Rafael Molina Morillo el personaje clave en la orquestación y asesinato de José Almoina Mateos en México el 4 de mayo de 1960

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Rafael Molina Morillo

Ex-Presidente de la Sociedad Interamericana de Prensa (SIP) y ex-Director del "Listín Diario", endeudador del mismo, al parecer cumpliendo directrices de Pepín Corripio.

Ese mismo personaje que se vende como un notable defensor de la libertad y adalid de la tenebrosa Sociedad Interamericana de Prensa (SIP), y que Pepín Corripio usa como una pieza para su mercenario manejo de la prensa mediática, quien fuera espía pagado, tanto de la dictadura de Trujillo como de la de Francisco Franco en España, tiene como hazaña más sobresaliente de su escabrosa existencia, ser el elemento clave para el asesinato, en la fase de logística de éste, esto es, de información, documentación y ubicación, que habría de terminar en el hecho criminal del asesinato de José Almoina.

Hizo de elemento clave, como hemos dicho, para la ubicación, recogida de información y pormenores de la vida de José Almoina en México, lo que es imprescindible para orquestar ese tipo de asesinatos, los cuales suministró al Servicio de Inteligencia Militar del dictador y que éste empleó encomendándole la operación final al verdugo Jhonny Abbes García, para llevar a cabo lo planificado, como ocurrió el 4 de mayo de 1960, día en que José Almoina Mateos cayó fulminado. Este, en vida, después de haber sido colaborador como secretario personal del dictador, al irse del país, se tornó en un formidable opositor suyo, como ya lo era de Francisco Franco desde la guerra, por lo que, siendo partidario de la República derrotada, hubo de salir, refugiándose en República Dominicana.

Rafael Molina Morillo, recién graduado de Derecho en la Universidad de Santo Domingo, jamás ejerció tal profesión, y fue de inmediato becado en España para especializarse extrañamente en periodismo, al tiempo que se vinculaba, por medio del Opus Dei, a los servicios de espionaje y terror del dictador del nacional-catolicismo y fascista (falangista) Francisco Franco. Regresó al país para el 1954, a raíz de la firma del Concordato, hecho a imagen y semejanza del que Franco había suscrito apenas un año antes, esto es, en el 1953, y fue colocado por el dictador Trujillo como Director de "El Caribe" de donde, después de una minuciosa investigación, fue escogido entre varios, por razones muy valederas, para efectuar un sigiloso acercamiento a José Almoina, quien, después de haber escrito su famosa obra "Una satrapía en el Caribe" bajo el seudónimo de Gregorio R. Bustamante, en el 1949, quiso despistar al dictador con la publicación del apologético texto del 1950 de su otra obra "Yo fui secretario de Trujillo", firmado de su puño y letra como su autor.

Entró así Almoina en una enjabonada pendiente de un peligroso y fatal juego del gato y el ratón, o del gato y el ratón que quieren darle batalla al tiburón, como decía un inicuo merengue de la época, que era una parodia a los enemigos de Trujillo.

Los aduladores y lambones de la hiena de San Cristóbal, tras la publicación de "Una satrapía en el Caribe", de inmediato comenzaron las instigaciones para asesinar a José Almoina, y alguien le presentó el plan de acercamiento, con fines de información, con José Almoina Mateos, para, en base a el, elaborar la logística del crimen. Y a la vez, le hablaron de ese joven de adhesión fanática a su causa, como ya al mismo Trujillo se lo había expresado en persona en el viaje que hiciera a su paso por España, dándole testimonios de incondicionalidad ante lo que el dictador tuviera a bien ordenarle, como luego relataría Rafael Molina Morillo en una carta a la hermana suya.

Le hablaron del interés común de Francisco Franco en deshacerse de Almoina, que estaba en estrecho contacto con Jesús de Galíndez que, como agente consultor de la CIA, residía en los Estados Unidos, y opositores al franquismo eran enemigos a tomar en cuenta.

Pero además le informaron al dictador que Rafael Molina Morillo, joven entonces, ambicioso e inescrupuloso, estaba vinculado a José Almoina Mateos desde que éste fuera su secretario en el país, así como conocido de Pepito Almoina, hijo de Almoina Mateos, por lo que no tendría ningún problema en lograr el cometido de la primera y más importante fase de la operación criminal, que era acercarse al objetivo blanco de la operación.

Todo eso venía por vía de que Rafael Molina Morillo vivió un buen tiempo, durante su ingreso a la Facultad de Derecho en la Universidad, en la casa de Almoina, en la que éste le había rentado una parte de la misma a los padres de Molina Morillo, a raíz de éstos trasladarse, con toda la familia, desde La Vega a la Capital.

El viejo Almoina se dejó embaucar del joven que había conocido hacía unos 15 años aproximadamente en tiempo atrás.

Así, dicho joven elaboró el expediente completo sobre las costumbres, movimientos y hábitos del blanco. Y poco después de que el dictador recibiera los embates de la Iglesia Católica-Vaticano (lo que se produjo el 26 de Enero del 1960) reclamándole con su vida hacer realidad el testamento que le había suscrito el dictador en el 1954 y el 1958 respectivamente, éste canceló de inmediato a Héctor Incháustegui Cabral, Embajador en México, que era un hombre totalmente de la Iglesia Católica y pariente cercano del destacado jurista Eduardo Sánchez Cabral, que mostraba veleidades frente a su régimen.

Mientras tanto, Rafael Molina Morillo, ya casado con su actual esposa, tenía su casa en Ciudad México, y en ella se alojaba su suegro, que a su vez era tío de Navajita Espaillat, el terrible sicario titulado de Trujillo y de la CIA, que a su vez era primo hermano de su esposa Francia Espaillat. El padre de ésta era Doctor en Medicina y estaba haciendo una especialidad en ciudad México.

-CONTINUARA-

 

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