El celibato, de la obra "Jesús y el Nuevo Testamento"

"La primitiva e imprescindible ley de la Naturaleza y de la sociedad humana es la que impone la conservación del propio individuo y la propagación de la especie. El Antiguo y Nuevo Testamento la sancionaban y la consagraban, reputando vergonzosos y pecaminosos el celibato y la esterilidad. Y el Señor Dios dijo todavía: No está bien que el hombre esté solo; hagámosle una ayuda semejante a él. Y le formó una mujer y se la dio, ordenándole que creciese y se multiplicase" nos dice Holbach, para continuar con sarcasmo glacial e ironía quemante:

"San Pablo manifiesta que el matrimonio es honroso en todos y ordena que todo hombre tenga su mujer y toda mujer su propio marido; y el salmista afirma que los hijos son una herencia del Señor, y el fruto del vientre un premio. Los santos patriarcas fueron polígamos, por institución evangélica monógamos y padres de familia. ¿Cómo, pues, prevaleció en el clero el régimen antinatural, despoblador, inmoral, odioso, del celibato? Responda un testigo irrecusable, el terrible fray Pablo Sarpi, como le llama Botta, el cual escribe que cuando se discutió en el Concilio Tridentino la cuestión de si se debía restablecer la antigua disciplina de la Iglesia respecto del matrimonio de los eclesiásticos, "fueron censurados los reunidos por haber dejado discutir un artículo peligroso, siendo cosa clara que con la introducción del matrimonio de los sacerdotes resultaría que todos dirigirían su afecto y su amor a la mujer y los hijos, y por consecuencia, a la casa y a la patria, por lo que cesaría la dependencia estricta que el orden sacerdotal tiene respecto de la Sede Apostólica, y tanto sería el conceder el matrimonio a los sacerdotes como destruir la jerarquía eclesiástica y hacer que el Pontífice quedase reducido a no ser más que el obispo de Roma".

"En efecto, fue mantenido firme el celibato, como la columna de la supremacía pontificia, contra el voto expreso de las tres cuartas partes de la cristiandad, contra lo dispuesto en el Concilio ecuménico de Nicea, contra la Naturaleza, contra la práctica de su antigua Iglesia, contra la revelación, contra los intereses de la verdadera religión, contra la moralidad pública, contra la prosperidad de los pueblos.

"Que los gnósticos y los maniqueos prohibiesen el matrimonio a sus elegidos; que los romanos impusiesen castidad forzosa a las vestales; que entre los griegos los hierofantes se hiciesen impotentes bebiendo cicuta; que los sacerdotes egipcios y los de Cibeles se mutilasen, fue, en verdad, cosa inicua, pero al menos tuvo por móvil el amortiguar la imperiosa pasión del amor para concentrar todos los afectos en la divinidad y en su sacro ministerio; grave error de juicio, no pecado de depravada voluntad. Pero imponer el celibato a centenares de miles de criaturas sólo para hacer de ellas otros tantos seídes, pretorianos, genízaros, eunucos del serrallo de un Papa y de un Sanedrín cardenalesco y para que ese ejército de desgraciados sin corazón, sin familia, sin patria, funde y conserve el ilimitado y desenfrenado despotismo ecuménico, no sólo espiritual, sino también temporal, de algunos hombres malignos, holgazanes y tiránicos, es cosa monstruosa y vituperable, que excede a toda creencia, y si no fuese demasiado cierta, parecería enteramente imposible. El tal sistema, pues, antinatural, anticristiano y antisocial del celibato hierático, fue inaugurado y perpetuado exclusivamente por ambición e interés temporal de los papas y de la curia romana".