Extorsión, chantaje, amenazas y
superstición no caben a
¿Quiere acaso conocer lo que es el empleo descarnado y sin atajos del
chantaje en una polémica o discusión en torno a un tema o un problema
social y nacional a resolverse y en debate? Esta es la reacción de los partidarios de la superstición religiosa cristiana, y católica en particular, que sólo poseen presunciones, oscurantistas y supersticiosas precisamente, para enfrentar y manejarse ante un hecho convertido en fenómeno real y práctica social, por mandato de la necesidad y bajo el dictamen de la libre voluntad, que se refuerza con los avances, logros y nuevos peldaños alcanzados por el desarrollo de las ciencias médicas y farmacéuticas, aparte del desarrollo de la sociedad en general y particular, como ocurre ante la cuestión de la práctica del aborto por parte de la mujer preñada.
La realización o práctica del aborto es un hecho masivo que se repite,
aún a contrapelo de la inquisitorial persecución y penalización legal.
La curiosidad del por qué -co-gito ergo sum- de este problema nos lleva
de cabeza y nos mete de lleno en la sociología científica, que parte de
las relaciones entre las condiciones materiales de existencia como
factor determinante de la voluntad, la ideología, filosofía, deseos y
hasta de las cuestiones existenciales, como algunos capciosos se
inclinan por decir. Así, en torno a éstos, tanto el aborto de una preñez resultado de una fornicación, como la fertilización en laboratorio de una mujer para que ésta quede preñada, son cuestiones personales que es su protagonista, la mujer (que es quien ha de cargar con el gran peso de la responsabilidad para el resto de su existencia, en medio de una sociedad cuyo Estado se distingue por la evasión de sus responsabilidades sociales), quien debe -dicha mujer-, y nadie más, decidir, y al enfrentarse al problema lo hace conforme sus criterios y necesidades. En último caso, los legisladores y las leyes sociales, a lo más que pueden llegar es a buscar la forma de reglamentar, de la manera más racional y beneficiosa, acorde con la sensatez y la prudencia, la práctica del aborto. De ahí que se pueda legislar para que los mismos se lleven a cabo acordes y sujetos a las más estrictas condiciones y reglas de la ciencia médica, pero no para impedirlos, en contra de la mujer preñada y obligándola a parir, pues casi desde siempre ha estado penalizado y se sigue llevando a cabo, sin que todavía aparezca una sola mujer acusando, sometiendo a la Justicia y demandando a un médico por haberle practicado un aborto no deseado.
Es que alrededor de la preñez de una mujer, cosa que no es compartida
por los homosexuales (como se inclinan a ser los que forman las legiones
de sacerdotes, curas y obispos católicos cristianos, que renuncian de la
boca para afuera, o sea, en forma hipócrita, a las relaciones sexuales
entre hombre y mujer), confluyen numerosos y complejos factores
económicos, de educación, de empleo, de cuidado, de qué hacer durante el
tiempo de gestación y lactancia, etc., así como qué será de ahí en
adelante para la mujer que queda preñada y pare. En definitiva, el aborto y su práctica, como la inseminación en laboratorio, o ponerse o quitarse parte del busto o de las nalgas, como operarse de apendicitis, de un quiste ovárico, como hacerse una laparotomía, son asuntos personales que, por su reiteración y práctica, forman un fenómeno social que la sociedad humana tiene obligatoriamente que aceptar y aprender a convivir con él. Y una pregunta final. ¿Quiere usted saber qué es y quiénes son los que emplean la máxima amoral de: el fin justifica los medios? Pues no se tome mucho trabajo y oiga y vea la actuación de ese super-brujo y portaestandarte de la superstición ultra-parasitaria del pueblo y el Estado dominicanos llamado Nicolás de Jesús -Hildebrando Borgia- López Rodríguez y la Iglesia Católica como las sectas protestantes, con un vivo y agente yanqui llamado Braulio (El Vividor) Portes, y ahí está la respuesta misma en forma viva.
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