De la Iglesia Católica, su ambición desmedida por el oro, el Concordato y el rastrerismo del gobierno y su Secretaria de Educación

De la transnacional financiera-religiosa, oscurantista y criminal llamada Iglesia Católica, Apostólica y Romana, su Estado Mayor o comité de magnates del patio, que se denomina bajo el eufemístico nombre de Conferencia del Episcopado Católico y cuyo cabecilla es el tristemente célebre Nicolás de Jesús López Rodríguez, pretendido príncipe aunque huérfano sea tanto de abolengo como de la posesión de sangre azul, y sin importarle, claro está, que Jesús, según la mitología, fuera ejemplo de "humildad" y "pobreza", emitió una declaración donde acusa al Estado Dominicano por la crisis de la educación imperante en el país, como si la Iglesia Católica no fuese la más responsable de este desastre. Es decir, que los curas repiten de nuevo su conocida tragicomedia de "lavarse las manos" y pasarle a otro la papa caliente, demostrando así su estado de perpetua vigilancia para matar el burro tan pronto deje de cargarle el agua o para echar la cáscara al zafacón después de exprimir la fruta y dejarla en gollejo.

Esta real, deplorable y monstruosa crisis de la educación, sin embargo, teniendo como causa principal el carácter antipopular y antinacional de las autoridades gubernamentales dominicanas, adocenadas y puestas de rodillas por el clero católico-cristiano, nadie que se respete y ame la verdad puede negar y mucho menos intentar ocultar que el cómplice # 1, el beneficiario leonino y responsable absoluto de esta vergonzosa y catastrófica situación que caracteriza la educación y todo el sistema educativo dominicano, es esa misma Iglesia Católica que ahora pretende limpiarse las manos y hacer que otros carguen con la responsabilidad total del desastre que -subrayamos- esa Iglesia Católica y principalmente ella ha protagonizado, ha generado y ha perpetuado, igual que en todas las áreas o esferas de la vida nacional.

Quieren así estos ensotanados, verdaderos lobos endemoniados que gustan disfrazarse de mansas ovejas, que otros burros paguen las yerbas que ellos y sólo ellos se comieron.

Claro está, la Iglesia Católica no ha hecho todo ese daño al país por amor al arte, sino, obteniendo en cambio y a la vez, cuantiosísimas riquezas en dinero, tesoros, propiedades, privilegios e impunidad y poder absoluto. Aquí sí que es patente lo de que por la plata, y sólo por la plata, baila este mono.

Sin empacho ni rubor hablan de poseer tan sólo como empresas más de 200 centros educativos privados, o sea, más de 6 por cada provincia de las casi 30 que componen la geografía nacional. ¡Ay los pobrecitos obispos! ¡Cómo se sacrifican!

En verdad, el pueblo dominicano debe saber que a partir del año 1954, por obra y desgracia del Concordato, firmado entre el sátrapa y criminal Rafael Leonidas Trujillo Molina, Benefactor de la Iglesia Católica, y las altas autoridades del Vaticano, la educación y todo lo que huela y se incluya en esa denominación quedaron bajo el control y sujetas a la omnímoda voluntad oscurantista de la Iglesia Católica, de sus obispos y sus huestes de ensotanados, similares a los hechiceros de las tribus primitivas más antiguas.

Así, cada vez que se habla de que el Estado debe regular el negocio de las escuelas privadas, quien levanta su voz y se opone y quien con más desesperación y agresividad se manifiesta es ese mismo seudopríncipe llamado Nicolás de Jesús López Rodríguez.

¿Por qué será?

La respuesta estaría en que el 90% cuando menos de los grandes colegios son negocios propiedad de ese mismo seudopríncipe y de su tan conocida Iglesia Católica, Apostólica y Romana, negocios privados que han sido montados y mantenidos con los dineros del Estado y capitalizados por la Iglesia Católica gracias al Concordato.

Pero para que no vengan a poner a chismosos lengüeteros al servicio suyo a decir que todo esto es invento nuestro, queremos subrayar que los artículos XIX y XX del infame Concordato son bien claros y específicos al respecto, dándole pleno y absoluto control, además de financiamiento incontable, a esa misma Iglesia Católica para consumar su predominio total sobre la educación, así como con el Vicariato Castrense se le otorgó igual poder sobre las FF.AA. y la P.N.

Del mismo modo, la Ley 3936 del 1954 en todos sus acápites avala y fundamenta nuestra acusación sobre la infame Iglesia Católica, pues con ella se comprueba que son los curas los dueños absolutos de la educación en el país.

Es, que nadie se engañe, que esa Iglesia y el Vaticano son y han sido los reales dueños de este desgraciado país.

A quienes esos señores le caen encima no le dejan ni siquiera aliento para vivir. Eso lo reafirma la historia universal.

Pero tal vez tengamos que prestarle atención a un artículo contenido en ese amasijo de infamia criminal llamado Deuteronomio del Viejo Testamento, nos referimos al artículo 21, versículos 22 y 23.

Maldito es por Jehová el que fuere condenado a morir en una cruz, pero maldecido queda también quien permite que se lo entierren en lo que Jehová le haya dado.

Conforme a esto, es posible que la desgracia secular del infeliz pueblo dominicano radique en que haya permitido que le entierren el crucificado en el corazón.

Estos curas no se cansarán jamás de vivir a costillas de la ignorancia y la ingenuidad de los pueblos.

Pero su maldad se acrecienta y aumentan sus dividendos cuando aparece una politiquera barata que, habiendo vendido su alma al diablo, y brindado con hábito con alcohol cotidianamente por el compromiso, no es capaz de salir al frente de quienes, como los obispos, son los principales responsables del desastre educativo nacional.

Milagros Ortiz Bosch, vicepresidente del gobierno de Hipólito -El Bruto- Mejía, pretende dejar atrás la resaca, saliendo a la palestra pública a respaldar la nueva infamia de los obispos católicos.

La responsabilidad de éstos en la situación calamitosa del país y toda la América Latina es un hecho que nadie puede ocultar. El único móvil de esos obispos aquí y en cualquier país, no es otro que su enriquecimiento y su vida parasitaria.

Por ello el presidente de Venezuela, Hugo Chávez, se traza como objetivo hoy poner la educación pública y privada bajo el control del Estado venezolano.

En cambio, qué mezquina y qué fea, cual cucaracha blanca, luce la incumbente de educación cuando, en un supuesto acto en honor del insigne Eugenio María de Hostos, ni siquiera se atreve a ponderar que este defensor de la enseñanza laica y de sacar las manos de los curas y religiosos del templo de la enseñanza que son las escuelas, es el real padre de la escuela dominicana.

De una discípula de Peña Gómez, amamantador de todo cuanto sea inmundicia, no podía esperarse otra cosa.

Pero en este país no todo está perdido, pues aquí hay hombres y mujeres como nosotros, que no tenemos por qué ocultar la verdad ni permitir que el país siga bajo el infame signo del oprobioso Concordato.

La educación debe ser libre. Libre de la nociva influencia y dominio de la Iglesia. La ciencia debe ser el fundamento de la escuela dominicana y este criterio el punto de partida para corregir los males.