El leproso moral Juan Bosch confiesa su misión de extirpar el
sentimiento democrático, patriótico, casi fiero anti-yanqui, de la
juventud dominicana
Los aspirantes a la nominación presidencial del pálido pelegato
boschista son una manada de hienas de dos patas aferrados a la
corrupción e impunidad como ilustra el lambón Gonzalo Castillo
13-08-2019
Además, ocultando, la verdadera concepción sobre la democracia, no podía
ser la de, unilateralmente, que ésta era el poder del pueblo y para el
pueblo; que resulta corta, estrecha e insuficiente ante la concepción de
que la democracia es el Poder del pueblo territorializado y constituido
en una nación; o sea, que la única concepción realmente objetiva
respecto a la democracia es que, en una nación víctima del sometimiento
del yugo colonial o neocolonial del imperialismo y sus adláteres, como
la Iglesia Católica-Vaticano y las confesiones protestantes, que
configuran el imperio parasitario y oscurantista del cartel corporativo
del cristianismo y sus efectos de adormecimiento de las masas populares,
castrándoles a éstas su rol llamado a desempeñar en la transformación de
la historia; la democracia, como Poder del pueblo, no es factible, ni
siquiera concebible ni imaginable, estando la Nación, escenario del
montaje de la democracia, sometida al yugo del Poder extranjero, como es
el caso de la opresión y explotación del coloniaje imperialista yanqui,
europeo y del enclave de las cavernas retrógradas del imperio
parasitario, supersticioso y oscurantista católico-protestante, o sea,
del cristianismo, opio de la humanidad, sobre el pueblo y el territorio
nacional y, por tanto, sobre el Estado Nacional.
Es más que unilateral y subjetiva, como pervertida, la concepción de un
sistema, supuestamente democrático, dentro de un país o nación subyugada
a la que se le arrebata, conculca y se le niega, a la vez, el derecho a
la autodeterminación de su pueblo perteneciente a la nacionalidad de su
nación; que es lo que el leproso moral Juan Bosch vino a ofertar y
vender como la democracia “pura”, la “verdadera democracia”, la
“democracia perfecta”, “democracia honesta”, “democracia digna”,
“democracia sabia”; todas verdaderas y reales falaces conjeturas
especulativas de un profesional de la estafa y la demagogia, de un
estafador y usurero, de un taumaturgo, de un rufián, bribón y sujeto tan
desalmado como inescrupuloso; un verdadero rufián capaz hasta de beberse
la leche de la dieta de un tuberculoso. Y tal fue lo que vino a llevar a
cabo Juan Bosch, en su papel de leproso moral activo; y, en efecto, fue
lo que llevó a cabo, conforme el guión que a tales fines le elaboraron
sus conocidos amos de la CIA y del Departamento de Estado del
imperialismo norteamericano como los estamentos que al efecto procrearon
CIDES (Centro Interamericano de Estudios Sociales) en Costa Rica,
Acuerdo de Punto Fijo, y el Cuerpo de Paz, entre
otros, con tal de realizar la farsa y la tragicomedia de la concepción,
implementación y desarrollo de un verdadero sainete, al que dieron en
llamar proceso de implantación del sistema democrático
en reemplazo de la dictadura de Trujillo, enmarcado en un escenario
nacional como continente de pueblo-Nación-Estado Nacional, al que se le
había conculcado la autodeterminación del pueblo, lo que, por sí solo,
vuelve y hace totalmente imposible, como ilusorio, cualquier tipo de
sistema democrático real.
El balance de estos episodios y de sus esputos y pedos de ideas, y
supuestos pujos “teóricos”, llevados a cabo por el leproso moral, Juan
Bosch los resumió en su embarre que titulara “Crisis de la Democracia en
Santo Domingo” de la segunda
parte del año 1964, que es la primera evidencia comprobatoria de las
fechorías y malandrinadas, propias del hampa política internacional,
financiada y dirigida por los centros de dominio imperialistas,
norteamericanos sobre todo, y en colaboración estrecha con el conjunto
de centros de dominio coloniales y neocoloniales esparcidos, durante
todo el tiempo de la guerra fría, por el bloque del imperialismo
norteamericano-europeo y su principal colaborador a escala mundial, que
vino a ser la Iglesia Católica-Vaticano y su cuerpo de jesuitas y
opusdeístas, llevadas a cabo, previa planificación desde antes de
hacerse presente en el país, después del 5 de Julio del 1961.
El capítulo XVI del embarre “Crisis de la Democracia en Santo Domingo”,
puede que sea el más revelador de la condición de carroña y piltrafa
podrida del leproso moral.
Todo el abigarramiento, equivalente a lo del famoso espantapájaros
pintarrajeado con los más escandalosos y estrafalarios colores, se puede
afirmar que está resumido y expresado en el embarre en cuestión “Crisis
de la Democracia en Santo Domingo”,
1964, escrito en su exilio, a la sombra y protección de la CIA y su
viejo socio, como leproso moral también, Luis Muñoz Marín, para esos
tiempos gobernador de la colonia yanqui que es Puerto Rico.
Allí se pueden leer todo tipo de adefesios teóricos y aberraciones
teórico-prácticas de índole política como apología del injerencismo,
intervencionismo e intromisión, como gendarme del imperialismo
norteamericano y sus adláteres. He aquí un botón como muestra.
Confiesa el leproso moral, espía pagado de la CIA y agente politiquero
mercenario del Departamento de Estado a sueldo, Juan Bosch:
“En
1962 se había extendido por la juventud de la clase media dominicana un
sentimiento patriótico casi fiero, y como ya expliqué antes, ese
sentimiento se inclinaba a ser antinorteamericano. Yo tenía que ser
cuidadoso con el alma de los jóvenes. Si podía haber alguna vez
democracia en la República Dominicana, esa democracia tendría que ser
sostenida y defendida por ellos, pues la clase media a que correspondían
sus padres estaba herida en el fondo de su ser por los vicios de la
tiranía trujillista, deformada e inutilizada para todo lo que fuera
tarea creadora y para todo lo que requiriera un esfuerzo común.
“La posible democracia dominicana sería obra del porvenir, no del
pasado. El pasado era la infamia, y de él no podía sacarse nada
provechoso. Por eso había que sembrar para el porvenir, y hacerlo desde
el primer momento, con voluntad y resolución de suicida. La democracia
dominicana que iba a nacer el 27 de febrero del 1963 debía ser tan pura
como podía desearla un joven; debía ser pura en su respeto a todas las
libertades, aun a los excesos en el uso de esas libertades; debía ser
pura en el manejo de los fondos públicos, aunque para lograrlo, cada
alto funcionario tuviera que dedicar tiempo a vigilar las inmoralidades;
debía ser pura en la vida privada de los representantes del poder
público; debía ser pura e inflexible en su trato con las fuerzas
reaccionarias del país y del exterior; debía ser pura en sus relaciones
con otros países y especialmente con los Estados Unidos. Una democracia
así concebida podía durar seis meses o un año, pero su recuerdo quedaría
como una luz resplandeciente en la historia dominicana, como un hito que
se había alcanzado alguna vez y que podría alcanzarse otra vez en el
futuro”.
A esto hay que sumar elucubraciones lombrosianas, carentes de todo valor
científico en el orden social y político, pero que tienen un relativo
significado, además, porque, en gran parte, resultan acciones
indecorosas del leproso moral, equivalentes, con toda exactitud, a la
práctica maníaca de lanzar escupitajos para arriba para que le aterricen
en su propia cara. Veamos pues, lo que agrega a lo anteriormente citado:
“Para los jóvenes dominicanos que habían aprendido a odiar, bajo
Trujillo, todo lo que se llamara democracia -porque Trujillo se llamaba
a sí mismo y a él lo llamaban políticos y escritores extranjeros, sobre
todo norteamericanos, el gran líder demócrata de la América Latina-,
había que crear una imagen de la democracia perfecta, en la medida en
que los hombres pueden hacer cosas perfectas. Una democracia honesta,
digna, sobria, era lo menos que ellos reclamaban; si no se les daba, no
habría esperanzas democráticas en el porvenir dominicano”.
Todo lo cual apenas logra convertirlo en un amasijo de galimatías, lo
que el diccionario define con toda precisión de la forma siguiente:
“lenguaje oscuro por la impropiedad de la frase o por la confusión de
las ideas” (diccionario Larousse). Y eso, a contrapelo de su fama de
emplear un lenguaje sencillo, llano, conciso, concreto y directo, tal
cual le atribuyen sus alabarderos, y que, de paso, quedan refutados en
ese capítulo XVI de su “Crisis de la Democracia en Santo Domingo”.
Pero, para rebosar la copa y desnudarse en un vulgar y soez espectáculo,
pasó, el leproso moral, a confesarse, en su abyecta y canallesca
condición de apologista a ultranza del imperialismo yanqui y de sus
estratagemas, para continuar con su práctica de torpe proxeneta y
alcahuete descarado de la dominación, el subyugamiento y expoliación de
los países oprimidos y subyugados, como el nuestro y los de América
Latina, Centroamérica y El Caribe.
Prosigue confesándose el leproso moral, el corchete y pico chato pagado
de la CIA y mercenario politiquero, ejerciendo su venal profesión de
prostituta, por el más entrañable amor de vocación por tan repugnante y
repulsivo arte, a pesar de que no dejan de pagarle sueldo de nómina en
el Departamento de Estado yanqui, y dice desvergonzadamente, lo
siguiente:
“Para ayudar en esa tarea, desde el lado de los Estados Unidos, el
gobierno que yo presidí contó con dos organismos: el Cuerpo de Paz y el
Centro Interamericano de Estudios Sociales (CIDES). Ya se sabe lo que es
el Cuerpo de paz: jóvenes norteamericanos de ambos sexos que se
desparraman por los campos y los barrios de las ciudades, se reúnen con
la gente humilde y le enseñan a mejorar su vida mediante el sistema de
trabajar con ella, codo a codo, en todas las menudencias de la vida
diaria. El Cuerpo de Paz fue la creación más inteligente y más
fructuosa, como instrumento de política exterior, que tuvo el Gobierno
de Kennedy, porque abordó el problema de las relaciones de los Estados
Unidos con los países pobres del mundo en el terreno de pueblo a pueblo
y no de Gobierno a Gobierno. El CIDES, en otro nivel, fue un ensayo de
tipo privado que merece un tratamiento especial en este libro, porque el
CIDES fue una experiencia que no debe caer en saco roto.
“Para hablar de CIDES hay que hablar de Norman Thomas y de Sacha Volman.
Norman Thomas, el veterano socialista norteamericano, es demasiado
conocido en la política estadounidense de este siglo y sería, por tanto,
una pedantería repetir aquí su historia; pero conviene decir que Norman
Thomas era el alma del Instituto de Investigaciones del Trabajo, para el
cual trabajaba Sacha Volman”.
Ahora, antes de proseguir escudriñando, por medio de la disección
minuciosa, de todas las seudo-teorías políticas democráticas del leproso
moral Juan Bosch, creemos que resulta procedente que nos detengamos, por
lo menos un poco, en los acontecimientos recientes de la vida nacional;
en los que las criaturas provenientes del infértil bajo-vientre del
leproso moral escenifican, en papel de protagonistas de primera línea,
ejerciendo como partido gobernante, que de hecho se ha caracterizado
como una cueva de delincuentes, criminales, asesinos, desfalcadores
impenitentes de las arcas del Estado de la peor ralea, cuyos únicos
logros se enmarcan en el orden del narcotráfico, el narcoterrorismo de
Estado, en la corrupción del Estado y sus instituciones, con garantía de
impunidad absoluta, la venalización del Poder Judicial, tribunales y
Ministerio Público; a un nivel nunca antes visto y de tal envergadura,
que nadie jamás pudo imaginarse: la institucionalización de la
concurrencia de verdaderos cárteles, a imagen y semejanza de los que
operan en Colombia, México, Brasil, Perú, etc.
Cada área de actividad del Estado: educación, deporte, transporte,
agricultura, salud pública, sistema de agua potable, como cada uno de
los servicios sociales y públicos, convertida en una vena de la
actividad especulativa comercial; lo que, para corroborar la validez
absoluta de la ley establecida por el marxismo-leninismo de que la
política es la expresión y reflejo concentrado de la economía y de las
actividades de esta rama de la actividad social; o sea, que es lo que
desempeña el rol básico de la sociedad y de todas las actividades, del
tipo que sean, que en dicha sociedad se despliegan; resulta que, en ese
antro del hampa y del crimen organizado, todos los llamados
precandidatos, a ser nominados para la Presidencia de la República
Dominicana por el Pálido Pelegato Boschista, son ladrones, corruptos, y
perdularios depredadores del Estado y sus recursos y fondos financieros;
y, entre ellos, el pueblo reconoce que compiten en podredumbre y en la
condición de inescrupulosos, criminales desalmados.
Pero sí. Hay que reconocer y admitir que los más cercanos y allegados al
Gánster Murmullo, el Dañino Medina, cabecilla número uno, sin discusión
ni dudas, de un consorcio de cárteles como el de los Barriga Verde, el
de la familia Montilla, el de los Medina Sánchez, y los de cada uno de
sus funcionarios, de entre los precandidatos, resultan los más espurios.
El compromiso de cada uno con las pretensiones reeleccionistas y
continuistas de este capo, dueño de una torpeza e imbecilidad como de
una concupiscencia, mezcla de depravación moral y ambición inescrupulosa
y desaforada que no encuentra punto de comparación, felizmente obligado,
en contra de su voluntad, a desistir de sus funestos planes, marca su
grado de podridos y basuras antisociales; y esto hace que el más
desaforado de esta jauría de hienas de dos patas resulte ser el lambón
Gonzalo Castillo. El que, tan pronto oyó que la corrupción y la
impunidad de éstas podrían erigirse en los puntales cruciales de la
lucha por alcanzar la candidatura del Pálido Pelegato Boschista,
automáticamente gritó y afirmó que aspiraba a una competencia libre de
insultos y de acusaciones gratuitas e infundadas.
Y no es para menos, porque desde todos los ángulos y desde todos los
escenarios sociales, políticos, profesionales y académicos, retumban
cañones disparándole fuego cruzado y sin descanso.
Un verdadero perro viralata de la manada de canes, creada por el leproso
moral Juan Bosch en el Pálido Pelegato Boschista, que asciende al puesto
que ocupara en el Ministerio de Obras Públicas como un don nadie, y en
estos casi siete años está exhibiendo un listado de empresas de su
propiedad, como serían los casos de: Helidosa, Minicompsa, Hormicondo,
Aeroambulancia, Constructora Castillo López y Asociados, entre otras;
incurriendo, de forma continua, como Ministro de Obras Públicas, en
transgresiones flagrantes a las leyes, como las de tráfico de
influencias, prevaricación, en violación grosera de la ley 340-06 sobre
compras y contrataciones de bienes, servicios, obras y concesiones.
Pero esto es solo una parte, que no es de la mayor importancia y
envergadura, pues está tipificado como involucrado en actividades de
sobornos y tráfico de influencia con Odebrecht y los pagos secretos de
ésta.
En este orden, se destacan los casos de sus vínculos con Odebrecht, la
que admitió que había hecho pagos secretos a funcionarios del Estado por
montos millonarios de dólares. Ahí están los casos de las obras como:
·
La carretera Bávaro-Uvero Alto-Miches Sabana de la Mar, por un costo de
265 millones de dólares.
·
La carretera Macorís del Este-La Romana, con un costo final de 76
millones de dólares.
·
Boulevard Turístico del Este, a la altura de Guayacanes-Juan Dolio, por
110 millones de dólares.
·
Corredor Duarte II, por 250 millones de dólares.
·
Carretera Piedra Blanca-Cruce de Ocoa, por 140 millones de dólares, que
está rodeada de una atmosfera de evidente intención de corrupción y
sobrevaluación, y la que concita la atención de que, a la misma, como en
otros muchos casos, no se le puso costo inicial para eludir que se
hicieran comparaciones que trajeran problemas ulteriores; y, por último.
·
La circunvalación del Norte de Santiago, a la que sí se puso un costo
inicial de 91 millones de dólares, pero no el precio tope final.
Gonzalo Castillo, que fue el que más agonías exhibió para que se
festinara el uso de la Constitución y su modificación, por vía de su
reforma, es indudable que tiene sobradas razones para querer ser él y no
otro el nuevo cabecilla del Poder del Estado, pues nada le asegura que
otro incumbente no propicie su enjuiciamiento ante los tribunales y su
envío a guardar cárcel preventiva antes de iniciar el duro proceso
judicial que le acecha.
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