Tareas de las Juventudes Comunistas
V. I. Lenin
Discurso Pronunciado en el III Congreso
Moscú, 2 de octubre de 1920
Escrito: En
1920.
(Lenin es acogido por el
Congreso con una clamorosa ovación)
Camaradas: Quisiera departir hoy con vosotros sobre las tareas
fundamentales de la Unión de Juventudes Comunistas y, con este motivo,
de lo que deben ser las organizaciones de la juventud en la República
socialista en general.
Este problema merece tanto más nuestra atención por cuanto, puede
decirse, en cierto sentido, que
es precisamente a la juventud a quien incumbe la verdadera tarea de
crear la sociedad comunista. Porque es evidente que la generación de
militantes educada en la sociedad capitalista puede, en el mejor de los
casos, cumplir la tarea de destruir los cimientos de la vieja vida
capitalista, basada en la explotación. Lo más que podrá hacer es
organizar un régimen social que ayude al proletariado y a las clases
trabajadoras a conservar el Poder en sus manos y a crear una sólida
base, sobre la que podrá edificar únicamente la generación que empieza a
trabajar ya en condiciones nuevas, en una situación en la que no existen
relaciones de explotación entre los hombres.
Pues bien, al abordar desde este punto de vista la cuestión de las
tareas de la juventud, debo decir que estas tareas de la juventud en
general y de las Uniones de Juventudes Comunistas y demás organizaciones
semejantes, en particular, podrían definirse en una sola palabra:
aprender. Es
claro que esto no es más que "una palabra". Y esta palabra no responde a
las preguntas principales y más esenciales: ¿qué aprender y cómo
aprender? Y lo esencial en este problema es que, con la trasformación de
la vieja sociedad capitalista, la enseñanza, la educación y la
instrucción de las nuevas generaciones, llamadas a crear la sociedad
comunista, no pueden seguir siendo lo que eran antes. La enseñanza, la
educación y la instrucción de la juventud deben partir de los materiales
que nos ha legado la antigua sociedad. El comunismo podremos edificarlo
únicamente con la suma de conocimientos, organizaciones e instituciones,
con el acervo de medios y fuerzas humanas que hemos heredado de la vieja
sociedad. Sólo trasformando radicalmente la enseñanza, la organización y
la educación de la juventud, conseguiremos que los esfuerzos de la joven
generación den como resultado la creación de una sociedad que no se
parezca a la antigua, es decir, de la sociedad comunista. Por ello,
debemos examinar detenidamente qué hemos de enseñar a la juventud y cómo
debe aprender ésta si quiere merecer realmente el nombre de Juventud
Comunista y cómo es necesario prepararla para que sea capaz de terminar
y coronar la obra iniciada por nosotros.
Debo decir que la primera respuesta y, al parecer, la más natural es que
la Unión de Juventudes, y en general toda la juventud que quiera pasar
al comunismo, tiene que aprender el comunismo.
Pero esta respuesta, "'aprender el comunismo", es demasiado general.
¿Qué necesitamos para aprender el comunismo? ¿Qué necesitamos escoger,
entre la suma de conocimientos generales, para adquirir la ciencia del
comunismo? En este terreno nos amenaza una serie de peligros, que surgen
a cada paso en cuanto se plantea mal la tarea de aprender el comunismo o
se entiende de una manera demasiado unilateral. A
primera vista, naturalmente, parece que aprender el comunismo es
asimilar el conjunto de los conocimientos que se exponen en los
manuales, folletos y obras comunistas. Pero eso sería definir de un modo
demasiado burda e insuficiente el estudio del comunismo. Si el estudio
del comunismo consistiera únicamente en asimilar lo que dicen los
trabajos, libros y folletos comunistas, esto nos daría con excesiva
facilidad escolásticos y fanfarrones comunistas, lo que muchas veces nos
causaría daño y perjuicio, porque estas gentes, después de haber leído
mucho y aprendido lo que se expone en los libros y folletos comunistas,
serían incapaces de coordinar todos estos conocimientos y
obrar como exige realmente el
comunismo. Uno
de los mayores males y calamidades que nos ha dejado en herencia la
antigua sociedad capitalista, es el completo divorcio entre el libro y
la vida práctica, pues teníamos libros en los que todo estaba expuesto
en forma perfecta, y la mayor parte de las veces esos libros no eran
sino una repugnante e hipócrita mentira, que nos pintaba un cuadro falso
de la sociedad capitalista. Por
eso, sería una gran equivocación limitarse a asimilar simplemente lo que
dicen los libros del comunismo. Nuestros discursos y artículos de ahora
no son una simple repetición de lo que se ha dicho antes sobre el
comunismo; pues están ligados a nuestro trabajo cotidiano en todos los
terrenos. Sin trabajo, sin lucha, el conocimiento libresco del
comunismo, adquirido en folletos y obras comunistas, no tiene
absolutamente ningún valor, ya que no haría más que continuar el antiguo
divorcio entre la teoría y la práctica, ese mismo divorcio que
constituía el más repugnante rasgo de la vieja sociedad burguesa.
Sería más peligroso todavía que pretendiéramos aprender solamente las
consignas comunistas. Si no comprendiéramos a tiempo este peligro, si no
hiciéramos toda clase de esfuerzos por evitarlo, la existencia de medio
millón o de un millón de jóvenes de ambos sexos, que después de
semejante estudio del comunismo se llamasen comunistas, no causaría sino
un gran perjuicio a la causa del comunismo. Se
nos plantea, pues, la cuestión de cómo hemos de coordinar todo esto para
aprender el comunismo. ¿Qué debemos tomar de la vieja escuela, de la
vieja ciencia? La vieja escuela declaraba que quería crear hombres
instruidos en todos los dominios y que enseñaba las ciencias en general.
Sabemos que eso era pura mentira, puesto que toda la sociedad se basaba
y sostenía en la división de los hombres en clases, en explotadores y
oprimidos. Como es natural, toda la vieja escuela, saturada de espíritu
de clase, no daba conocimientos más que a los hijos de la burguesía.
Cada una de sus palabras estaba amañada para favorecer los intereses de
la burguesía. En estas escuelas, más que educar a los jóvenes obreros y
campesinos, los preparaban para mayor provecho de esa misma burguesía.
Trataban de preparar servidores útiles, capaces de proporcionar
beneficios de la burguesía, sin turbar, al mismo tiempo, su ociosidad y
sosiego. Por eso, al condenar la antigua escuela, nos hemos propuesto
tomar de ella únicamente lo que nos es necesario para lograr una
verdadera instrucción comunista. Y
ahora voy a tratar de los reproches, de las censuras, que se dirigen
corrientemente a la escuela antigua y que conducen muchas veces a
interpretaciones enteramente falsas. Se dice que la vieja escuela era
una escuela libresca, una escuela de adiestramiento autoritario, una
escuela de enseñanza memorista. Esto es cierto, pero hay que saber
distinguir lo que tenía de malo y de útil la vieja escuela, y
hay que saber elegir de ella lo
indispensable para el comunismo. La
vieja escuela era libresca, obligaba a almacenar una masa de
conocimientos inútiles, superfluos, muertos, que atiborraban la cabeza y
trasformaban a la generación joven en un ejército de funcionarios
cortados todos por el mismo patrón. Pero si intentarais deducir de eso
que se puede ser comunista sin haber asimilado el tesoro de
conocimientos acumulado por la humanidad, cometeríais un craso error.
Sería equivocado pensar que basta con saber las consignas comunistas,
las conclusiones de la ciencia comunista, sin adquirir la suma de
conocimientos de los que es consecuencia el comunismo. El marxismo es un
ejemplo de cómo el comunismo es resultado de la suma de conocimientos
adquiridos por la humanidad.
Habéis leído y oído que la teoría comunista, la ciencia comunista,
creada principalmente por Marx, que esta doctrina del marxismo ha dejado
de ser obra de un solo socialista, bien es verdad que genial, del siglo
XIX, para transformarse en la doctrina de millones y decenas de millones
de proletarios del mundo entero, que la aplican en su lucha contra el
capitalismo. Y si preguntáis por qué ha podido la doctrina de Marx
conquistar millones y decenas de millones de corazones en la clase más
revolucionaria, se os dará una sola respuesta: porque Marx se apoyaba en
la sólida base de los conocimientos humanos adquiridos bajo el
capitalismo. Al estudiar las leyes del desarrollo de la sociedad humana,
Marx comprendió lo ineluctable del desarrollo del capitalismo, que
conduce al comunismo, y cosa principal, lo demostró basándose
exclusivamente en el estudio más exacto, más detallado y más profundo de
esta sociedad capitalista, por haber asimilado plenamente todo lo que la
ciencia había dado hasta entonces. Marx analizó de un modo crítico, sin
desdeñar un solo punto, todo lo que había creado la sociedad humana.
Analizó todo lo que había creado el pensamiento humano, lo sometió a
crítica, lo comprobó en el movimiento obrero y sacó de ello las
conclusiones que las gentes encerradas en el marco burgués o atenazados
por los prejuicios burgueses, no podían sacar.
Esto hay que tenerlo en cuenta cuando hablamos, por ejemplo, de la
cultura proletaria. Sin comprender con claridad que sólo se puede crear
esta cultura proletaria conociendo con precisión la cultura que ha
creado la humanidad en todo su desarrollo y transformándola, sin
comprender eso, no podremos cumplir esta tarea. La cultura proletaria no
surge de fuente desconocida, no es una invención de los que se llaman
especialistas en cultura proletaria. Eso es pura necedad. La cultura
proletaria tiene que ser el desarrollo lógico del acervo de
conocimientos conquistados por la humanidad bajo el yugo de la sociedad
capitalista, de la sociedad terrateniente, de la sociedad burocrática.
Todos esos caminos y senderos han conducido y continúan conduciendo
hacia la cultura proletaria, del mismo modo que la Economía política,
trasformada por Marx, nos ha mostrado a dónde tiene que llegar la
sociedad humana, nos ha indicado el paso a la lucha de clases, al
comienzo de la revolución proletaria.
Cuando oímos con frecuencia, tanto a algunos representantes de la
juventud como a ciertos defensores de los nuevos métodos de enseñanza,
atacar la vieja escuela diciendo que sólo hacía aprender de memoria los
textos, les respondemos que es preciso tomar de esa vieja escuela todo
lo que tenía de bueno. No hay que imitarla sobrecargando la memoria de
los jóvenes con una cantidad desmesurada de conocimientos, inútiles las
nueve décimas partes y desvirtuados el resto; pero eso no significa que
podamos contentarnos con conclusiones comunistas y limitarnos a aprender
de memoria consignas comunistas. De ese modo no se puede edificar el
comunismo. Sólo se puede llegar a ser comunista cuando se enriquece la
memoria con todo el tesoro de la ciencia acumulado por la humanidad. No
queremos una enseñanza memorista, pero necesitamos desarrollar y
perfeccionar la memoria de cada estudiante dándole hechos esenciales,
porque el comunismo sería una vaciedad, quedaría reducido a una fachada
vacía, y el comunista no sería más que un fanfarrón, si no reelaborase
en su conciencia todos los conocimientos adquiridos. No solamente debéis
asimilar esos conocimientos, sino asimilarlos en forma crítica, con el
fin de no amontonar en el cerebro un fárrago inútil, para enriquecerlo
con todos los hechos, sin los cuales no es posible ser hombre culto en
la época en que vivimos. El comunista que se vanagloriase de ser
comunista simplemente por haber recibido unas conclusiones ya
establecidas, sin haber realizado un trabajo muy serio, muy difícil y
muy grande, sin analizar los hechos, frente a los que está obligado a
adoptar una actitud crítica, sería un comunista muy lamentable.
Semejante actitud superficial sería funestísima. Si yo sé que sé poco,
me esforzaré por saber más; pero si un hombre dice que es comunista y
que no tiene necesidad de conocimientos sólidos, jamás saldrá de él nada
que se parezca a un comunista. La
vieja escuela forjaba los dóciles criados que necesitaban los
capitalistas; hacía de los hombres de ciencia personas obligadas a
escribir y hablar al gusto de los capitalistas. Eso quiere decir que
debemos quitarla de en medio. Pero si debemos suprimirla, destruirla,
¿se deduce de esto que no debamos tomar de ella todo lo que ha acumulado
la humanidad y es necesario para el hombre? ¿Se desprende de esto que no
debamos saber distinguir lo que necesitaba el capitalismo y lo que
necesita el comunismo? En
lugar del adiestramiento autoritario que se practicaba en la sociedad
burguesa contra la voluntad de la mayoría, nosotros colocamos la
disciplina consciente de los obreros y campesinos, que unen a su odio
contra la vieja sociedad el querer, el saber y el estar dispuestos a
unificar y organizar las fuerzas para esta lucha, a fin de crear, con
millones y centenares de millones de voluntades dispersas, fraccionadas
y desperdigadas por la inmensa extensión de nuestro país, una voluntad
única, ya que sin ella seremos inevitablemente vencidos. Sin esta
cohesión, sin esta disciplina consciente de los obreros y de los
campesinos, nuestra causa está condenada a fracasar. Sin ellas no
podremos derrotar a los capitalistas y terratenientes de todo el
universo. No sólo no llegaremos a construir la nueva sociedad comunista,
sino ni siquiera a asentar sólidamente sus cimientos. De la misma
manera, a pesar de condenar la vieja escuela, a pesar de alimentar
contra ella un odio absolutamente legítimo y necesario, a pesar de
apreciar el deseo de destruirla, debemos comprender que la vieja escuela
libresca, la vieja enseñanza memorista y el viejo
adiestramiento autoritario deben ser sustuidos por el arte de
asimilar toda la suma de conocimientos humanos, y asimilarlos de tal
modo que vuestro comunismo no sea algo aprendido de memoria, sino algo
pensado por vosotros mismos, como una conclusión que se impone
necesariamente desde el punto de vista de la instrucción moderna. Así
es como hay que plantear las tareas fundamentales cuando se habla de
aprender el comunismo.
Para explicaros esto y abordar, al mismo tiempo, la cuestión de cómo
estudiar, tomaré un ejemplo práctico. Todos sabéis que ahora,
inmediatamente después de los problemas militares, de los problemas de
la defensa de la República, surge ante nosotros el problema económico.
Sabemos que es imposible edificar la sociedad comunista sin restaurar la
industria y la agricultura, y no en su forma antigua, claro está. Hay
que restaurarlas conforme a la última palabra de la ciencia, sobre una
base moderna. Vosotros sabéis que esa base es la electricidad; que sólo
el día en que todo el país, todas las ramas de la industria y de la
agricultura estén electrificadas, el día en que realicéis esta tarea,
sólo entonces, podréis edificar para vosotros mismos la sociedad
comunista que no podrá edificar la generación vieja. Se alza ante
vosotros la tarea de hacer renacer la economía de todo el país, de
reorganizar y restaurar la agricultura y la industria sobre una base
técnica moderna, fundada en la ciencia y en la técnica modernas, en la
electricidad. Comprenderéis perfectamente que la electrificación no
puede ser obra de ignorantes y que para ello hace falta algo más que
nociones rudimentarias. No basta con comprender lo que es la
electricidad; hay que saber cómo aplicarla técnicamente a la industria,
a la agricultura y a cada una de sus ramas. Todo eso tenemos que
aprenderlo nosotros mismos, y debemos enseñárselo a toda la nueva
generación trabajadora. Esa es la tarea que tiene planteada cada
comunista consciente, todo joven que se estime comunista y comprenda con
claridad que, al ingresar en la Unión de Juventudes Comunistas, ha
contraído el compromiso de ayudar al Partido a edificar el comunismo y
de ayudar a toda la joven generación a crear la sociedad comunista. Debe
comprender que solamente sobre la base de la instrucción moderna podrá
crear esta sociedad, y que si carece de esa instrucción, el comunismo no
será más que un deseo. La
tarea de la generación precedente consistía en derribar a la burguesía.
Criticar a la burguesía, fomentar en las masas el sentimiento de odio
contra ella, desarrollar la conciencia de clase y la habilidad para
agrupar sus fuerzas eran entonces las tareas esenciales. La nueva
generación tiene ante sí una tarea más compleja. No basta con que debáis
unir todas vuestras fuerzas para apoyar el Poder obrero y campesino
contra la invasión de los capitalistas. Eso tenéis que hacerlo. Lo
habéis comprendido admirablemente, lo ven con claridad los comunistas.
Pero eso es insuficiente. Sois vosotros quienes debéis edificar la
sociedad comunista. La primera mitad del trabajo está ya, en muchos
sentidos, terminada. El antiguo régimen ha sido destruido, como debía
serlo; no es más que un montón de ruinas, que es a lo que debía quedar
reducido. El terreno se encuentra ya desbrozado y, sobre este terreno,
la nueva joven generación comunista debe edificar la sociedad comunista.
Vuestra tarea es la edificar, y sólo podréis cumplirla poseyendo todos
los conocimientos modernos, sabiendo transformar el comunismo, en lugar
de fórmulas hechas, consejos, recetas, prescripciones y programas
aprendidos de memoria,, en algo vivo que coordine vuestra labor
inmediata, sabiendo convertir el comunismo en guía de vuestro trabajo
práctico.
Esta es vuestra misión: por ella debéis regiros al instruir, educar y
elevar a toda la generación joven. Debéis ser los primeros constructores
de la sociedad comunista, entre los millones de constructores que deben
ser cada muchacho y cada muchacha. Si no incorporáis a esta edificación
del comunismo a toda la masa de la juventud obrera y campesina, no
construiréis la sociedad comunista.
Esto me lleva, como es natural, a la cuestión de cómo debemos enseñar el
comunismo y en qué debe consistir la peculiaridad de nuestros métodos. Me
detendré, en primer término, en el problema de la moral comunista.
Tenéis que hacer comunistas de vosotros mismos. La tarea de la Unión de
Juventudes consiste en realizar su actividad práctica de modo que le
permita, al aprender, al organizarse, al agruparse, al luchar, convertir
en comunistas a sus miembros y la de todos los que la reconocen como
guía. Toda la educación, toda la instrucción y toda la enseñanza de la
juventud contemporánea deben inculcarle el espíritu de la moral
comunista.
Pero, ¿existe una moral comunista? ¿Existe una moralidad comunista? Es
evidente que sí. Se pretende muchas veces que nosotros no tenemos una
moral propia, y la burguesía nos acusa con frecuencia de que nosotros,
los comunistas, negamos toda moral. Esto no es más que una maniobra para
suplantar los conceptos arrojar arena a los ojos de los obreros y los
campesinos. ¿En
qué sentido negamos la moral y la moralidad? La
negamos en el sentido en que la ha predicado la burguesía, deduciéndola
de los mandamientos divinos. A este respecto decimos, naturalmente, que
no creemos en Dios, y sabemos muy bien que el clero, los terratenientes
y la burguesía hablaban en nombre de Dios para defender sus intereses de
explotadores. O bien, en lugar de deducir esta moral de los dictados de
la moralidad, de los mandamientos de Dios, la deducían de frases
idealistas o semi-i
dealistas que, en definitiva, se parecían siempre mucho a los
mandamientos de Dios.
Nosotros negamos toda moralidad de esa índole tomada de concepciones al
margen de la sociedad humana, al margen de las clases. Decimos que eso
es engañar, embaucar a los obreros y campesinos y embotar su conciencia
en provecho de los terratenientes y capitalistas.
Decimos que nuestra moralidad está enteramente subordinada por completo
a los intereses de la lucha de clases del proletariado. Nuestra ática
tiene por punto de partida tos intereses de la lucha de clase del
proletariado. La
antigua sociedad se basaba en la opresión de todos los obreros y de
todos los campesinos por los terratenientes y capitalistas.
Necesitábamos destruirla, necesitábamos derribar a esos opresores, mas
para ello había que crear la unión. Y no era Dios quien podía crearla.
Esta unión no podía venir más que de las fábricas, de un proletariado
instruido, despertado de su viejo letargo. Sólo cuando se constituyó
esta clase, comenzó el movimiento de masas que ha conducido a lo que
vemos hoy: al triunfo de la revolución proletaria en uno de los países
más débiles, que se defiende desde hace tres años frente a los embates
de la burguesía del mundo entero. Y vemos cómo crece la revolución
proletaria en todo el orbe. Ahora decimos, basándonos en la experiencia,
que sólo el proletariado ha podido crear una fuerza tan cohesionada, que
es seguida por la clase campesina dispersa y fragmentada y que ha sido
capaz de resistir todas las acometidas de los explotadores. Sólo esta
clase puede ayudar a las masas trabajadoras a unirse, a cohesionarse, a
hacer triunfar y consolidar definitivamente la sociedad comunista, a
edificarla por completo. Por
eso decimos que, para nosotros, la moralidad tomada al margen de la
sociedad humana no existe, es un engaño. Para nosotros, la moral está
subordinada a los intereses de la lucha de clase del proletariado.
Ahora bien, ¿en qué consiste esta lucha de clases? En derrocar al zar,
en derribar a los capitalistas, en aniquilar a la clase capitalista. ¿Y
qué son las clases en general? Es lo que permite a una parte de la
sociedad apropiarse del trabajo de la otra. Si una parte de la sociedad
se apropia de toda la tierra, tenemos la clase de los terratenientes y
la de los campesinos. Si una parte de la sociedad posee las fábricas,
las acciones y los capitales, mientras que la otra trabaja en esas
fábricas, tenemos la clase de los capitalistas y la de los proletarios. No
ha sido difícil desembarazarse del zar: han bastado para ello algunos
días. No ha sido muy difícil echar a los terratenientes: hemos podido
hacerlo en algunos meses. Tampoco ha sido muy difícil echar a los
capitalistas. Pero suprimir las clases es incomparablemente más difícil;
subsiste aún la división en obreros y campesinos. Si un campesino
instalado en una parcela de tierra se apropia del trigo sobrante, es
decir, del trigo que no necesitan ni él ni su ganado, mientras que los
demás carecen de pan, se convierte ya en un explotador. Cuanto más trigo
retiene, más gana, y nada le importa que los demás pasen hambre: "Cuanto
más hambre tengan, más caro venderá el trigo". Es
preciso que todos trabajen de acuerdo con un plan común en una tierra
común, en fábricas comunes y conforme a normas comunes. ¿Es fácil
hacerlo? Vosotros mismos veis que en este terreno no es posible lograr
soluciones con la misma facilidad que cuando echamos al zar, a los
terratenientes y a los capitalistas. Para ello es necesario que el
proletariado trasforme, reeduque a una parte de los campesinos y atraiga
a su lado a los campesinos trabajadores, a fin de romper la resistencia
de los campesinos ricos, que se lucran con la miseria de los demás. Por
consiguiente, la tarea de la lucha del proletariado no ha terminado con
el derrocamiento del zar y la expulsión de los terratenientes y
capitalistas; llevarla a término es, precisamente, la misión del régimen
que denominamos dictadura del proletariado. La
lucha de clases continúa, solamente ha cambiado sus formas. Es la lucha
de clase del proletariado para impedir el regreso de los antiguos
explotadores, para agrupar en una estrecha unión a la masa campesina
dispersa e ignorante. La lucha de clases continúa, y nuestra misión es
subordinar todos los intereses a esta lucha. Por eso subordinamos a ella
nuestra moralidad comunista. Decimos: la moralidad es lo que sirve para
destruir la antigua sociedad explotadora y para agrupar a todos los
trabajadores alrededor del proletariado, creador de la nueva sociedad
comunista. La
moralidad comunista es la que sirve para esta lucha, la que une a los
trabajadores contra toda explotación y contra toda pequeña propiedad,
pues la pequeña propiedad pone en manos de un individuo lo que ha sido
creado por el trabajo de toda la sociedad. En nuestro país la tierra es
considerada propiedad común.
Pero ¿qué ocurrirá si tomo una parte de esa propiedad común, si cultivo
en ella dos veces más trigo del que necesito, si especulo con el
sobrante de la cosecha, si calculo que cuanta más hambre padezcan otros,
más caro me pagarán? ¿Obraré como comunista? No, obraré como explotador,
como propietario. Contra eso tenemos que luchar. Si las cosas continúan
así, volveremos al pasado, caeremos de nuevo bajo el Poder de los
capitalistas y de la burguesía, como ha ocurrido más de una vez en las
revoluciones anteriores. Y para evitar que se restaure el Poder de los
capitalistas y de la burguesía, es preciso prohibir el mercantilismo, es
preciso impedir que unos individuos se enriquezcan a costa de los demás,
Es preciso que los trabajadores se unan estrechamente al proletariado y
constituyan la sociedad comunista. En esto consiste, precisamente, la
peculiaridad principal de la tarea más importante de la Unión de las
Juventudes Comunistas y de las organizaciones de las juventudes
comunistas. La
vieja sociedad estaba basada en el principio siguiente, o saqueas a tu
prójimo o te saquea él, o trabajas para otro, u otro trabaja para ti, o
eres esclavista o eres esclavo. Y es comprensible que los hombres
educados en semejante sociedad asimilen, con la leche materna, por así
decirlo, la psicología, la costumbre, la idea de que no hay más que
esclavista o esclavo, o pequeño propietario, pequeño empleado, pequeño
funcionario, intelectual, en una palabra, hombres que se ocupan
exclusivamente de lo suyo sin pensar en los demás. Si
yo exploto mi parcela de tierra, poco me importan los demás; si alguien
tiene hambre, tanto mejor, venderá mi trigo más caro. Si tengo mi
puestecito de médico, de ingeniero, de maestro o de empleado, ¿qué me
importan los demás? Si me arrastro ante los poderosos y soy complaciente
con ellos, quizás conserve mi puesto y a lo mejor pueda hacer carrera y
llegar a burgués. Semejante psicología y estado de ánimo no pueden
existir en un comunista. Cuando los obreros y campesinos demostraron que
somos capaces con nuestras propias fuerzas de defendernos y de crear una
nueva sociedad, en ese mismo momento comenzó la nueva educación
comunista, la educación en la lucha contra los explotadores, la
educación en la alianza con el proletariado contra los egoístas y los
pequeños propietarios, contra la psicología y las costumbres que dicen:
"Yo busco mi propio beneficio y lo demás me tiene sin cuidado". Tal
es la respuesta a la pregunta de cómo debe aprender el comunismo a la
joven generación.
Esta generación podrá aprender el comunismo únicamente si liga cada paso
de su instrucción, de su educación y de su formación a la lucha
incesante de los proletarios y de los trabajadores contra la antigua
sociedad basada en la explotación. Cuando se nos habla de moralidad,
decimos: para un comunista, toda la moralidad reside en esta disciplina
solidaria y unida y en esta lucha consciente de las masas contra los
explotadores. No creemos en la moral eterna, denunciamos el embuste de
todas las fábulas acerca de la moralidad. La moralidad sirve para que la
sociedad humana se eleve a mayor altura, para que se desembarace de la
explotación del trabajo.
Para conseguir eso necesitamos de la joven generación que ha comenzado a
convertirse en hombres conscientes en las condiciones de lucha
disciplinada y encarnizada contra la burguesía. En esta lucha, la
juventud forjará verdaderos comunistas; a esta lucha debe vincular y
subordinar en todo momento su instrucción, su educación y su formación.
La educación de la juventud comunista no debe consistir en ofrecerle
discursos placenteros de todo género y reglas de moralidad. No, la
educación no consiste en eso. Cuando un hombre ha visto a su padre y a
su madre vivir bajo el yugo de los terratenientes y capitalistas, cuando
ha participado él mismo en los sufrimientos de quienes emprendieron los
primeros la lucha contra los explotadores, cuando ha visto los
sacrificios que cuesta la continuación de esta lucha y la defensa de lo
conquistado y cuán furiosos enemigos son los terratenientes y los
capitalistas, ese hombre, en ese ambiente, se forja como comunista. La
base de la moralidad comunista está en la lucha por afianzar y culminar
el comunismo. Esa es la base de la educación, la instrucción y la
enseñanza comunistas. Tal es la respuesta a la pregunta de cómo hay que
aprender el comunismo. No
creeríamos en la enseñanza, la educación y la instrucción si éstas
fuesen encerradas en la escuela y separadas de la agitada vida. Mientras
los obreros y los campesinos estén oprimidos por los terratenientes y
capitalistas, mientras las escuelas sigan en manos de los terratenientes
y capitalistas, la generación joven permanecerá ciega e ignorante. Pero
nuestra escuela debe dar a los jóvenes los fundamentos de la ciencia, el
arte de forjarse por sí mismos una mentalidad comunista, debe hacer de
ellos hombres cultos. En el tiempo que los jóvene3s pasan en la escuela,
ésta tiene que hacer de ellos participantes en la lucha por liberarse de
los explotadores. La Unión de Juventudes Comunistas sólo será digna de
este nombre, de ser la Unión de la joven generación comunista, si
vincula cada paso de su instrucción, educación y formación a la
participación en la lucha común de todos los trabajadores contra los
explotadores. Porque sabéis perfectamente que mientras Rusia sea la
única República obrera, y en el resto del mundo subsista el antiguo
régimen burgués, seremos más débiles que ellos; que nos amenazan
constantemente nuevos ataques, y que sólo aprendiendo a mantener entre
nosotros la cohesión y la unidad triunfaremos en las luchas futuras y,
después de habernos fortalecido, nos haremos verdaderamente invencibles.
Por tanto, ser comunistas significa organizar y unir a toda la
generación joven, dar ejemplo de educación y de disciplina en esta
lucha. Entonces podréis emprender y llevar a término la edificación de
la sociedad comunista.
Para que lo comprendáis con mayor claridad, pondré un ejemplo. Nosotros
nos llamamos comunistas. ¿Qué es un comunista? Comunista viene de la
palabra latina communis, que significa común. La sociedad comunista
significa que todo es común: la tierra, de las fábricas, del trabajo.
Eso es el comunismo.
¿Puede ser común el trabajo si los hombres explotan cada uno su propia
parcela? El trabajo común no se crea de la noche a la mañana. Eso es
imposible. No cae del cielo. Hay que lograrlo tras largos esfuerzos y
sufrimientos, hay que crearlo. Y se crea en el curso de la lucha. No se
trata aquí de un libro viejo, en el que nadie creería. Se trata de la
propia experiencia de la vida. Cuando Kolchak y Denikin avanzaban desdee
Siberia y el Sur, los campesinos estaban a su lado. El bolchevismo no
les gustaba, ya que los bolcheviques les quitaban el trigo al precio
establecido. Pero después de haber sufrido en Siberia y en Ucrania el
poder de Kolchak y de Denikin, los campesinos comprobaron que sólo
podían elegir entre dos caminos: volver al capitalismo, que los
sometería a la esclavitud de los terratenientes, o seguir a los obreros,
que, si bien es cierto que no prometen el oro y el moro y exigen una
disciplina férrea y una firmeza indomable en la dura lucha, los libertan
de la esclavitud de los capitalistas y terratenientes. Cuando hasta los
campesinos más ignorantes comprendieron y sintieron esto por propia
experiencia, e la dura escuela de la vida que habían cursado, se
hicieron partidarios conscientes del comunismo. Esta misma experiencia
debe tomar como base de toda su actividad la Unión de Juventudes
Comunistas. He
respondido ya a las preguntas de qué debemos aprender y qué debemos
tomar de la vieja escuela y de la vieja ciencia. Trataré de contestar
también a la pregunta de cómo debemos aprender esto: Sólo ligando
indisolublemente cada paso en la actividad de la escuela, cada paso en
la educación, la instrucción y la formación de la juventud a la lucha de
todos los trabajadores contra los explotadores. Con
algunos ejemplos, extraídos de la experiencia del trabajo de algunas
organizaciones de la juventud, os mostraré gráficamente, cómo debe
hacerse la educación del comunismo. Todo el mundo habla de liquidar el
analfabetismo. Como sabéis, en un país de analfabetos es imposible
edificar la sociedad comunista. No basta con que el Poder de los Soviets
dé una orden, o que el Partido lance una consigna, o que determinado
contingente de los mejores militantes se consagre a esta tarea. Es
preciso que la joven generación ponga ella misma manos a la obra. El
comunismo consiste en que la juventud, los muchachos y muchachas
pertenecientes a la Unión de Juventudes se digan: eso es misión nuestra,
nos uniremos y marcharemos a todos los pueblos para liquidar el
analfabetismo, para que nuestra joven generación no tenga analfabetos.
Nosotros aspiramos a que la juventud en formación consagre a esta obra
su iniciativa. Vosotros sabéis que es imposible trasformar rápidamente
la Rusia ignorante y analfabeta en una Rusia instruida; pero si la Unión
de Juventudes pone en ello su empeño, si toda la juventud trabaja para
el bienestar de todos, esta Unión, que agrupa a 400.000 jóvenes, tendrá
derecho a llamarse Unión de Juventudes Comunistas. Otra de sus misiones
es, al asimilar uno u otro conocimiento, ayudar a los jóvenes que no han
podido desembarazarse por sí mismos de las tinieblas de la ignorancia.
Ser miembro de la Unión de Juventudes Comunistas significa poner su
trabajo y sus fuerzas al servicio de la causa común. En esto consiste la
educación comunista. Sólo efectuando esa labor se convierte en verdadero
comunista un muchacho o una muchacha. Sólo serán comunistas si logran
resultados prácticos en esta labor.
Tomad, por ejemplo, el trabajo en las huertas suburbanas. ¿Acaso no es
un trabajo útil? Es una de las tareas que incumben a la Unión de
Juventudes Comunistas. El pueblo pasa hambre, en las fábricas y empresas
hay hambre. Para librarnos de ella hay que desarrollar la horticultura,
pero los campos siguen cultivándose a la antigua. Es preciso que los
elementos más conscientes pongan manos a la obra, y entonces veréis
crecer el número de huertas, aumentar su superficie y mejorar el
rendimiento. En este trabajo debe participar activamente la Unión de
Juventudes Comunistas. Cada una de sus organizaciones o células debe
considerarlo asunto suyo. La
Unión de Juventudes Comunistas debe ser el grupo de choque que aporte su
ayuda y manifieste su iniciativa, su espíritu emprendedor, en todos los
terrenos. La Unión debe ser tal, que cualquier obrero vea en sus
miembros gente cuya doctrina quizás le sea incomprensible, en cuyas
ideas no crea tal vez inmediatamente, pero cuyo trabajo real y cuya
actuación le muestren que son ellos, precisamente, quienes le indican el
camino certero. Si
la Unión de Juventudes Comunistas no sabe organizar así su labor en
todos los terrenos, significará que se desvía hacia el antiguo camino
burgués. Necesitamos vincular nuestra educación a la lucha de los
trabajadores contra los explotadores, para ayudar a los primeros a
cumplir las tareas que se derivan de la doctrina comunista. Los
miembros de las Juventudes Comunistas deben consagrar todas sus horas de
ocio a mejorar el cultivo en las huertas, o a organizar en una fábrica
cualquiera la instrucción de la juventud, etc. Queremos transformar la
Rusia pobre y miserable en un país rico. Y es preciso que la Unión de
Juventudes Comunistas una su formación, su instrucción y su educación al
trabajo de los obreros y de los campesinos, que no se encierre en sus
escuelas ni se limite a leer los libros y folletos comunistas. Solamente
trabajando con los obreros y los campesinos, se puede llegar a ser un
verdadero comunista. Y es preciso que todos vean que cualquiera de los
miembros de las Juventudes Comunistas es instruido y, al mismo tiempo
sabe trabajar. Cuando todos vean que hemos expulsado de la antigua
escuela el viejo adiestramiento autoritario, sustituyéndolo por una
disciplina consciente, que todos nuestros jóvenes participan en los
"sábados comunistas", que utilizan los huertos suburbanos para ayudar a
la población, empezarán a considerar el trabajo de un modo distinto a
como lo consideraban antes. Es
tarea de la Unión de Juventudes Comunistas organizar en su pueblo o en
su barrio la ayuda en una obra como, por ejemplo -tomo un pequeño
ejemplo-, asegurar la limpieza o la distribución de víveres. ¿Cómo se
hacían estas cosas en la vieja sociedad capitalista? Cada cual trabajaba
sólo para sí, nadie se ocupaba de si había ancianos o enfermos, o de si
todos los quehaceres de la casa recaían sobre una mujer, que se
encontraba por ello esclavizada y oprimida. ¿Quién tiene el deber de
luchar contra todo eso? La Unión de Juventudes Comunistas, que debe
decir: nosotros trasformaremos esto, organizaremos destacamentos de
jóvenes que ayudarán en los trabajos de limpieza, en la distribución de
víveres, recorriendo sistemáticamente las casas, que actuarán
organizadamente en bien de toda la sociedad, repartiendo acertadamente
las fuerzas y demostrando que el trabajo debe ser un trabajo organizado. La
generación que tiene ahora cerca de 50 años, no puede pensar en ver la
sociedad comunista. Habrá muerto antes. Pero la generación que tiene hoy
15 años, verá la sociedad comunista y será ella la que la construya. Y
debe saber que la edificación de esta sociedad es la misión de su vida.
En la vieja sociedad, el trabajo se hacía por familias aisladas y nadie
lo unía, a excepción de los terratenientes y capitalistas, que oprimían
a las masas del pueblo. Nosotros debemos organizar todos los trabajos,
por sucios o duros que sean, de suerte que cada obrero y cada campesino
se diga: yo soy una parte del gran ejército del trabajo libre y sabré
organizar mi vida sin terratenientes ni capitalistas, sabré establecer
el régimen comunista. Es preciso que la Unión de Juventudes Comunistas
eduque a todos, desde la edad temprana, en el trabajo consciente y
disciplinado. Así es como podremos esperar que sean cumplidas las tareas
hoy planteadas. Debemos tener en cuenta que harán falta no menos de diez
años para electrificar el país, para que nuestra tierra arruinada pueda
tener a su servicio las últimas conquistas de la técnica. Pues bien, la
generación que tiene hoy 15 años y que dentro de diez o veinte vivirá en
la sociedad comunista, debe organizar su instrucción de manera que cada
día, en cada pueblo o ciudad, la juventud cumpla prácticamente una tarea
de trabajo colectivo, por minúsculo y simple que sea. A medida que se
realice esto en cada pueblo, a medida que se desenvuelva la emulación
comunista, a medida que la juventud demuestre que sabe unir su trabajo,
a medida que ocurra eso, quedará asegurado el éxito de la edificación
comunista. Sólo considerando cada uno de sus actos desde el punto de
vista de este éxito, sólo preguntándose constantemente si lo hemos hecho
todo lo necesario para llegar a ser trabajadores unidos y conscientes,
logrará la Unión de Juventudes Comunistas agrupar el medio millón de sus
miembros en el gran ejército único del trabajo y granjearse el respeto
general. (Vivos aplausos.)
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