Las mentiras del presidente Leonel Fernández en torno a su adocenada libertad de prensa
A raíz de una de las tantas peroratas de Leonel Fernández ante el escenario sumiso de los sobornados de la prensa en el Día, precisamente, del Periodista, una persona del público, con toda precisión le gritó: "¡Mentiras! ¡Mentiras!". Y ello fue óbice o punto de partida para que el Presidente interrumpiera apresuradamente su perorata y pasara a responderle, pretendidamente demostrando que el hecho de que esa persona del público le gritara "¡Mentiras!" al Presidente de la República, sin que por ello fuera a parar a la cárcel, era la mejor muestra del clima democrático y de libertad de prensa que prima en el país.
Pero observe el lector que aún a más de una o varias semanas después del hecho, se desconocen tanto el nombre de la persona como las razones por las que no pudo callar ante las falsedades del Presidente y desde el escenario del público gritó a voz alta: "¡Mentiras!, ¡Mentiras!".
Tanto lo uno como lo otro, es decir, el anonimato de la persona que lanzó la protesta, como las razones, son desconocidas, en particular debido al carácter mercenario y adocenado de todo el tinglado de la prensa amarilla y de sus plumíferos de a tanto por línea de los llamados Colegio Dominicano de Periodistas y Sindicato Nacional de Trabajadores de la Prensa.
A los ojos de cualquier persona superficial y desaprensiva, el Presidente aparecería como que, efectivamente, está de parte de la razón y dice la verdad.
Sin embargo, de por sí el hecho de que el Presidente de la República quiera sacar provecho de una persona que, enfrentando los riesgos que por ello se desprendieran, tuvo el valor de gritarle: "¡Mentiras! ¡Mentiras!", a las peroratas del Presidente de la República, y éste respondiera diciendo que el hecho de que dicha persona no fuera a parar a la cárcel era una demostración del clima democrático y de libertad de prensa, es muestra de por sí que el Presidente, en realidad, en sus sentimientos más íntimos hubiera deseado que la persona, el ciudadano, que, en pleno uso de sus derechos, gritara: "¡Mentiras, Mentiras!", debía ir a parar con todo y sus huesos a la cárcel.
De esa manera, si algo se pone de manifiesto, es el real subconsciente que revela el substrato fascistoide del Presidente de la República que, como boschista de tomo y lomo, lleva esas prácticas represivas y medalaganarias, desconocedoras de los derechos democráticos y que concibe a éstos como una dádiva de los perdona-vidas como él; con lo que demuestra que, en efecto, la libertad de prensa y la democracia en nuestro país no son únicamente precarias, por no decir que son solamente una caricatura tanto de democracia como de libertad de prensa.
Basta y sobra señalar tres hechos contundentes para demostrar la falacia de las supuestas amplias libertades democráticas y amplio ejercicio de la libertad de prensa que supuestamente existen en República Dominicana, según perorara el presidente Leonel Fernández.
Primera razón, el hecho de que el 98% de los plumíferos hayan pasado a ser de periodistas reales a mercenarios de la pluma, quienes informan interesadamente para desviar o deformar el sentido real de los hechos a través de la prensa, es una muestra de que en el país no existe la verdadera libertad de prensa. Jamás se podría tomar la desinformación sistematizada con la tarea de informar con apego a la veracidad de los hechos, que es uno de los cometidos esenciales del ejercicio de la libertad de prensa.
Libertad de prensa existe para los que ejercen el oficio cuando, teniendo acceso a los medios de información, el periodista, con toda libertad, sin temor ni coacción ni mucho menos por el ánimo mercenario de seguir devengando un salario espúreo u oculto, sucio, asqueroso e indigno, de a tanto por línea, se atreva a decir la verdad sin temor ni suspicacia de que los círculos de Poder puedan llevar a cabo en su contra acción represiva alguna de ninguna índole.
Pero, como es sabido, en la actualidad, aquí, en República Dominicana, estando sobornados el 98% por parte del Poder Ejecutivo que preside Leonel Fernández, es muy poco lo que se puede hablar en el país de libertad de prensa.
Pero no sólo la libertad individual del periodista para decir la verdad e informar de los hechos.
También habríamos de subrayar en segundo lugar que, los medios de propaganda y de información en este país, según han expuesto sucesivamente los representantes de la UNESCO en el país, están, no solamente en manos de capitalistas, explotadores y opresores, sino además, se encuentran prácticamente monopolizados por un círculo espúreo, élite, que ha sido el sustentador y el beneficiario de la opresión, de la explotación, de los crímenes y las violaciones de las libertades públicas y, en particular, de la libertad de prensa.
Véanse si no la situación de a quién pertenece cada periódico y se verá que detrás de cada periódico hay un banquero y detrás de cada banco hay una vinculación espúrea con círculos de Poder, con círculos criminales y, particularmente, con los monopolios internacionales y con el narcotráfico en los últimos tiempos.
Por último, habría que señalar que, como ha señalado la UNESCO, esa institución dependiente del Departamento de Colonias del imperialismo norteamericano, cuando hay autocensura no puede hablarse de libertad de prensa.
Y lo más grave de República Dominicana es que el lacayismo y el mercenarismo han ganado tanto terreno y se han impuesto en forma tal en todo el escenario del ejercicio de la libertad de prensa y de las libertades democráticas, que cada periódico es un antro de autocensura, donde el director es un pontífice propiciador de la autocensura, donde cada plumífero de a tanto por línea es un cura de la autocensura y, ante todo, buscan adecuar lo que van a escribir, previamente, a lo que los dueños del periódico, a lo que el cancerbero llamado director o el jefe de redacción les habría de permitir, y por demás, que se trata de un adocenado servil, mercenario de la pluma, sobornado, que gustosamente, sin dignidad, y como todo un rastrero, tal y como son los periodistas de la prensa amarilla, ajustan sus informaciones a los intereses del amo que les paga. Dime quién te paga y sabré para quién escribes. Así, en la hora actual, están sometidos como viles canallas arrodillados y postrados al gobierno de turno.
Ni más ni menos, de esta forma está condicionado el ejercicio de la libertad de prensa en República Dominicana y, por tanto, cabe fácilmente concluir que si es de esa libertad de prensa que se jacta y se cimbrea el presidentico Leonel Fernández, hemos de admitir que se trata de una mentalidad propia de los ghettos de Harlem o de los desnacionalizados que se jactan y se cimbrean orgullosamente de aspirar a vivir en base al "green card", o tarjeta de residencia en Estados Unidos, tal y como él se jactó de decir y proclamar en América Central no hace ni apenas un año siquiera.
Por tanto, a despecho de lo que dice un Radhamés Gómez Pepín, "Jack el Destripador" de El Nacional, que dice que aquí sí es verdad que hay libertad de prensa, las masas populares, que se sienten cada día más extranguladas y más desairadas por la prensa amarilla, sí saben que aquí no hay libertad de prensa, que aquí, en lugar de una real libertad de prensa, habría un sainete que es servido como banquete a los grandes potentados de la opresión y de explotación, de los cuales ese ser espúreo que se llama Radhamés Gómez Pepín es, ni más ni menos, que un sicario de la pluma.
Pero libertad de prensa no pueden decir que disfrutan los perseguidos, los que se tienen que levantar en protesta en las comunidades, los que tienen que afrontar las balas asesinas de las represivas fuerzas policiales militares del gobierno de Leonel Fernández, que disparan a mansalva a matar, tal y como se comprobó incluso en el escenario del mismo Congreso Nacional el pasado 27 de febrero.
Libertad de prensa es precisamente lo menos que hay en República Dominicana.
Por tanto, "¡Mentiras!, ¡Mentiras!" son todas esas palabras, palabrejas que pretenden decir que ésta es una taza de oro de la libertad de prensa y de la democracia en América Latina o en el mundo entero.
¡Mentiras! ¡Mentiras!