Neoliberalismo entrecruzado con clericalismo teocrático arroja catastróficos resultados

 

Lo que da el sello de catástrofe general predominante que augura un inevitable ensanchamiento como ahondamiento de la crítica situación imperante en el país, cuya principal consecuencia social es la multiplicación de la miseria, la pobreza y las penurias de las masas del pueblo, es que al desastre económico-financiero, con el aniquilamiento de todas las fuentes económicas productivas, se suma tanto la burla por parte de las autoridades gubernamentales civiles, como militares y policiales, de todo derecho ciudadano, atropellando de paso el ordenamiento jurídico que forma el entramado legal del país y es base de sustentación jurídica de la sociedad, lo que culmina en la entronización de una política oficial de terrorismo y asesinatos de Estado.

Esta política terrorista se encubre bajo el alegato fascista-recalcitrante de garantizar la seguridad del Estado por encima y contrapuesta a la seguridad ciudadana y fue concertada y aplicada en común acuerdo entre el sanguinario y corrupto Leonel Antonio Reyna, cabecilla gubernamental del los pálidos-pelegatos y la Iglesia Católica-Vaticano, personalizada en el Arzobispado de Santo Domingo, cuyo cabecilla es el parásito y criminal consumado Nicolás de Jesús -Hildebrando Borgia- López Rodríguez.

Esa política oficial del terrorismo de Estado y sus consiguientes asesinatos de ciudadanos, que quedan inscritos como asesinatos de Estado, es el producto directo de una aberración que desde niño Leonel Antonio Reyna albergara y alimentara, fruto de su resentimiento contra el pueblo y el país, a consecuencia del derrocamiento de la nefasta dictadura de Trujillo, a la que pertenecen, como sicarios y asesinos desalmados, los que son tenidos como su padre biológico y su padre legal, siendo este último, José Antonio Fernández Collado, quien fuera el chofer y marido del homosexual León Estévez, ex-marido de Angelita Trujillo, y quien recientemente murió, sospechándose que fue ejecutado por órdenes del clan de los Trujillo, que en esos mismos momentos de la muerte de marras estaban provocando y escandalizando con su depravada campaña de apología al régimen de la hiena de dos patas que fuera el ladrón, asesino y aberrado Rafael Leonidas Trujillo Molina.

Son inocultables el odio y el resentimiento aberrados de Leonel Antonio Reyna en contra del país y el pueblo dominicanos, a los que acusa de ingratitud por desechar tanto al dictador Trujillo como a la ocupación yanqui.

En la alocución que Leonel Antonio Reyna hiciera al país el 1ro. de noviembre del 1996, a los pocos días de cuando ascendiera por primera vez al Poder, solicitó públicamente (conforme acuerdo previo entre criminales con la Iglesia Católica) que si la Iglesia Católica le acompañaba y respaldaba, estaba dispuesto de inmediato a darle un permanente baño de sangre al país y al pueblo, que llevaban 30 años (desde el 1966), a raíz de la salida de las tropas de intervención norteamericana al país, viviendo en el caos y la anarquía, como si aquí no existieran leyes ni autoridades.

Textualmente dijo las siguientes palabras, en las que, lo de "si dios me ampara" no es otra cosa que si la Iglesia Católica me apoya, dado su contubernio oneroso con este antro de parasitismo y reaccionarismo inveterado, esto es, incorregible:

"En lo que llevo en el Palacio Nacional no me he encontrado todavía en los pasillos con el fantasma de Trujillo. Pero tampoco necesito hacerlo" (óigase una y otra vez: no necesita encontrarse con el fantasma de Trujillo; y sáquense las conclusiones de lugar. Nota nuestra). Y sigue diciendo Leonel Antonio Reyna: "Con la ayuda de dios y de todos mis conciudadanos contribuiré a ponerle freno al desorden y a la indisciplina que durante más de 3 décadas se han apoderado de la sociedad dominicana, generando la impresión de que constituimos una sociedad donde impunemente se viola la ley y no hay poderes establecidos".

La ola criminal por parte del Estado, a través de la P.N., que es un órgano descaradamente represivo, opuesto al ejercicio de los derechos democráticos, con carácter de organización de sicarios y escuadrón de la muerte, a consecuencia del pacto funesto de Leonel Antonio Reyna con la Iglesia Católica-Vaticano, se ha convertido en un cataclismo de muertes por ejecuciones que cada vez alcanza un nivel de escala mayor, y ya después de casi 15 años ininterrumpidos, una vez que el Perrodé y el rufián, ladrón e hijo de la gran puta como ninguno, Rafael Hipólito Mejía, de hecho dieron continuación a la carnicería, como si tal cosa no fuera nada extraordinario, el balance de los ejecutados en la susodicha vorágine del terrorismo gubernamental sobrepasa los 30 mil ciudadanos ejecutados, lo que no es, como alegan los apologistas de la carnicería, ninguna exageración, ya que con esa cifra conservadora estamos promediando las ejecuciones policiales extrajudiciales a razón de 2,000 por cada año, lo que, como es fácil de comprobar, se queda corto ante la cantidad de ejecutados extrajudicialmente por los escuadrones policiales de la muerte, amparados en la política gubernamental de terrorismo de Estado y los asesinatos de Estado, a los que el régimen entreguista, antipopular y clerical católico les da absoluta impunidad; como resulta por igual en extremo fácil de comprobar con la actuación de los jueces y el Ministerio Público, que responden tanto a la Iglesia Católica-Vaticano como a los espurios y bastardos intereses paranarco-terroristas de Leonel Antonio Reyna, con lo que de paso quedan otra vez al desnudo, tanto la Suprema Corte usurpadora que encabeza el apátrida gitano mercenario y aldeano montaraz Jorge Subero Isa, a quien acompaña una jauría de rábulas del derecho que forman un estamento de desechos de escorias humanas, como que Leonel Antonio Reyna y su gobierno pelegato son el Estado mayor del narcotráfico, de la corrupción, del terrorismo y de la impunidad, lo cual queda ilustrado de pies a cabeza con el caso del grupo de Figueroa Agosto, que indudablemente actuaba bajo las órdenes y los auspicios de Leonel Antonio Reyna.

Como causa directa de esta vorágine destructiva se destaca el modelo neoliberal (que es dictado e impuesto por el imperio-capitalismo mundial), con sus rasgos peculiares para nuestro caso, en el que dicho modelo se implanta en un régimen económico-social y de Estado burgués-terrateniente, donde prima el despotismo, la autocracia y el absolutismo, en que la Iglesia Católica-Vaticano, Apostólica, Romana y cristiana, por medio del Concordato, el Vicariato Castrense y el Programa Católico de Educación Nacional, que para su encubrimiento se le diera la forma de "Patronato Nacional San Rafael para la Región Fronteriza y otros lugares" cuando formalmente se estableció, en el 1958, por acuerdo entre el dictador Trujillo y el Opus Dei (La Obra), con sede en España, representado por su Presidente, el alias monseñor Casimiro Morcillo, quien quedó como Presidente ejecutivo en funciones y el dictador, ahora el que ocupa su lugar, como el presidente pantalla de dicho oneroso acuerdo, en el que se le otorga al Vaticano y a la Iglesia Católica, como su representante, la condición de metrópoli colonial sobre la nación dominicana, con un significado correspondiente con toda exactitud al modelo de subyugamiento del neocolonialismo que se superpone, anulando el carácter soberano del Estado Dominicano, de una nación supuestamente libre e independiente, y por igual anula la soberanía nacional, una vez que el Estado es la expresión jurídico-institucional de toda la nación. El carácter del Estado inevitablemente se irradia sobre el país y define el carácter de la nación.

De por sí el neoliberalismo, que se sustenta en la negación y anulación, en los hechos y mediante trucos y subterfugios jurídicos, de los derechos y atributos de las naciones de inferiores niveles de desarrollo económico-social e institucional, como es el caso de los países del Tercer Mundo, posee una naturaleza catastrófica y devastadora para las soberanías nacionales y para las soberanías estatales y esto adquiere la dimensión de un axioma que no necesita demostración; así se multiplican y centuplican las capacidades de generación y reproducción de catástrofes económico-sociales y de enajenación para las naciones como la República Dominicana, por parte del neoliberalismo, al éste entroncarse, o sea, combinarse, con el subyugamiento de que nuestro país es víctima, a su vez y al mismo tiempo, por parte del poder parasitario y retrógrado, de manera invariable, de la Iglesia Católica-Vaticano, Apostólica, Romana y cristiana.

El fenómeno que genera el entrecruzamiento sobre y a costa de la República Dominicana de la dominación conjunta del neoliberalismo y el yugo de la Iglesia Católica por medio del Concordato, el Vicariato Castrense y el programa Patronato Nacional de la Educación Católica, es lo que explica la calamitosa situación de hambre, miseria, atrasos inauditos, envilecimiento masivo de la población, la imposibilidad de que el Estado, que está de hecho anulado por esas camisas de fuerza de ventosas y tentáculos opresores, desempeñe un papel positivo a favor de la sociedad y de la población; y de esta realidad patética es que, sin medios de vida ni de trabajo, la población está impedida de tener acceso a la educación como a los medios de salud, y es a partir de esa realidad que se despliegan, desarrollándose en un grado tal y con una intensidad como fuerza de una potencia arrolladora, la llamada delincuencia, el narcotráfico y la inseguridad ciudadana.

Es tan lógico como inevitable todo lo que está aconteciendo, y es explicable, aunque de ninguna forma se justifica, ni puede avalarse ni hacérsele el juego, pues eso sería asumir el papel de apologista de lo que no responde a las necesidades nacionales ni del pueblo (ahí no vale "yo creo", "es que ellos creen" ni "Juan tu tía"), que los representantes y beneficiarios del régimen y modelo entrecruzado con el dominio parasitario de la Iglesia Católica-Vaticano, vía el Concordato, traten de justificar la existencia de su monstruosa criatura depredadora y que para sus funestos fines apelen al empleo de alegatos y pretextos que, siendo coartadas, los emplean como argumentos de sustento de sus mezquinos intereses, que causan un irreparable daño tanto a la población como a la nación y a la sociedad en general.

Las intenciones como el interés en la defensa del régimen mostrenco del entrecruzamiento mencionado, representan el material aborrecible con el que se ha creado a su vez una apologética compuesta de los alegatos y pretextos que se usan como coartadas para otorgar validez de derecho a sus perjudiciales privilegios, que son sus espurios intereses.

Pero esto de la apologética de la causa y efectos del neoliberalismo y del dominio parasitario de parte de la Iglesia Católica-Vaticano sobre el país, el pueblo trabajador y la sociedad, tiene como núcleo la negación de la diferencia contradictoria entre lo correcto y lo incorrecto, como entre las causas y los efectos, o bien, entre lo que es y tiene contenido real, de un lado, y los alegatos, pretextos y coartadas, productos ideológicos aberrados a los que se pretende legitimar, empezando por reconocerles calidad material en lugar de la realidad objetiva, del otro lado.

 

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