Un regalo para la ciudadanía
La real catadura podrida de las empresas periodísticas dominicanas
Sus dueños, los "funcionarios" periodísticos y los periodistas amarillos son los partícipes y beneficiarios directos sucio negocio "privatización P.N."
La condición de la prensa amarilla de fuente de corrupción e instrumento de encubrimiento de todos los males, abusos, explotación y opresión que sufre la gente en esta sociedad, se ha puesto de manifiesto como un retrato fiel a la realidad con la información comprobada de que varios miles de agentes policiales pagados por la P.N., institución estatal encargada en el papel de velar por la llamada paz pública y la seguridad de la ciudadanía, en realidad trabajan como empleados de las empresas comerciales, industriales, periodísticas y bancarias propiedad de los capitalistas privados.
Resulta que en la práctica, esta situación tan peligrosa como escandalosa ha sido sistemática y permanentemente ocultada por los distintos órganos de la prensa amarilla (Listín, El Caribe, La Información, El Siglo y sobre todo Hoy, El Nacional, Ultima Hora y demás letrinas, así como el flamante empresario periodístico (¿?) Julio Hazim). ¡Cuántas sospechas ya comprobadas!
No cabe la menor duda de que, pagándoles oficialmente el Estado a dichos agentes policiales, en tanto éstos sólo trabajan al servicio particular de esos sectores privados, tal y como en forma deliberada y consciente éstos planifican, hay de por medio una estafa y saqueo planificados descomunales de los fondos públicos.
Pero si bien, por este lado, hay disfrute indebido de recursos estatales en desmedro y merma de los fondos y el tesoro público de la nación, lo cual es catalogado de flagrante delito contra la ley en todos los códigos y la Constitución, por otro lado, se destaca que esos empresarios operan en esta vertiente del amplio litoral de sus actividades comerciales espúreas actuando en forma consciente para crear y alimentar una organización mafiosa que, estructurada en los distintos estamentos de mandos internos policiales a los que van a parar el 50% o más del sueldo que la Policía le paga a los agentes que operan en las empresas privadas, socava la posibilidad de que esa institución cumpla con las responsabilidades que la sociedad le ha asignado, con lo que se daña, en consecuencia, gravemente la salud de la sociedad y de la ciudadanía, a la vez que convierte a la P.N. en una institución al servicio del crimen en aras de satisfacer la infraestructura que deforma las funciones para las que fuera creada en una ocasión.
Los empresarios periodísticos, sin excepción, están envueltos en cuerpo y alma y hasta la coronilla en este uso criminal de agentes policiales que pasan, de hecho, a integrar fuerzas parapoliciales al servicio de particulares, pero cuyos salarios como policías son desembolsados por el Estado y, por lo tanto, en desmedro del presupuesto nacional.
Si en todas las áreas, como en efecto se comprueba, del empresariado privado se repite la situación de marras, donde más graves consecuencias acarrea para la sociedad y el país es cuando en la práctica los policías son involucrados en el área de las empresas periodísticas, en donde actúan como sus mentores y guías los llamados empresarios de la prensa, pues ésta supuestamente es el cuarto poder del Estado y guardián moral de la sociedad, y estaría, por otro lado, según sus manipuladores y beneficiarios, comprometida en informar, crear y moldear la opinión pública nacional. ¡Y de qué manera!
En un país donde la ausencia de libertad y la inoperancia evidente de la democracia en cuanto a respeto de los derechos constitucionales y humanos de la ciudadanía son males medulares, hay que imaginarse las consecuencias negativas que acarrea el hecho de que, por ejemplo, Pepín Corripio, empresario privado y dueño de las letrinas "El Nacional" y "Hoy", tenga a sus servicios más, mucho más de 500 policías a título de empleados suyos; los Pellerano y compañía tienen otros tantos y muchos más tanto en el Listín como en sus empresas bancarias y de zona franca; Báez Romano, principal accionista de "El Siglo", igualaría, si no los sobrepasa, y así sucesivamente, sin ninguna excepción.
Las repercusiones de esta íntima vinculación entre estos empresarios del negocio de la prensa y la mafia interna tanto de la P.N. como de cada una de las instituciones que conforman las FF.AA., van de lo trágico a lo patético y para explicarlo con una palabra podría intentarse describirlas diciendo que son catastróficas o que son base de una hecatombe.
Hay además un aspecto delicado en este asunto y se podría decir que inhabilita, castrando, a la prensa amarilla para informar con apego a la verdad, así como sirve de instrumento dicha prensa amarilla para ocultar crímenes y a criminales, favoreciendo esa lacra de la impunidad por compromisos. Serios compromisos.
Así se crean los organismos de terrorismo y parapoliciales o paramilitares.
Por ejemplo, Radhamés Gómez Pepín (Jack el Destripador), se desbordó en alabanzas hacia un general, a raíz de fallecer éste, de los que más crímenes habrían cometido desde que su padre, Belisario Peguero, fuera Jefe de la P.N. Se trata de Mario Peguero Hermida. ¿A cuántos luchadores democráticos y revolucionarios persiguió, apresó, torturó y mató ese enfermo sádico? La cantidad es espeluznante.
Desde la época de los "fantasmas", cuerpo parapolicial de provocadores, así como durante la ola criminal de la P.N. durante los 12 años, del 1966 al 1978 y subsiguientes, Mario Peguero Hermida fue un eficiente matón y torturador. Operó, y quizás esto explique una buena parte de por qué las alabanzas de Jack (Gómez Pepín) a Mario Peguero Hermida, dentro del Departamento de Homicidios de la P.N. desde el 1966. ¡Qué gran investigador llegó a ser! ¿Verdad Jack el Destripador (Gómez Pepín)?
No cabe vacilar, Mario Peguero Hermida, así como se llevó a la tumba un largo historial de crímenes, violaciones y torturas a ciudadanos y luchadores políticos en particular, también fue sepultado con secretos claves de la vida de Jack el Destripador.
Otro tanto procede destacar cuando se involucra con pruebas en abundancia a un Jefe policial de turno en olas de violaciones y crímenes. Por ejemplo, cuando sucedió durante la gestión de Rodríguez Arias, Jack el Destripador (Gómez Pepín) montó campaña para decir que le querían hacer daño a ese Jefe policial; esto es en su carrera de periodista amarillo, tan viejo como tiempo hace que empezó en su "oficio".
Cuando el actual Jefe de Narcóticos, Humeau, es presentado en un video en la tortura de un acusado en ese tipo de delito, Jack el Destripador (Gómez Pepín) repite el sonsonete de: Se le quiere hacer daño al pulcro, bondadoso Humeau que no mata ni a una mosca, según gusta ensuciar cada vez que tiene la oportunidad para devolver los favores recibidos.
Cuando Sanz Jiminián trilla los caminos del crimen impune, Jack el Destripador (Gómez Pepín) saca otra vez el estribillo.
El compromiso no hay duda que obliga.
Ya no digamos más, sino hasta la próxima ocasión.