La Reforma Constitucional
preconizada por Leonel Antonio Fernández Reyna es la culminación de su
programa de reformas estructurales que le diseñaran y pautaran los
centros del neoliberalismo para sepultar a la República Dominicana Desde que ascendiera al Poder Leonel Antonio Fernández Reyna en el 2004, ha venido insistiendo en llevar a cabo una Reforma Constitucional, la que en uno de sus viajes hechos, o para colocar sus capitales acumulados desde el ejercicio del Poder (y ya cada quien se imagina bajo qué honradas y honestas formas), o para obtener mayores cantidades de estos “capitales” que se sabe que ha logrado amasar y posee como su fortuna personal en cuantiosa medida, o para pasar revista y balance a sus inversiones de estos capitales suyos efectuadas en ultramar o interoceánicas desde aquí, país caribeño, hacia la Europa del Mar Mediterráneo, conforme al viejo refrán de que el ojo del dueño engorda el caballo y garantiza su vida, llegara a definir, según sus propias palabras, como “una verdadera revolución democrática”, que los entendidos en la historia y en la política como ciencia, de inmediato recibieron a mandíbulas batientes por la ridiculez de dichas palabras de Leonel Antonio Fernández Reyna que significaban, tanto testimonios francos de su garrafal orfandad de conocimientos políticos sólidos, de un lado, como de un vulgar sainete político que a lo más que alcanzaba a llegar es a la triste categoría de vodevil de striptease, en su condición de politiquero demagógico. Pero todo aquello no eran más que vacuencias y payasadas grandilocuentes de las que Leonel Antonio Fernández Reyna se ha llegado a creer un alto y excelente exponente con lo cual, al parecer, enorgullece y alimenta su enfermizo ego, constituido de lo que ha sido su vida de frustraciones empapadas en ambiciones, en la prolongada coexistencia con las miserias humanas y las más diversas degradaciones amorales que abundan tanto en Villa Juana como en los ghettos del Bronx y Manhattan de los EE.UU., para volver de aquel bajo mundo a los ghettos marginales otra vez de Villa Juana, donde saciará entonces el hambre en su errante adolescencia con un plato de comida sobrante en la casa materna del barrio vecino hacia el oeste de Villa Juana de uno que es hoy su flamante Embajador en México por segunda vez, ya que ese mismo cargo lo ocupó cuando Leonel Antonio Fernández Reyna fue Presidente del 1996 hasta el 2000, o si no, como dice, sin faltar a la verdad, su biógrafo más objetivo y de mayor credibilidad por su aproximación a través de su íntima y singular percepción penetrando en lo más cercano que se puede captar de la sicología individual de una persona, Julio César Valdez (autor del ensayo que merece leerse sin pasión y con objetividad “Leonel Fernández y yo” si en verdad este personaje se quiere llegar a conocer) éste se alimentaba furtivamente en los callejones y parte atrás del ghetto villajuanense con locrios de pica-pica o con víveres y arroz blanco guisado con tripitas y entresijo de cerdo o pollos, ya fuera en el contertulio de mozalbetes marginales o porque el piadoso vecino, acostumbrado a compartir su plato, le extendía uno para que no se fuera a la cama con el estómago en piyamas. De lo de la revolución democrática jamás ha vuelto a hablar ni a mencionar siquiera esa combinación de palabras, empleadas entonces por causas y efectos extraños y desconocidos.
Pero sí cabe recordarse que desde su primer gobierno
se ha definido como un empedernido partidario de las llamadas reformas
estructurales, que no son más que la adecuación del formato
jurídico-legal del país a la necesidad de satisfacer las demandas
desaforadas de los monopolios representativos del capital internacional,
sustentadores y beneficiarios por excelencia del neoliberalismo, como
son la enajenación de las riquezas y bienes del pueblo que posean las
características de propiedad del Estado, la privatización total de los
servicios, desde la salud, electricidad, transporte, agua, educación
hasta la justicia, salvándose el aire por no haber encontrado estos
señores la fórmula adecuada para obligar a los pobladores a pagar el
oxígeno que respiran. El perfil de Leonel Antonio Fernández Reyna como político no es otro que el del neoliberal más recalcitrante, que no se detiene ante nada ni ante nadie, pues para asumir esa condición, el primer requisito no es otro que vender de antemano su alma al diablo y despojarse de todo lo que sea prurito de sentimientos nacionales y de todo aquello que le pueda empujar a exhibir sentimientos sanamente democráticos. ¿Qué es entonces lo que este tenebroso y lúgubre personaje persigue y busca a todas luces para consumar su obra de ingeniero constructor del destructivo modelo neoliberal en el país, que hoy aplasta y asfixia al pueblo dominicano y amenaza seriamente con desarticular el país? Su llamada Reforma Constitucional posee, en su etapa embrionaria e intrauterina ya, toda una historia saturada de vicisitudes; en torno a ésta no sólo ha sido inaprensible, como zigzagueante y escurridizo, yendo desde la grandilocuente promesa de la Constituyente para terminar en la controlable Asamblea Revisora que, como certeramente afirma el reaccionario miembro de la Suprema Corte de Justicia, Luciano Pichardo, no sólo es controlable, sino manejable y de objetivos limitados y previamente establecidos y pre-fijados. Pero no sólo están esos saltos mortales y piruetas retrógrados en el asunto de la historia que ya tiene la llamada Reforma Constitucional de Leonel Antonio Fernández Reyna. Es bueno resaltar que Leonel Antonio Fernández Reyna, cumpliendo un programa indudablemente trazado y configurado por sus mentores, que son los técnicos de la banca internacional del imperialismo y de los centros estratégicos de éste, de los que es su sumiso lacayo y sirviente, puso su mostrenca creatura de la Reforma Constitucional en manos de la dirección y control de la Iglesia Católica-Vaticano, el más seguro y firme aliado y contraparte del neoliberalismo y del imperio-capitalismo mundial de los EE.UU. y la Unión Europea y demás del grupo de los países desarrollados como Japón y Rusia y es así como, en la comisión que se encargaría de ultimar los detalles de la propuesta, o sea, del proyecto de Constitución reformada que será conocida y aprobada por la Asamblea Nacional, reunida y convocada con carácter de Asamblea Revisora, tal cual lo instituye la actual Constitución, hija de la cuestionadísima Reforma del año 1994, ha colocado al monseñor católico y agente antidominicano por partida doble ya que, además de monseñor católico, es pagado por la Agencia Internacional de Desarrollo (AID) de los EE.UU., al frente de dicha comisión de la Reforma Constitucional. Así, es Agripino Núñez Collado (mejor conocido por una serie de sobrenombres compuestos, como el de ministro de cosas sucias de la Iglesia Católica y de la alta jerarquía católica del país, o el empresario mafioso de Jesucristo en la República Dominicana, el Marcinkus o banquero de dios, el Sindona o Roberto Calvi cibaeño, si no, como el Al Capone sagrado), quien preside y articula la comisión nombrada por decreto por el mismo Leonel Antonio Fernández Reyna, quien en vez de la Asamblea Constituyente, ha recurrido a montajes pre-establecidos que han sido blanco de las más virulentas y sarcásticas críticas, a los que, irónicamente, ha dado en denominar “consultas populares” y a las que, para que no mueran de soledad, les ha buscado expertos mercenarios titulados de la España franquista y opusdeísta de la Iglesia Católica-Vaticano, que han proclamado que la Asamblea Constituyente es ya una figura sepultada por la historia, equivalente a una pieza de museo, y a la vez han decretado que, de acuerdo con la cocinada democracia de élites que preconiza el neoliberalismo, que secunda y bendice la Iglesia Católica y el Vaticano, S.A., las consultas populares son el mecanismo ideal y más idóneo en lugar de la participación tumultuosa y peligrosa de las masas populares, pues el neoliberalismo posee una peculiarísima interpretación de la democracia, según la cual, ésta ya no puede ser el gobierno del pueblo para el pueblo, ni las masas su fuente y su garante, sino que se trata de que la democracia es un gobierno glamoroso y perfumado, en donde la élite, sobornada y amaestrada, sustituye el papel de las masas, y la autodeterminación del pueblo y el valor del sufragio universal mediante el voto del pueblo, son sencillamente enviados a un mundo nebuloso llamado El Carajo, y se decreta que las masas quedan reducidas a la condición de ilotas despreciables e inmundas. Y la Reforma Constitucional por la que aboga Leonel Antonio Fernández Reyna, como parte culminante del conjunto de las reformas estructurales que requiere y demanda el neoliberalismo para crear su paraíso, pero verdadero infierno para el pueblo, no es otro que la Constitución donde queden consagrados e instituidos los mecanismos, articulados y definiciones que establezcan claro y se legalice, que sumisamente aceptamos que nos enrumbamos hacia la destrucción total, cabal y completa de la nación dominicana, entregándole nuestro país, sus riquezas, historia y cultura, junto con los sueños de una patria libre e independiente, como moderna, a la voracidad insaciable de los monopolios del capital financiero internacional y que éste nos aplaste, nos descuartice y nos haga entender que la sociedad neoliberal y globalizada se rige por el neo-darwinismo y su ley de la selección natural, según la cual, sólo superviven y tienen derecho a la existencia los más fuertes y los más aptos. A esto y no a otra cosa se reduce la llamada Reforma Constitucional de Leonel Antonio Fernández Reyna. Esta y no otra es su llamada revolución democrática, equivalente a su Reforma Constitucional, culminación y conclusión de su programa de reformas estructurales reclamadas por el capital financiero internacional, esto es, el imperialismo mundial. Quien no lo haya comprendido así, pues que se deje de rodeos y acabe por entenderlo.
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