Chopos y chopas vendepatria en todas sus variedades y al estilo de mercenarios 21-11-2013
De los chopos y chopas del pensamiento y el mercenarismo vendepatria, lo único original del caso es que no han sido amaestrados en general, sino sometidos a ese proceso de lavado de cerebros en torno al viejo empeño obsesivo de la Iglesia Católica-Vaticano, Apostólica y Romana, puesto de realce al inicio del siglo XIX cuando las naciones y países, anteriormente colonias, se dispusieran a emanciparse y a obtener la primera independencia, que es la política formal, proceso que contó con la más recalcitrante oposición de la Iglesia Católica-Papado Apostólica y Romana. Esta variedad de lacayos y sirvientes, de condición siervos de la gleba, es amaestrada en negarles a las naciones su derecho a la autodeterminación popular y a la soberanía nacional, lo que hacen empeñándose en castrar la naturaleza y alcance de la Constitución para nuestras naciones subyugadas y colocadas como platos del menú del imperialismo y su prostituta, que es la Iglesia Católica-Vaticano, castrando el majestuoso concepto sobre la Constitución de Ley Fundamental de la Nación, del Estado, del Poder de éste, y dentro de todo esto, el contrato de la reglamentación de las relaciones entre los ciudadanos miembros de dicha sociedad, para, en lugar de todo esto, reducirla a ser sólo y exclusivamente el medio de amparo de los derechos humanos, en lo que no se definen clases, y por estar en general, se ha de entender que se trata de los exclusivos derechos de la burguesía. Y esos sirvientes son nuestros chopos y chopas del derecho, que, como siervos de la gleba, carecen de fidelidad nacional o patriótica, como también nuestros plumíferos mercenarios y sociógrafos, politógrafos, maketing y seudo historiadores como seudo intelectuales venales. Hacen caso omiso a que, por principio, la Constitución es la Ley Fundamental del proceso de establecimiento, desarrollo y consolidación de una nación y su Estado soberano, en tanto potencializan lo individual y particular, pero que de por sí nunca llegará a ser nación ni patria; nunca tendría ni alcanzaría a ser una nación ni a forjar una patria. Se jactan de afirmar que la Constitución es lo que cada quien quiere que sea y se remiten a su Art. 40. Así, esos chopos y chopas del derecho, por su condición de sirvientes de los explotadores, Miriam Germán, Katia Jiménez, Isabel Bonilla, Olaya Dotel, Juan T. H., Marino Zapete, Ramón Colombo, Eduardo Jorge Prats, Castaños Guzmán, Cristóbal Rodríguez, etc., condición extensiva, la suya, al campo del periodismo, en el que su mercenarismo es tan escandaloso como depravado y, por igual, al de la politografía y sociografía, como lo ilustran las pordioseras de principios y agentes a sueldo de la USAID-CIA Rosario Espinal, Tahíra Vargas y demás, todos y cada uno de estos especímenes mercenarios e impostores, se distinguen por el hecho de que, en ningún terreno ni en ningún campo de la actividad económica, política, social e ideológica, insistimos, cual que sea el campo de actividad, el gran desterrado, los más solemnes desterrados o ignorados, son esa cosa que se ha dado en llamar principios, que abarcan no sólo el punto de arranque, sino la coordenada de referencia desde el inicio, desarrollo hasta el final. Y es esto precisamente lo que ponen con toda crudeza de manifiesto cuando se colocan frente a la cuestión de la Constitución de la República y Carta Sustantiva de la Nación y el Estado Nacional Dominicano, de lo que su sorprendente actitud se expresa en su punto de vista que reduce el valor de la Constitución al estereotipo y logos del diseño acuñado y diseñado por la mancomunidad de intereses del imperialismo y de la Iglesia Católica-Vaticano, Apostólica y Romana, como de la peste del cristianismo, estereotipos y logos que giran y se reproducen alrededor de lo que llaman los derechos humanos, que, como estereotipo ideológico del neoliberalismo y la globalización, que forman la plataforma general del capital financiero y los monopolios, bases de sustentación del imperialismo mundial en la hora actual, es empleado para suplantar la Constitución como ley columna vertebral de las naciones y con lo que, de hecho, dan por descontado que esta categoría histórica, económico-social y cultural, que es la Nación, ha desaparecido, y hasta descartan de plano considerarla o tomarla en cuenta, puesto que de la concepción neoliberal y el neoliberalismo está descartada, y su eliminación la erigen en premisa, subjetivamente y con carácter de típico solipsismo, que es el foco de sus divisas de la eliminación de las fronteras como de las barreras aduanales y arancelarias, y toda su concepción viene a edificar una concepción neocolonizadora y, como secuela de esta concepción, sustancial y exclusivamente recolonizadora; es que aparece la modalidad de su ideología y su práctica de chopos y chopas al servicio de sus empleadores, de lo que son estos chopos y chopas, súbditos.
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