El papa Juan Pablo II parece que sabe de los turbios manejos e inconducta de sus vivos obispos criollos y no quiere cargar con responsabilidad orden del Cardenal de mano dura para que Candelier lanzara su campaña de exterminio y muerte

A juzgar por la alocución que en exclusividad para los obispos dominicanos emitiera el papa polaco Wojtyla, luce que éste sabe más de la cuenta de los turbios manejos, así como de la descomunal inconducta de sus tiovivos obispos criollos, empezando por el Cardenal.

Las palabras del Papa que recoge la prensa internacional e internet el sábado 11 de diciembre, subrayando la necesidad de que los obispos rompan la complicidad multifacética con la corrupción imperante en el país, con el desempleo, la pobreza y en particular contra la violencia, da a entender, por ejemplo, que él no está ajeno al hecho de que fue el cardenal López Rodríguez quien dio la orden de empezar la labor de exterminio y fusilamiento que efectúa la Policía Nacional de Candelier y el gobierno de Leonel Fernández-Pálido. Y el Papa no quiere iniciar el milenio con tantos muertos a cargo de su catolicismo.

No hay que dudar mucho tampoco que el Papa esté efectuando, además, una maniobra o estratagema tendente a guardarse las espaldas, una vez que sus obispos están metidos hasta las coronillas en todos los males que sufre y padece el pueblo dominicano. Pero están metidos al lado de los causantes y beneficiarios de los males. Esto merece decirse, no vaya a ser cosa que se piense o se quiera decir que están metidos a favor de la gente.

Además, parece que el Papa, con su fino olfato de perro rastreador de causas e intríngulis de problemas sucios, se percata de que su Iglesia Católica está, junto al imperio-capitalismo mundial, encabezando la cruzada por la destrucción de la República Dominicana y la fusión de nuestro amado país con Haití. Acción que es rechazada y condenada por la casi totalidad de los dominicanos.

Hace poco que el padre Cela, un jesuita más destacado por su gusto y preferencia alejados de la vida célibe y bien conocida su inclinación por las jovencitas, aunque no creemos (hasta prueba en contrario) que llegue hasta la pedofilia, tuvo la desfachatez de proclamar que se le diera la nacionalidad a todos los haitianos que así lo desearan o que dijeran que han nacido aquí.

Juan Pablo II, como se titula Wojtyla, es quien en gran parte ha tenido que asumir la irresponsabilidad con que supuestamente la Iglesia Católica ha pedido perdón, primero a los judíos por el hecho de que Pío XII fuera en realidad el Papa agente, además de Mussolini, de Adolfo Hitler y cómplice del exterminio judío en la Segunda Guerra Mundial, y luego el supuesto arrepentimiento de la misma Iglesia Católica por el exterminio de los 70 millones de indígenas con la "evangelización" y "cristianización" del Nuevo Mundo, aunque, igual que con el caso de Job, nadie puede devolverle la vida a esos 70 millones de indígenas ni a los 6 millones de judíos igual a como Satanás, usado por Jehová para dar riendas sueltas a sus inclinaciones de tahúr (jugador empedernido) se llevó a los 7 hijos de Job, sin que el Dios bíblico les pudiera, ni le interesara, devolverles la vida.

Por eso no están lejos de la realidad los que creen que en esa alocución hay envuelta la estratagema de evitar futuras acusaciones y el tener que cargar con las "responsabilidades".

No cabe duda que la Iglesia Católica, como gran genocida, sabe del valor de actuar sin dejar huellas y amparada en una buena coartada.