El moribundo tirano Balaguer les estruja sal en la herida aún viva y abierta a los peñagomistas
Las declaraciones que ofreciera el moribundo tirano Joaquín Balaguer en lo que respecta a José Francisco Peña Gómez y a su doble papel desempeñado durante todo el curso de su vida política de opositor en apariencia y estrecho aliado suyo en los hechos, no hay dudas de que son como sal en la herida abierta aún de los seguidores del cabecilla perredeísta muerto el pasado mes de mayo.
Pero independientemente de lo triste, doloroso y penoso que les resulte a esos seguidores del fallecido dirigente del PRD por no querer aceptar que todo el tiempo y a despecho de su buena fe fueron engañados, no cabe la menor duda de que si pasan balance sereno y objetivamente a los hechos y a las posturas asumidas durante el largo trayecto que abarca desde el 1ro. de julio de 1966 hasta el día de su muerte, y aún mucho antes, desde 1961, Peña Gómez fue el más fiel aliado de Joaquín Balaguer, precisamente, en reafirmación de haber alcanzado el sitial de ser el más sobresaliente de los discípulos del architraidor Juan Bosch.
Esas confesiones de Joaquín Balaguer vienen a corroborar a plenitud todo el contenido y el alcance popular, democrático y revolucionario de las críticas que, desde el ángulo y el punto de vista marxista-leninista-pensamiento mao tse tung, el Partido Comunista (PACOREDO) desplegó sobre la conducta y la concepción socialreformista y contrarrevolucionaria de José Francisco Peña Gómez.
Cuando la distinguida política Milagros Ortiz Bosch, íntima compañera de Peña Gómez desde el 1961 en su trajinar politiquero, se muestra dolida y, en consecuencia, rechaza la veracidad de lo dicho por Balaguer al respecto, sólo lo hace por sentimentalismo y, tal vez, como una muestra de vergüenza y ¿por qué no? de arrepentimiento.
Cuando Balaguer habla lo hace desde la postura del que ha cosechado en su favor los frutos y vendimia del trabajo de Peña Gómez. ¡Quién más autorizado que él a hacerlo!
Pero el papel de Milagros Ortiz Bosch se identifica con el de los familiares de personas que caen presas o muertas en plena acción delictiva, pero su madre, sus hermanos y otros allegados demasiado cercanos, insisten en vano y en contra de sus convicciones internas en que todo eso es falso y mentira, e insisten en la más absoluta inocencia de sus parientes. En tales casos, ¡nada se puede hacer!