idealista; analizando la
vida real, vieron que no es el desarrollo del espíritu lo que explica el
desarrollo de la naturaleza, sino, a la inversa, que el espíritu tiene
su explicación en la naturaleza, en la materia... Contrariamente a Hegel
y otros hegelianos, Marx y Engels eran materialistas. Enfocando el mundo
y la humanidad desde el punto de vista materialista, vieron que, lo
mismo que todos los fenómenos de la naturaleza tienen por base causas
materiales, así también el desarrollo de la sociedad humana está
condicionado por el desarrollo de las fuerzas materiales, por el de las
fuerzas productivas. Del desarrollo de las fuerzas productivas dependen
las relaciones en que se colocan los hombres entre sí en el proceso de
producción de los objetos indispensables para la satisfacción de las
necesidades humanas. Y en dichas relaciones está la clave que permite
explicar todos los fenómenos de la vida social, los anhelos del hombre,
sus ideas y sus leyes. El desarrollo de las fuerzas productivas crea las
relaciones sociales, que se basan en la propiedad privada; pero vemos
ahora también cómo ese mismo desarrollo de las fuerzas productivas
despoja de la propiedad a la mayoría de los hombres para concentrarla en
manos de una insignificante minoría; destruye la propiedad, base del
régimen social contemporáneo, y tiende al mismo fin que se han planteado
los socialistas. Estos sólo deben comprender cuál es la fuerza social
que por su situación en la sociedad contemporánea está interesada en la
realización del socialismo e inculcar a esta fuerza la conciencia de sus
intereses y de su misión histórica. Esta fuerza es el proletariado.
Engels lo conoció en Inglaterra, en el centro de la industria inglesa,
en Manchester, adonde se trasladó en 1842, como empleado de una firma
comercial de la que su padre era uno de los accionistas. Allí Engels no
se limitó a permanecer en la oficina de la fábrica, sino que anduvo por
los barrios inmundos en los que se albergaban los obreros y comprobó con
sus propios ojos la miseria y las calamidades que los azotaban. No
conformándose con sus propias observaciones, Engels leyó todo lo que se
había escrito hasta entonces sobre la situación de la clase obrera
inglesa y estudió minuciosamente todos los documentos oficiales que
estaban a su alcance. Como resultado de sus observaciones y estudios
apareció en 1845 su libro “La situación de la clase obrera en
Inglaterra”. Ya hemos señalado más arriba en qué consiste el mérito
principal de Engels como autor de dicho libro. Es cierto que también con
anterioridad a Engels fueron muchos los que describieron los
padecimientos del proletariado e indicaron la necesidad de ayudar a
éste. Pero Engels fue el primero en afirmar que el proletariado no sólo
constituye una clase que sufre, sino que precisamente la miserable
situación económica en que se encuentra le impulsa inconteniblemente
hacia adelante y le obliga a luchar por su emancipación definitiva. Y el
proletariado en lucha se ayudará a sí mismo. El movimiento político de
la clase obrera llevará ineludiblemente a los trabajadores a la
conciencia de que no les queda otra salida que el socialismo. Por otra
parte, el socialismo tan sólo se transformará en una fuerza, cuando se
convierta en el objetivo de la lucha política de la clase obrera. Estas
son las ideas fundamentales de la obra de Engels sobre la situación de
la clase obrera en Inglaterra, ideas aceptadas ahora por todo el
proletariado que piensa y lucha, pero que entonces eran completamente
nuevas. Estas ideas fueron expuestas en un libro escrito con amenidad,
lleno de los cuadros más auténticos y patéticos en los que se mostraban
las calamidades del proletariado inglés. Era un libro que constituía una
terrible acusación contra el capitalismo y la burguesía. La impresión
que produjo fue muy grande. En todas partes comenzaron a citar la obra
de Engels como el cuadro que mejor representaba la situación del
proletariado contemporáneo. Y en efecto, ni antes de 1845 ni después,
apareció una descripción tan brillante y veraz de las calamidades
sufridas por la clase obrera.
Engels se hizo socialista estando ya en Inglaterra. En la ciudad de
Manchester se puso en contacto con los militantes del movimiento obrero
inglés existente en aquel entonces y empezó a colaborar en las
publicaciones socialistas inglesas. En 1844, al pasar por París de
regreso a Alemania, conoció allí a Marx, con quien ya mantenía
correspondencia. Estando en París, Marx, bajo la influencia de los
socialistas franceses y de la vida en Francia, también se había adherido
al socialismo. En la capital de Francia los dos amigos escribieron
juntos su obra “La sagrada familia” o “crítica de la crítica crítica”.
Esta obra, escrita en su mayor parte por Marx y que apareció un año
antes de “La situación de la clase obrera en Inglaterra”, contiene las
bases del socialismo revolucionario-materialista, cuyas ideas
principales hemos expuesto más arriba. “La sagrada familia” es un nombre
burlón dado a los filósofos hermanos Bauer y a sus secuaces. Estos
señores predicaban una crítica que estaba por encima de toda realidad,
por encima de los partidos y de la política, que negaba toda actuación
práctica y sólo contemplaba "críticamente" el mundo circundante y los
sucesos que ocurrían en él. Los señores Bauer calificaban desdeñosamente
al proletariado de masa carente de sentido crítico. Marx y Engels se
enfrentaron enérgicamente con esta tendencia absurda y nociva. En nombre
de la verdadera personalidad humana, la del obrero pisoteado por las
clases dominantes y por el Estado, Marx y Engels exigían no la
contemplación, sino la lucha por un orden social mejor. Y veían,
naturalmente, que la fuerza capaz de librar esta lucha, en la que estaba
interesado, era el proletariado. Ya antes de la aparición de “La sagrada
familia”, Engels había publicado en la revista “Anales franco-alemanes”,
editada por Marx y Ruge, su “Estudio crítico sobre la economía
política”, en el que analizaba desde el punto de vista socialista los
fenómenos básicos del régimen económico contemporáneo, como consecuencia
inevitable de la dominación de la propiedad privada. Su relación con
Engels contribuyó sin duda a que Marx se decidiera a ocuparse del
estudio de la economía política, ciencia en la que sus obras produjeron
toda una revolución.
Desde 1845 a 1847 Engels vivió en Bruselas y en París, alternando los
estudios científicos con las actividades prácticas entre los obreros
alemanes residentes en dichas ciudades. Allí Engels y Marx se
relacionaron con una asociación clandestina alemana, la “Liga de los
Comunistas”, que les encargó que expusiesen los principios fundamentales
del socialismo elaborado por ellos. Así surgió el famoso “Manifiesto del
Partido Comunista” de Marx y Engels, que vio la luz en el año 1848. Este
pequeño libro vale por tomos enteros: su espíritu da vida y movimiento,
hasta hoy día, a todo el proletariado organizado y combatiente del mundo
civilizado.
La revolución de 1848, que estalló primero en Francia y se extendió
después a otros países de la Europa Occidental, permitió a Marx y Engels
regresar a su patria. Allí, en la Prusia renana, asumieron la dirección
de la “Nueva Gaceta del Rin”, periódico democrático que aparecía en la
ciudad de Colonia. Los dos amigos constituían el alma de todas las
tendencias democráticas revolucionarias de la Prusia renana. Ellos
defendieron hasta la última posibilidad los intereses del pueblo y de la
libertad contra las fuerzas reaccionarias. Como es sabido, las fuerzas
reaccionarias vencieron, la “Nueva Gaceta del Rin” fue suspendida y
Marx, que mientras se hallaba en la emigración había sido privado de los
derechos de súbdito prusiano, fue expulsado del país; en cuanto a
Engels, después de participar en la insurrección armada del pueblo y
combatir en tres batallas en pro de la libertad, huyó a Londres, a
través de Suiza, una vez derrotados los insurgentes.
A Londres vino a establecerse también Marx. Engels no tardó en colocarse
de nuevo en la misma casa de comercio de Manchester, de la que había
sido empleado en la década del 40, y más tarde se hizo socio suya. Hasta
1870, Engels vivió en Manchester y Marx en Londres, lo que no fue óbice
para que siguieran en el más íntimo contacto espiritual, manteniendo
correspondencia casi a diario. En esta correspondencia los dos amigos
intercambiaron sus ideas y conocimientos, continuando la elaboración en
común de la doctrina del socialismo científico. En 1870 Engels se
trasladó a Londres y hasta 1883, año en que murió Marx, continuaron su
vida intelectual conjunta, una vida llena de intensísimo trabajo. Su
resultado fue, por parte de Marx, “El Capital”, la obra más grande sobre
economía política de nuestro siglo, y por parte de Engels, toda una
serie de obras grandes y pequeñas. Marx trabajó en el análisis de los
complejos fenómenos de la economía capitalista. Engels, en sus trabajos,
escritos en un lenguaje muy ameno, muchas veces en forma de polémica,
enfocó los problemas científicos más generales y los diversos fenómenos
del pasado y del presente en el sentido de la concepción materialista de
la Historia y de la doctrina económica de Marx. De estos trabajos de
Engels citaremos: la obra polémica contra Dühring (en ella el autor
analiza los problemas más importantes de la Filosofía, de las Ciencias
Naturales y de la Sociología), “El origen de la familia, la propiedad
privada y el Estado” (traducida al ruso y editada en Petesburgo, 3ra.
Edición de 1895), “Ludwig Feuerbach” (traducido al ruso y notas de J.
Plejánov, Ginebra, 1892), un artículo sobre la política exterior del
gobierno ruso (traducido al ruso y publicado en “El Socialdemócrata”,
nums. 1 y 2, en Ginebra), sus magníficos artículos sobre el problema de
la vivienda y, finalmente, dos artículos, pequeños pero muy valiosos,
sobre el desarrollo económico de Rusia (“Federico Engels sobre Rusia”,
traducido al ruso por V. Zasúlich, Ginebra 1894)). Marx murió sin haber
logrado dar definitivo remate a su grandiosa obra sobre el capital. Sin
embargo, esta obra estaba terminada en borrador, y Engels, después de la
muerte de su amigo, emprendió la difícil tarea de redactar y editar los
tomos segundo y tercero de “El Capital”. En 1885 editó el segundo y en
1894 el tercer tomo (el cuarto tomo ya no alcanzó a redactarlo). Estos
dos tomos le exigieron muchísimo trabajo. El socialdemócrata austriaco
Adler observó con razón que, con la edición del segundo y tercer tomos
de “El Capital”, Engels erigió a su genial amigo un monumento majestuoso
en el que, involuntariamente, había grabado también con trazos
indelebles su propio nombre. En efecto, dichos tomos de “El Capital” son
obra de ambos, de Marx y de Engels. Las leyendas de la antigüedad nos
demuestran diversos ejemplos de emocionante amistad. El proletariado
europeo tiene derecho a decir que su ciencia fue creada por dos sabios y
luchadores cuyas relaciones mutuas superan a todas las emocionantes
leyendas antiguas sobre la amistad entre los hombres. Engels siempre, y
en general con toda justicia, se posponía a Marx. "Al lado de Marx
-escribió en una ocasión a un viejo amigo suyo- me correspondió el papel
de segundo violín". Su cariño hacia Marx mientras éste vivió y su
veneración a la memoria del amigo muerto, fueron infinitos. Engels, el
luchador austero y pensador profundo, era hombre de una gran ternura.
Después del movimiento de 1848-49, Marx y Engels, en el exilio, no se
dedicaron únicamente a la labor científica. Marx creó en 1864 la
“Asociación Internacional de los Trabajadores”, que dirigió durante todo
un decenio. También Engels participó activamente en sus tareas. La
actividad de esta "Asociación Internacional" que, de acuerdo con las
ideas de Marx, unía a los proletarios de todos los países, tuvo una
enorme importancia para el desarrollo del movimiento obrero. Pero,
incluso después de haber sido disuelta dicha asociación, en la década
del 70, el papel de Marx y de Engels como unificadores de la clase
obrera no cesó. Por el contrario, puede afirmarse que su importancia
como dirigentes espirituales del movimiento obrero seguía creciendo
constantemente, porque el propio movimiento continuaba desarrollándose
sin cesar. Después de la muerte de Marx, Engels, solo, siguió siendo el
consejero y dirigente de los socialistas europeos. A él acudían en busca
de consejos y directrices tanto los socialistas alemanes, cuyas fuerzas,
a pesar de las persecuciones gubernamentales iban constante y
rápidamente en aumento, como los representantes de países atrasados, por
ejemplo españoles, rumanos, rusos, que se veían en el trance de meditar
y medir con toda cautela sus primeros pasos. Todos ellos aprovechaban el
riquísimo tesoro de conocimientos y experiencias del viejo Engels.
Marx y Engels, que conocían la lengua rusa y leían libros en ruso, se
interesaban vivamente por Rusia, seguían con simpatía el movimiento
revolucionario de nuestro país y mantenían relaciones con
revolucionarios rusos. Ambos eran ya demócratas antes de hacerse
socialistas, y tenían profundamente arraigado el sentimiento democrático
de odio a la arbitrariedad política. Este sentimiento político innato, a
la par que la profunda comprensión teórica del nexo existente entre la
arbitrariedad política y la opresión económica, así como su riquísima
experiencia de la vida, hicieron que Marx y Engels fueran
extraordinariamente sensibles precisamente en el sentido político. Por
lo mismo, la heroica lucha sostenida por un puñado de revolucionarios
rusos contra el poderoso gobierno zarista halló en el corazón de estos
dos revolucionarios probados la simpatía más viva. Y a la inversa, era
natural que el intento de volver la espalda a la tarea inmediata y más
importante de los socialistas rusos -la conquista de la libertad
política-, en aras de supuestas ventajas económicas, les pareciese
sospechoso e incluso fuese considerado por ellos como una traición a la
gran causa de la revolución social. "La emancipación del proletariado
debe ser obra del proletariado mismo”, nos enseñaron siempre Marx y
Engels. Y para luchar por su emancipación económica, el proletariado
debe conquistar ciertos derechos políticos. Además, Marx y Engels vieron
con toda claridad que la revolución política en Rusia tendría también
una enorme importancia para el movimiento obrero de la Europa
Occidental. La Rusia autocrática ha sido siempre el baluarte de toda la
reacción europea. La situación internacional extraordinariamente
ventajosa en que colocó a Rusia la guerra de 1870, que sembró por largo
tiempo la discordia entre Alemania y Francia, naturalmente, no hizo más
que aumentar la importancia de la Rusia autocrática como fuerza
reaccionaria. Únicamente una Rusia libre, que no
tuviese necesidad de oprimir a los polacos, finlandeses, alemanes,
armenios y otros pueblos pequeños, ni de azuzar continuamente una contra
otra a Francia y Alemania, daría a la Europa contemporánea la
posibilidad de respirar aliviada del peso de las guerras, debilitaría a
todos los elementos reaccionarios de Europa y aumentaría las fuerzas de
la clase obrera europea. Por lo mismo, Engels, teniendo también en
cuenta los intereses del movimiento obrero del Occidente, abogó
calurosamente por la implantación de la libertad política en Rusia. Los
revolucionarios rusos han perdido en su persona al mejor de sus amigos.
¡Memoria eterna a Federico Engels, gran luchador y maestro del
proletariado!
Escrito en otoño de 1895
Publicado por primera vez en 1896 en la recopilación “Rabótnik” No. 1-2
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