La arrogancia cardenalicia y represión militar se desbordan ante una simple pregunta que resultó igual que hablar de soga en casa del ahorcado
Se ponen de relieve peligros para la
democracia y las libertades por siniestros vínculos de la Iglesia
Católica-Estado y sus FF.AA.
No cabe la menor duda de que con la reaccionaria actitud del nombrado
Nicolás de Jesús -Hildebrando Borgia- López Rodríguez, alias el Cardenal
católico, ante la pertinente pregunta sobre la homosexualidad que impera
en la Iglesia Católica, hecha por parte del periodista Adolfo Salomón,
se ha puesto de realce la gravedad de la situación y la naturaleza, de
hecho extraordinariamente reveladora, de la insoportable situación en
contra de la libertad y el Estado de Derecho, o sea, en contra de la
democracia en una palabra, y todo culpa de la preeminencia que detenta
la Iglesia Católica y sus intereses parasitarios sobre y a costa del
Estado dominicano, y a la vez por esta vía o medio, sobre y a costa de
la sociedad dominicana, y asimismo sobre y a costillas del sudor, el
trabajo, los bienes, y a costillas por lo tanto del bienestar del pueblo
al que, de hecho, la Iglesia Católica malogra, con sus privilegios y su
parasitismo, perjudiciales en grado extremo, causándole estragos, daños
y perjuicios irreparables al pueblo, al sumirlo en la más espantosa
miseria, pobreza, desamparo y sufrimientos incontables e incalculables. Pero la naturaleza extraordinariamente escandalosa de las consecuencias nefastas del yugo parasitario y opresor éste que causa la Iglesia Católica, con su injerencia y sus imposiciones anormales y aberradas, al Estado dominicano, al castrarle y cercenarle tanto su íntima voluntad como su capacidad de actuación libre y autónoma al pueblo y a la sociedad, con lo que les aniquila el carácter, al mismo tiempo soberano, que la Constitución le reconoce como insustituible e innegociable al Estado libre, como se proclama en su Art. 3, amén de que de paso invalida el poder soberano del sufragio electoral y la soberana voluntad popular, con lo que la Iglesia Católica y su parasitismo, comprobado y palpable, corrobora que no acepta ni comparte la autodeterminación ni la libre determinación del pueblo, y todo esto es lo que genera una conflictiva situación que, si se quiere en realidad tan sólo o siquiera hablar de modernidad con seriedad y no como charlatanes, hay que enfrentar y resolver cuanto antes y sin pérdida de tiempo. Hemos dicho que la modernidad actual es sinónimo de laicidad absoluta del Estado, puesto que modernidad significa democratización y democracia, lo que a su vez es sinónimo de Estado de Derecho, por lo que con un Concordato, que consagra además de unilateralmente, en forma absurda, la supeditación y financiamiento de un todo por parte del Estado, la sociedad y el pueblo a las actividades, supuestamente divinas y sagradas de la superchería religiosa, jamás puede existir democracia ni libertad, y mucho menos Estado de Derecho alguno. Pero además, la preeminencia del interés particular privado y extranjero de la Iglesia Católica y el Vaticano sobre el país-pueblo dominicanos, crea una situación anormal, puesto que la sociedad y el Estado tienen su naturaleza propia y definida, que proviniendo del carácter de sus actividades, de hecho resulta no sólo diferente y contrapuesta, sino contraria de por sí, a la naturaleza de las actividades supuestamente santas y supuestamente divinas de la Iglesia y de toda religión, ya que la naturaleza de la sociedad y de la actividad de la población y del Estado, es incompatible con la de las religiones y sus iglesias o confesiones religiosas, todas las que se basan en el dogma de que los hombres, agrupados en la sociedad y con el Estado que ésta engendra, deben estar destinados a servir a la deidad imaginaria que llaman dios y que erigen en el centro de la actividad de su adoración (las iglesias y las religiones), y de ese modo están obligados, sociedad y Estado seculares, a complacer y a satisfacer, por encima de todo o a cualquier nivel, a los cuerpos de sacerdotes y sus jerarquías eclesiásticas, que se autoproclaman los representantes de su llamado dios y de los deseos supuestos de éste, que se expresan a través del cuerpo de esos sacerdotes y pastores religiosos. La usurpación, a través de la continua injerencia en las actividades internas del Estado y de la sociedad, por parte de la Iglesia Católica, a través del Concordato y sus tentáculos parasitarios, se hace por medio de una complicidad mutua de la Iglesia Católica-Vaticano y los gobernantes representativos de intereses y grupos civiles y policíaco-militares contrapuestos a las grandes mayorías nacionales, como es el actual de Leonel Antonio Fernández Reyna, y siempre en aras de compartir (o repartir, que es más exacto), mutuamente entre ellos, los frutos del subyugamiento en común que aplican sobre la población y de las prácticas parasitarias por parte de la Iglesia Católica-Vaticano y de esos círculos civiles y policíaco-militares gobernantes, lo cual ilustrativamente tiene sus formales inicios con el dictador Trujillo a la cabeza de sus sicarios que usurpan el Estado e imponen su dictadura para, en el año 1954, establecer el Concordato con Pío XII que, a la cabeza del Vaticano y de la Iglesia Católica, había sido el puntal básico moral y espiritual del nazi-fascismo en Europa y sus trágicas consecuencias de genocidios y latrocinios sobre la humanidad. Más tarde, en el 1958, Trujillo le anexa al Concordato, el Vicariato Castrense, con lo que la Iglesia Católica asume el control espiritual y en gran parte el control orgánico administrativo de las FF.AA. y la P.N., lo que es casi absoluto o total, como de la educación y formación tecnológica a través del Patronato Nacional San Rafael, de ese mismo año 1958.
Tras 52 años consecutivos de vigencia del Concordato, de los cuales
apenas 7 en vida del dictador Trujillo, puesto que, contrariamente a lo
calculado por éste, el Concordato, el Vicariato y el Patronato,
representan, de hecho (y esto se comprueba por la práctica y los sucesos
acaecidos a partir de ellos), la firma de un testamento de herencia a
nombre de la Iglesia Católica-Vaticano, y no la consagración del
dictador como Benefactor de la Iglesia Católica en el país, con lo que
aspiraba a prolongar su dictadura personal como que la misma pasara en
herencia a su hijo mayor, Ramfis Trujillo, quien resultó servir poco
menos que un cero a la izquierda para los asuntos estatales y de la
política. Así, en el momento en que el nombrado repugnante personaje éste, el tal Nicolás de Jesús -Hildebrando Borgia- López Rodríguez, da el tragicómico espectáculo, donde exhibe su desorbitada arrogancia arbitraria y despótica, arremetiendo con virulencia incontenida sobre el periodista Adolfo Salomón, al que atropella y veja en forma sencillamente asquerosa y vil, pasando luego a propiciar, a través del gorila teniente general Aquino García, Secretario de las FF.AA., la humillación de esta institución, retrotrayéndola al repugnante e infame papel que le impusiera el dictador Trujillo de instrumento ignominioso de persecución criminal en contra de adversarios ideológicos y políticos, sin importarle que con ello las reducía (como tratan de hacer de nuevo tanto el sujeto alias el cardenal católico, como el condotiero del patio Aquino García) a una asociación militar de malhechores, en lugar de la institución base del Estado dominicano, que es el que le corresponde en buena ley y a la luz de los intereses supremos de la nación, la sociedad y la población criolla a las FF.AA. y a la P.N., y resulta que ni el gobierno ha sido capaz de adoptar una conclusión que vaya al fondo del asunto y de la gravedad de los hechos infames e ignominiosos perpetrados por el tal cardenal Nicolás de Jesús -Hildebrando Borgia- López Rodríguez y el a todas luces inepto e impensante como analfabeto cívico Aquino García. Ni los del “Listín Diario”, ni los del Opus Dei del “Hoy”, “El Nacional”, “El Caribe”, de la radio y la televisión, han querido ver el asunto en sus raíces y sus aspectos claves, limitándose a tratar de pasar de contrabando que son asuntos sin mayores implicaciones ni efectos trascendentes. El representante de la SIP y presidente internacional de esa agencia colonial del espionaje norteamericano, apenas ha querido llegar a, tímidamente, insinuar que esas actuaciones podrían ser vistas como atentados y violaciones a la libertad de prensa, mientras hay tales energúmenos, como el mercenario vil Jerez Wisky que, en forma descarada, llega a decir que ni la explosión de locura y esquizofrenia del personaje sacerdotal (¿por qué no supersticioso hechicero?) Nicolás de Jesús -Hildebrando Borgia- López Rodríguez, alias el Cardenal, ni la impostura que muestra al Secretario de las FF.AA., como un vulgar chivato y calié, rememorando antiguas prácticas de sus familiares y allegados durante la dictadura de Trujillo y la yanqui-balaguerista de los 12 años, constituyen violaciones a la libertad de prensa. Este asunto en realidad va mucho más allá de la simple trasgresión de la libertad de prensa para elevarse a la escalada de irrespeto total al Estado de Derecho, a todas las libertades democráticas, a la vez que es el síntoma inequívoco de lo que en realidad fraguan y traman contra el país, contra el pueblo, contra la democracia y la libertad, la Iglesia Católica-Vaticano, los círculos recalcitrantes de las FF.AA. y la P.N., como sus recuas de legiones de apologistas adocenados de la ignominia, de que el Estado dominicano siga siendo subyugado por el Concordato, el Vicariato Castrense y el Patronato Nacional San Rafael, todos en representación de los ya insoportables parasitismo e injerencia de la Iglesia Católica-Vaticano sobre el Estado dominicano. Todo esto ilustra la impostergable necesidad de que el Estado dominicano se modernice, asumiendo su laicidad, y se secularice mediante la total separación de Iglesia y Estado, cada quien por su lado.
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