Son contrarios al interés nacional y de la sociedad como enemigos del pueblo, la prensa comercial-amarilla y sus plumíferos 21-11-2013
Cada vez que se producen acontecimientos de verdadera importancia para la población y la nación dominicanas, nos encontramos con que la prensa comercial y sus cagatintas siempre están contra el interés nacional y patriótico, como por igual vendidos a los enemigos internos y extranjeros de los dominicanos, que son países imperialistas y sus monopolios, a los que la burguesía corporativa, que es una secreción apéndice del emporio parasitario y holgazán Iglesia Católica-Vaticano y las sectas protestantes, se supeditan, y son esos grupos oligárquicos corporativos del patio los dueños de los órganos y medios de prensa escrita, radial y televisada, que a la vez fomentan mercenarios cagatintas, como si fueran un ganado vacuno o porcino. Ese nocivo papel de la prensa comercial y amarilla, que se explica en esas razones, y que opera en forma mercenaria, se ha hecho evidente ante la sentencia del Tribunal Constitucional de la República Dominicana, que reafirma la condición de no dominicanos ni poder obtener la nacionalidad dominicana, de los haitianos residentes ilegales en el país, como por igual los hijos de esos ilegales que hayan nacido durante la permanencia de sus padres, en este caso haitianos, en el país, de manera ilegal, no respetando el orden jurídico ni constitucional vigente.
Sobre todo esos órganos de la prensa mercenaria y sus plumíferos
igualmente vendidos y, por lo tanto, del mismo modo mercenarios, han
manipulado y tergiversado el papel fundamental de la Constitución, cuya
correcta aplicación, su correcta y válida interpretación, han sido
regateadas con alegatos que embisten el criterio, o sea, la condición,
de ley fundamental de la nación y de su Estado nacional, que es la
República Dominicana, que le concierne, por encima de todas las otras
funciones, a la Constitución de la República.
Esos mismos países, que se empecinan en la destrucción de la República
Dominicana mediante la haitianización, no quieren a los haitianos ni a
la haitianidad en sus territorios. Ni Cuba, ni EE.UU., ni Canadá, ni
Venezuela, ni Ecuador, ni Brasil, etc., etc., quieren a dichos
extranjeros. Si por equivocación los aceptan hoy, mañana están al grito,
pidiendo que se los lleven, que se los lleven, que son imposibles de
soportar. Esos letrados, vendidos y comprados por los mercaderes de honras y dignidades del extranjero, con sus conocidos socios en el país, ni siquiera mencionan la existencia, ni tampoco el derecho a la existencia, del Estado soberano dominicano, como tampoco relacionan a éste con su Constitución, y afirman que ésta no tiene que ver con eso de Estado nacional dominicano, que eso de Estado nacional dominicano es obsoleto, o sea, que ya caducó, y que la Constitución tiene por finalidad la defensa de los derechos humanos de los nacidos en el país. De más está decir que todo eso es tan extraño como sospechoso. Por eso, a tales sujetos, doctos en un extraño derecho que sólo ve a favor de lo extranjero y no reconoce ni siquiera el derecho a la vida a los dominicanos en su misma patria, ya que cuando a estos dominicanos, jóvenes, los ejecuta la Policía, desconociendo que en el país hay un Poder Judicial, que las leyes y la Constitución no legalizan la pena de muerte, y mucho menos autorizan a la Policía ni a las FF.AA. para tales cosas, resulta que ni a esos expertos conocedores del derecho al revés, o sea, el derecho contra los dominicanos, como tampoco a los viles mercenarios de la prensa amarilla, muy bien conocidos como plumíferos cagatinta, venales por mercenarios, y mendaces por mentirosos y tergiversadores de los hechos, de las realidades y de la verdad, jamás se les ha oído decir que la P.N. no debe seguir matando, por vía del fusilamiento, a ciudadanos, cuando su deber, según las leyes y la Constitución, es traducir a los tribunales, para ser juzgados, a los sospechosos de haber alterado y violentado las leyes. Así, ahora sí tienen ojos, boca y lengua para hacer un bullicio ensordecedor de que la sentencia viola la Constitución, puesto que los haitianos, que se dicen dominicanos, y que no respetan ni acatan nuestra Constitución ni nuestras leyes, quedan, con la sentencia, desprovistos del derecho a tener una nacionalidad y, por lo tanto, va contra nuestra Constitución. A esos manipuladores y mercenarios les llamamos chopos y chopas del derecho y del periodismo, por cuanto son miserables siervos abyectos y viles de la gleba de los EE.UU., del Canadá, de la Iglesia Católica-Vaticano, de las ONG’s, de los países imperialistas de la Unión Europea y de los sectores antinacionales y retrógrados, que se cimbrean presumiendo de expertos constitucionales y cosas por el estilo, en tanto desligan, levantando, no cabe duda, una especie de muralla china, entre la Constitución y la nación, al igual que respecto al Estado nacional dominicano, y todo por un inocultable como muy conocido, por parte de la opinión pública, bien pagado mercenarismo. No pasan de ser chopos y chopas del derecho y del periodismo mercenario, adocenado, venal y mendaz, cuya misión no es fomentar la conciencia histórica necesaria para una ciudadanía digna, como tampoco lo es informar sobre los hechos y sus interpretaciones, sino que su meta es tergiversarlos y manipularlos, como el medio más fácil de desinformar y crear confusión. Todo aquel que, sin la menor vergüenza, apela a la Constitución como un instrumento de satisfacción personal o individual y no como ley del contrato social en que se basa la sociedad, que hace de espina dorsal para el sustento en firme del Estado nacional y de la nación, sólo puede calificar como chopo y chopa del derecho y rábula de éste, si no como dedicado a las chicanerías. La unilateralidad, es obvio que arroja un fatídico saldo de trivialidad y superficialidad. Y ello se pone de relieve con todas sus fuerzas cuando acusan la sentencia del Tribunal Constitucional de auspiciar que los hijos de los haitianos ilegales queden reducidos a ilotas y apátridas, lo que de primera intención es una perversidad que delata la existencia de un retorcimiento irreparable que alcanza la connotación de una muy seria aberración, aunque quieran ocultarlo con fines demagógicos, y provocando los más pueriles sentimientos de conmiseración hacia los haitianos, una vez que es bien sabido que, existiendo en la Constitución haitiana, como principio de la nacionalidad haitiana, el jus sanguinis, todos los hijos y descendientes de haitianos de generación que alcance su memoria histórica, son haitianos por nacimiento; puesto que siendo tan, pero tan expertos en asuntos de constituciones, no pueden ignorar que el jus sanguinis arrastra la condición de la nacionalidad de sujeción perpetua, esto es, que opera y genera los efectos correspondientes, sin importar dónde nazca ni las condiciones en que lo haga. Sólo así, y no de otra manera, se adquiere la nacionalidad haitiana, lo que de nuevo y otra vez nos hace sentir la más fervorosa sospecha.
Y siendo así lo de la nacionalidad haitiana, cabe descartar de plano y
tomar sólo como algo de por sí demagógico y chantajista, lo de que al no
calificar para la obtención de la nacionalidad dominicana, bajo ningún
concepto cabe concluir que se queda siendo apátrida y desnacionalizado,
puesto que todo haitiano nace siendo haitiano, como resultado de que el
principio de su nacionalidad, de acuerdo a su Constitución, es el jus
sanguinis. Fingen ignorar, y persisten en cimbrearse como expertos en derecho constitucional y cosas por el estilo, y sin embargo, no quieren tomar la más elemental de las premisas que reconoce el derecho, la cual consiste en que no hay ley sin su contrapartida correspondiente, la reciprocidad; así, es lógico que si los haitianos reclaman derecho de adquirir la nacionalidad de otro país, ¿cómo es que nadie puede adquirir la nacionalidad haitiana? Así, por igual, tanto los chopos y chopas del derecho como sus epígonos dentro de la politiquería, como es el caso espeluznante del lacayismo desvergonzado de la evidentemente inescrupulosa y desalmada Minou Tavárez Mirabal, y otro tanto hacen esos crápulas de la prensa amarilla, con sus legiones abominables y repugnantes de plumíferos cagatinta y vendidos a nivel de a tanto por línea, como las más bajas e inmundas de las prostitutas, para los que nada cuenta el sentir ni la conciencia patriótica de la población hacia lo interno, esto es, hacia el núcleo de las masas populares, expresadas en el apoyo militante a la sentencia en cuestión del Tribunal Constitucional. Para esos granujas y desvergonzados sólo importan y cuentan sus amos. Tal es el caso de la banda de Juan Bolívar Díaz Santana, como Fausto Rosario Adames, Huchi Lora, Marino Zapete y demás, como para la Miriam Germán, la Isabel Bonilla de Estrella, o la Katia Jiménez, para quienes lo que importa y cuenta es lo que digan los organismos extranjeros, no lo que rechazan y expresan la conciencia y el sentimiento populares. En la letrina “Hoy” pudimos leer el sábado 3 de noviembre: “Condenan a 10 años haitiano que agrede a menor” y cuando se lee el texto se trata de que fue condenado por violación de una niña de escasos años de edad. ¡Vaya con el tipo de agresión! Hay un traído y jalado por los cabellos alegato, de carácter singularmente vil, canalla e infame, que es el de la acusación de racismo y de racistas, de que nos incriminan aquellos que, no cabe duda, son haitianófilos, por cuanto han creado una espuria y podrida concepción oportunista, con la mediocridad extrema que conlleva la haitianización y la fusión de la República Dominicana con Haití, para dar pie a una especie de clon artificial o adefesio esperpentoso que ya han definido como República Domínico-haitiana, cuyo rasgo más sobresaliente, amen del sacrificio homicida de toda la historia nacional y del acervo dominicano a favor o en pro de la civilización y el progreso, en aras de la bestialidad tribal y el espíritu refractario en forma recalcitrante a todo cuanto signifique civilización, que es un rasgo fundamental de la idiosincrasia tribal de la haitianidad, y no a favor del haitiano espía, pagado de la CIA como empleado a sueldo de la CIA, el recalcitrante anticomunista José Francisco Peña Gómez, y lo mismo que esos renegados y ultra-traidores revisionistas, como Roberto Cassá, Negro Veras, que esgrimen sus inocultables complejos y condición de resentidos, dándole forma de acusación de racista a los que defendemos a la nación dominicana de la haitianización; sobre todo eso es lo que ocultan meticulosamente como su más preciada arma Hugo Tolentino Dipp, Franklin Franco, etc., como viles mercenarios. Si no supiéramos que se trata de inescrupulosos, desalmados y oportunistas amorales y contrarios a todo principio ético, tal vez hubiesen logrado ganar algún terreno con el sambenito de racistas anti-negro; no obstante, deberían avergonzarse de tenerse por historiadores, ya que lo que está registrado en la historia es, que en toda América Latina no hay ningún conglomerado humano tan ancestralmente racista y chauvinista racial ,como el conglomerado tribal haitiano, lo que da pie, con amplias bases materiales, a las influencias expansionistas criminales de los haitianos, por influencia de los zulúes africanos y sus tribus. En Haití y entre los haitianos el racismo ha sido el elemento con que han suplantado la vocación nacional, que les ha faltado, y de lo que son totalmente huérfanos, así como impenitentes mercenarios a favor de los colonialistas y recolonizadores imperialistas.
La acusación incoada en la fiscalía contra los traidores y
mercenarios
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