Con el Estado de
Sitio, sólo para empezar, se han multiplicado vejámenes policíaco-militares
del gobierno contra la población, a la que la prensa del sistema le ha
hecho creer que se le humilla y atropella por su bien
Patrullas mixtas de militares y policías, junto a la Dirección Nacional
de Control de Drogas, circulan e implementan registros y redadas a
cualquier hora del día y en cualquier lugar, apresando transeúntes sólo
porque se les ocurra, porque caprichosamente resulten, a sus ojos y
antojos, como sospechosos, y si están en el marco legal, a los
transeúntes las patrullas los provocan y los vejan por puro placer
sádico, no les importa que no tengan faltas en sus documentos civiles,
como licencia, seguro o matrícula, etc., todo lo que además no amerita
cárcel ni secuestro ni pérdida de libertad por parte del ciudadano,
conforme a las leyes vigentes.
Con eso sólo se hace palpable que de lo que se trata es de un Estado de
Sitio impuesto por el gobierno Pálido Pelegato con su Presidente Leonel
Antonio Fernández Reyna a la cabeza, en maridaje con los estamentos de
los verdugos explotadores y opresores y la Iglesia Católica.
Así como los derechos humanos son víctimas por atropello a los
ciudadanos, éstos son blancos a la vez, y por esa misma vía, de
humillaciones envilecedoras y denigrantes, que para gentes criadas en
medio de conglomerados ahogados en las actividades más denigrantes, o
con padre y madre protagonistas de las más diversas degradaciones y
promiscuidades inmorales o amorales, ya sea aquí, en los ghettos de la
zona de tolerancia, como lo fuera desde su creación Villa Juana, o que
hayan recreado esas malas vidas desde los barrios de Manhattan,
arrastrando el fardo y los fantasmas de su procedencia como hijos de
criminales e ilotas, tal cual es el cuadro de los descendientes, por
ejemplo, de los sirvientes del círculo de los Trujillo, como los
choferes de Pechito León Estévez, el chulo de Angelita Trujillo y
torturador del centro especializado en el Km. 9 de la Carretera Mella.
Para ellos, todo eso no es nada, sino lo más normal, común y corriente,
pero no ocurre lo mismo en los que han dedicado su vida comprometiéndola
con la brega por una sociedad dominicana de hombres libres y que aspiran
a ser gobernados con procedimientos civilizados y decentes; todas
aquellas humillaciones de que hoy se hace objeto a la ciudadanía por
medio de las medidas del presente Estado de Sitio, impuesto e iniciado
por Leonel Antonio Fernández Reyna, son sencillamente motivo de
indignación y generan un reactivamiento de todos los mecanismos de lucha
democráticos y populares por los derechos conculcados y en franca vía de
perecer.
En tiempos anteriores al Estado de Sitio éste, inaugurado el día martes
25 de julio, se decía y hablaba de una manera coherente (lo que indicaba
que se trataba de una campaña dirigida y debidamente orquestada con un
centro de mando que actuaba como Estado Mayor coordinador de la campaña,
igual que de los actos vandálicos), de que se trataba de actos de
delincuencia individuales y se hablaba de la educación y del
rehabilitamiento de los valores familiares como remedios curativos del
mal. Así era el telelé que aparecía en todos los medios de la prensa
amarilla y se difundía. Pero si se leen las formulaciones demandando la
entronización del Estado de Sitio y dictatorial desde el día en que el
jesuita Padre Cela las hiciera, y culminando con las del marrano
monseñor Agripino Núñez Collado, un desalmado malhechor y depredador del
Estado con licencia divina para la impunidad, el domingo 23 de julio,
que aparecen en la primera página del periódico amarillo del Opus Dei
del clan Corripio, “Hoy”, vemos que de lo que se trata es de aplastar y
echar al zafacón las libertades democráticas y los derechos
constitucionales y legales; es la erección de la violencia organizada
como medio de gobernar precisamente, y la cruzada represiva es impuesta
por el gobierno como línea para contrarrestar la violencia causada por
la crisis económico-social que envuelve al país y a la sociedad, lo que
no siendo ocurrencias de carácter momentáneo, lógico resulta entender
que las medidas de emergencia impuestas componen y conforman un estado
de cosas a manejarse en forma dictatorial y con carácter permanente, o
sea, sin más miramientos ni fuerza que no sea la proveniente de los
mecanismos represivos y coercitivos de carácter estatal, esto es, que la
situación creada, de antemano ha sido elaborada artificiosamente y está
destinada, según sus creadores, para ser prolongada hasta darle carácter
de por siempre. ¿Y qué es entonces, todo lo dispuesto por Leonel Antonio
Fernández Reyna con la toma policíaco-militar de las calles, sino la
instauración actual de la dictadura que proclamara el sujeto
despreciable ese llamado Nicolás de Jesús -Hildebrando Borgia- López
Rodríguez, alias el Cardenal, en San Juan de la Maguana el 21 de agosto
del 2004, para sustituir a la democracia, consagrada por el mismo
personaje, ese mismo día 21 de agosto del 2004, como fracasada?
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