Ni Juan Pablo Duarte es el Padre de la Patria ni los llamados trinitarios, cosa que no eran ni Francisco del Rosario Sánchez ni Ramón Matías Mella que no fundaron ninguna Trinitaria Los pueblos no tienen padres, sino ancestros Déjense de leyendas mítico-religiosas para los judíos y los cristianos
Después de haber ventilado el por qué el señor Juan Pablo Duarte y Diez no pudo ni puede ser el padre de la patria, ni el fundador de la nacionalidad dominicana, ni mucho menos de la nación que lleva este nombre bajo la denominación de República Dominicana, por las explícitas y comprobadas razones refrendadas o verificadas por el análisis objetivo y ponderado de los hechos y sucesos que configuran la historia correspondiente a la nacionalidad, la nación y la República Dominicana, sin elementos extraños añadidos a éstos, así como la misma naturaleza histórico-social de cada una de estas categorías histórico-sociales, esto es, para los que deseen entender y manejar lo que se abarca y denomina como categorías en el campo del conocimiento y la investigación científica, se trata no de tales o de cualquier concepto dentro de una rama o campo de la ciencia, sino de los conceptos esenciales de cada una de dichas ramas de las ciencias, sean éstas naturales o histórico-culturales y sociales como económicas. Entiéndanse y tómense nuestros juicios en el sentido de que, cuando negamos estas calidades de fundador al señor Juan Pablo Duarte, hacemos equivalente y sinónimo a fundador de creador, o sea, que ese distinguido personaje tampoco fue el creador de la nacionalidad, de la nación, de la República Dominicana y, por lo tanto, tampoco de la patria. Pero queremos llamar la atención en forma esmerada a todos los que tengan contactos, de una u otra forma, con nuestros juicios, que implican un rumbo y un horizonte, además de un punto de vista, de cómo entendemos deben ser abordados y elucidados los fenómenos y acontecimientos histórico-sociales, conjugando sus causas y raíces económico-sociales y políticas, con sus expresiones, formas y estructuras moviéndose en desarrollo y configurando un ritmo propio a su dinámica, pertenecientes y ubicados todos estos factores en el marco del campo o área de la rama correspondiente de la ciencia o disciplina histórico-social de que se trate, y reclamando que se descarte y no se difunda aquello que no presente sus credenciales de existencia a la luz de la lógica y la razón, o que no se compadezca ni mucho menos sea concordante y armonice con la realidad de los hechos y sus consecuencias lógicas. Resalta dentro de todas las paradojas místicas y ocultas en el movimiento al que se le atribuye, tanto la paternidad como la maternidad de la nacionalidad, la nación y la República (y aquí se hace patente que en el orden de la historia y otras ciencias sociales no existen diferencias de sexo o género, lo cual no deja de ser irónico para muchos, nosotros entre ellos), la más sorprendente de todas esas paradojas, que son parte de la llamada Trinitaria, es la ausencia total en ella de reivindicaciones económico-sociales, expresadas éstas de manera directa. Ciertamente que esto es sorprendente, si no evidencia contundente e irrefutable. Hace cosa de medio siglo aproximadamente que, llegando el nombrado Hugo Tolentino Dipp de Francia, tras haber hecho un doctorado en Historia, según se decía, en la Universidad de La Sorbona, de la que, equivocadamente, la ignorancia hacía pensar en un centro de cultura científica progresiva y no en lo que en realidad ha sido desde su fundación, lo que queda definido con meridianísima exactitud al decir que dicha universidad es un centro de lo más sofisticado para los altos estudios de cómo rendirle culto a las peores infamias y a la peor vileza del oscurantismo y de la manipulación de la humanidad, en aras del parasitismo divino y los crímenes de la explotación y la opresión bajo todas y cada una de las formas en que éste se sustenta, desde finalizado el régimen de la comunidad primitiva, e inaugurando el período de la esclavitud, dejándose abierto el período de la historia que supera la barbarie y el salvajismo para dar pie a lo que se define como el período histórico de la “civilización”, que empieza, pues, con el régimen o estadio del esclavismo. Al recién llegado de Francia, precedido y rodeado de una extraña fama de atribuida erudición y conocimientos como de lo que se denomina gran inteligencia, pronto lo encontramos rodeado y atrapado en una maraña de galimatías, tras no ofrecer formas ni datos con qué avalar una expresión muy suya, a la que no le damos ni siquiera el nivel de argumento aceptable ni razonable, y más bien lo tomamos como una hoja de parras con qué cubrir impudicias y desvergüenzas, que son tan comunes a todos los que creen que la ciencia se puede sustentar en piruetas y evasivas y no en la práctica de la investigación y experimentación, que es la fuente de los verdaderos conocimientos; así como no de nuevo y otra vez en la práctica, siempre en la práctica, que ahora, además de fuente del conocimiento, es su criterio, esto es, es lo que confirma si lo que se dice haber conocido o descubierto es verdadero o falso, sino en fantocherías y aguajes envueltos en frases más poéticas que comprensibles. Así, Hugo Tolentino, tras su compenetración con los renegados revisionistas del PSP, vieja cueva de lo más podrido del oportunismo de derecha que, disfrazándose de marxistas para pretender encubrir su raída naturaleza de liberales interiormente podridos, habíanse alineado con el revisionismo jruchovista, asaltante del Poder del Partido, del Estado y el Ejército en la ex-Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS), renegando del materialismo histórico y dialéctico, renegando de la práctica política revolucionaria, y asumiendo como su bandera ideológica toda suerte de concepciones idealistas y metafísicas, como el positivismo, el pragmatismo, el agnosticismo y, como idealistas, ya tenían un pie, si no los dos, en el campo de los creyentes religiosos y agentes de la Iglesia Católica o de alguna secta evangélica. El caso es que, como el cometido principal de estos renegados revisionistas, seguidores a ultranza del mas grande traidor de los tiempos actuales, el archi-renegado y archi-traidor de siete suelas, Nikita Serguéievich Jruschov, su cometido principal no era hacer ciencia, ni estimular que la misma se hiciera mediante la investigación y el estudio, partiendo de los hechos, sino que se prosiguiera rindiéndole culto a teorías e invenciones absurdas que, en conjunto, configuran la plataforma de la engañifa sistematizada que compone la cultura o anti-cultura y la concepción de las clases retrógradas y reaccionarias de las que la Iglesia Católica-Vaticano y el protestantismo son, tanto aquí como en todo Occidente, sus principales guardianes y más celosos defensores y difusores. Recordamos las expresiones zahirientes del irónico personaje, que ya no funge ni quiere dárselas de historiador, después de haberse declarado como un agente a ultranza de la haitianización de la República, de la politiquería derechista y mercenaria, de haber renegado de la lucha por la liberación nacional, y renegado del consecuente empeño por proseguir la lucha por la independencia que se fraguara en la gesta de la Restauración, y todas esas zahirientes teoricuchas giraban en torno a la vana pretensión de querer encontrar en una razón que no fuera la naturaleza del movimiento confesional, apéndice de la esclavista y pérfida Iglesia Católica-Papado en ese tiempo, hoy Vaticano y, por lo tanto, intrínsecamente estéril en término de objetivos y reivindicaciones sociales, económicas y culturales, el llamado movimiento La Trinitaria que, dicho sea de paso, hay que dudar y tomar con pinzas, si no con un 90% de dudas y el otro 10% con certeza dividida en partes iguales con la aprehensión, el que de verdad haya tenido una existencia real; las posibilidades de que se trate de un sincretismo, resultado de una usurpación que, de manera tan singular, es consustancial con el cristianismo paulinista, con el que alcanza carácter sui generis, son igual que con respecto al supuesto prócer y padre de la patria llamado Juan Pablo Duarte, esto es, son casi seguras como falsedades. Hugo Tolentino se refugiaba entonces en que aquellos tiempos eran otros, y que era un peligroso error de dogmatismo y sectarismo estrecho (epítetos tan de moda en aquellos días en boca de los traidores revisionistas), el pretender juzgar o evaluar aquellos acontecimientos del 1844, como los de la Restauración de 1863 y así sucesivamente, con la escala de criterios revolucionarios del marxismo moderno o del nivel del desarrollo actual de las ciencias históricas o sociales. Así de sencillo se quería pasar lo de que Duarte es el padre, creador, fundador y más de la nacionalidad, nación, patria, Estado y más. Así, a la vez, con esto, se buscaba echarle agua a lo de que, en el 27 de Febrero, se proclamó la separación y no la independencia, pero, como del 27 de Febrero se arribó al desenlace, por inercia de las fuerzas sociales y políticas e históricas que protagonizaban los acontecimientos, que concluyó en la independencia y punto. Que se diga y se sustente, y que nadie lo cuestione, a menos que se quiera cometer apostasía y herejía, que el 27 de Febrero fue la fecha de la independencia nacional. Si aceptáramos el reconocido carácter, dominado por el misterio y lo enigmático, del cuestionable personaje sibilino Joaquín Balaguer, y pasáramos a darle cabida en este asunto que elucidamos, tal vez podamos comprender más cosas de la historia que las que han logrado hacer creíbles los canallas historiadores, verdaderos lacayos titulados de la Iglesia Católica, de los monopolios internacionales y de las traiciones, como no dejan de serlo, sino que lo son, Juan Daniel Balcácer, Frank Moya Pons, Roberto Cassá, Miguel Tejada y tantos otros, que hacen filas ante los que hacen los cheques, cierran o abren puertas para ascensos o para alcanzar y pasar a ocupar puestos bien remunerados en una u otra área del Estado; y es que, el tirano alimaña, en su catecismo sin ningún valor real, cultural ni histórico, titulado: “Juan Pablo Duarte, el Cristo de la Libertad”, con dicho título, lo confesaba todo, y dejaba expuesto al público el carácter del engaño, así como las raíces y los que movieron los hilos de la perfidia. Se trata, exactamente, de lo que en la exégesis histórica y antropológica se denomina sincretismo, que es equivalente al concepto general y abstracto que se pretende identificar en cada cosa en concreto del área de que se trate, pero que no es ninguna a la vez. El sincretismo, a diferencia del concepto, que posee una base material en concreto, cuando es de carácter religioso y metafísico se crea alrededor de figuras, objetos a veces imaginarios y de leyendas. Así, Jesucristo no es otra cosa que un sincretismo de esta naturaleza. ¡¡Y dale que ha sido empleado en abundancia nociva!! Lo de Jesucristo o Cristo no es comprobable, ni tampoco es ni fue real, y se acepta sólo por fe, por atavismo, por costumbre, por ignorancia, por consuelo, como el grito impotente de una criatura oprimida, sin esperanza en sí mismo ni en la humanidad. Como el tal cristo es un sincretismo, inventado para conveniencia y satisfacción del Imperio Romano, Juan Pablo Duarte es el cristo de una libertad inexistente, falsa y un verdadero engaño de parte de los enemigos a ultranza de libertad e independencia. El lema que ha empleado, saturando la atmósfera nacional, la llamada Comisión Permanente de Efemérides Patrias (CPEP) que controla, como a todo el Estado dominicano, la perversa y siniestra Iglesia Católica-Vaticano y su parasitismo vividor del pueblo en forma cada vez más insoportable, con una estatua como fondo del supuesto padre de la nacionalidad, de la nación y de la República, Juan Pablo Duarte: Un niño con la vista fija en la estatua, y en lo alto, el epígrafe hitleriano sobre la manipulación de la voluntad del hombre desde su niñez, y el lema es: “Ellos -los niños- copian lo que ven… si los acercamos al mito, al sincretismo irreal, terminarán pareciéndose o queriendo parecerse a él”. ¿No es éste un ejemplo de lo de que: el fin justifica los medios, una mentira repetida hasta el infinito se convierte en verdad obsesiva, y, a falta de razón, abrámosle las puertas, de par en par, a la superstición, que se llama la fe?
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