Candelier bien pudo pasar la prueba de los estupefacientes pero jamás la prueba siquiátrica de la esquizofrenia ni la del sicópata Hay tres casos sumamente aleccionadores en lo que respecta a las facultades y poderes que se le antoja disponer al Jefe de la Policía Nacional, sin fundamentos constitucionales ni legales, que no tiene empacho en sostener: a) que matar ciudadanos no es violar derechos humanos; b) que él estaba ahí para imponer la ley; c) que su misión es enfrentar los delincuentes, refiriéndose por tales a los que acertadamente se han definido como delincuentes bagatela, lo que ubica la actuación de Candelier como el jefe de un escuadrón de la muerte. Pero, sin embargo, no son estas tres cosas a las que nos referimos cuando hablamos de cosas aleccionadoras. No. Abarcamos dentro de éstas los siguientes aspectos: 1) Cuando Amnistía Internacional declara que la P.N. dominicana está matando a diestra y siniestra, y da el número de 144 muertos en los tragicómicos intercambios de disparos, Candelier, que ya llevaba cerca de 80 en tres meses, sale diciendo que ese informe lo tiene sin cuidado, puesto que el mismo se refiere a la anterior gestión del hermoso general P.N. Sanz Jiminián; y es a partir de ahí cuando lanza la matanza en gran escala, oficializando la actuación de un verdadero escuadrón de la muerte de la P.N. 2) Cuando una institución internacional especializada da por un hecho ahora que la P.N. es un nido de delincuentes y asesinos corruptos, Candelier dice, por su parte, que respalda y está consciente de que dicho informe es totalmente exacto; Candelier sigue hablando y hablando, claro que disparates y más disparates, con la incoherencia propia a las formulaciones de un sicótico fuera de control, sin reparar que, según se desprende de lo que dice cuando le imparte la orden de tirar a matar y a dejar inválidos a ciudadanos, está consciente del carácter incompetente desde el punto de vista de la idoneidad del organismo y de la calidad moral de los componentes de la P.N. a los que lanza a las calles con la consigna de "muerte, muerte a la delincuencia". Pero ¿a cuál delincuencia? O ¿era que estaba llamando a que los policías se maten entre sí? Pues que se sepa ha establecido siquiera un orden prioritario de los tipos de delincuentes. Esto tal vez explica la eliminación física selectiva corroborado en la actitud de su relacionador público, lo cual podría quedar fehacientemente evidenciado cuando se comprobó que los primeros tres muertos del carnaval carnicero en la bomba de gasolina fueron vilmente ejecutados a sangre fría tras ser arrestados y acostados en el pavimento, y no tuvo empacho dicho funcionario policial en salir con un rictus en el rostro, simulando cínicamente una sonrisa, diciendo, para contrarrestar la versión de los testigos: "he aquí los distintos expedientes de los muertos en acción de intercambios de disparo". ¿Es que gozan y sienten placer vesánico de ejecutar gente que ya está apresada? La existencia o no de estos expedientes no era lo que se discutía ni lo que desdecían los testigos oculares del hecho, sino lo dicho por testigos oculares habla de la vulgar y criminal aplicación de la pena de muerte por parte de Candelier y sus gentes. Lo mismo repitió el sujeto ese Rosario que ostenta rango de oficial en la institución de marras cuando se ejecutó a otros dos ciudadanos puestos de rodillas en la Máximo Gómez esquina Francisco Villaespesa y a otros más en el caso dizque de una compra de drogas y secuestro en otro barrio marginal. Además, los oficiales de la P.N. que dieron positivo en la prueba de drogas están todos o casi todos en libertad sin ser traducidos a los tribunales policiales ni civiles. El 3er. caso aleccionador está en las palabras y juicios de un siquiatra, ex-general de las FF.AA., quien ha publicado (véase letrina Hoy del día 30 de julio 1999) que es obsoleto y carente en absoluto de validez y seriedad científica el llamado examen siquiátrico de los que ingresan a la P.N. y a las FF.AA. Partiendo de ahí se robustece la tesis de que Pedro de Jesús Candelier bien pudo pasar la prueba del uso de narcóticos, pero que dudamos mucho de su equilibrio en el orden de enfermedades tales como la esquizofrenia y los males sicóticos, dado que tal método cuestionado está vigente desde el 1966, fecha en que aproximadamente ingresara (después) este ciudadano que está aplicando la pena de muerte y se confiesa que todo lo hace por su confianza en dios. Es notorio como de manera esquizofrénica, lleno de arrogancia y prepotencia inexplicables, el señor Pedro de Jesús Candelier Tejada, desde la Jefatura de la P.N. insiste en que no se detendrá ante nada ni ante nadie para seguir con su campaña de ejecuciones y fusilamientos públicos de delincuentes "bagatelas" ¿y qué con los de cuello y corbata? y, a estas acciones insiste, como un omnipotente dictador de horca y cuchillo que se siente ser ley, batuta y Constitución, en darles un matiz fascista que entremezcla, como es costumbre en tales casos y con tales especímenes, con el más burdo fanatismo religioso, que va parejo a la arrogancia y prepotencia de quien se siente respaldado por los círculos tradicionales de Poder pero olvida, igual que los otros, que es ya una ley histórica la que dice que mientras más elevada es la escalada de los tiranos y de los aspirantes a serlo, más estruendosa y terrible es su caída. Por ejemplo, él no tiene empacho en decir que lo más que le agradece a un tal Papito Candelier, su padre, hombre iletrado, supersticioso e ignorante a carta cabal, según se desprende de la misma semblanza que de él hace, es haberle éste inculcado el salvajismo de la fe ciega y el fanatismo religioso que hoy lo envuelve en la secta católica. Pero al mismo tiempo, el viernes 6 de agosto, llegó a proclamar en un supuesto discurso, para no decir que se trata de una ensarta vulgar de absurdos, explicables únicamente conociéndose que es Cum Laude de un vertedero seudo cultural llamado Universidad de la Tercera Edad, que la violencia tiene su origen y radica en la conciencia de los hombres y que, por tanto, hay que dirigirse a extirparla del lugar donde radica, que es la conciencia (de los hombres) según sus cavernarias teorías psicológicas o supersticiosas. Las consecuencias que se desprenden de esa barrabasada propia de un Candelier, no tienen nada que envidiarle a las acarreadas por similares tesis de Pinochet, ni a las acarreadas por la tesis de un cancerbero de la Inquisición católica como Ignacio de Loyola, o un Francisco de Asís, ni de Domingo de Guzmán, o de un Lutero. Así preguntamos: ¿No es lógico que para lograr ese fin haya que extirparle el cerebro, y con ello la vida, a los ciudadanos, según Candelier? Eso de dirigirse a sacar la violencia de la conciencia de los hombres hay que estar claro que solamente equivale a decir que ha programado ya matar y matar a tantos hombres como a él le venga en gana, sin importarle que la ley en República Dominicana no contempla la pena de muerte ni autoriza a la P.N. a erigirse en tribunal de aplicación de ley ni nada por el estilo, así como atribuyéndose la facultad de usar a su libre albedrío sicopático los procedimientos y métodos más horrorosos, que hagan quedar como caricatura a los espeluznantes métodos de exterminio masivo empleados por los Hitler, por los Trujillo, por los Pinochet, por los Duvalier y tantos otros criminales que se inspiraron en los procedimientos que ha exhibido el catolicismo como cristianismo desde hace 2,000 años. |