Gobierno
Hipólito Mejía-PRD-Candelier Campaña
de exterminio y ejecuciones P.N. busca intimidar pueblo-país y refleja pánico
embarga círculos de la opresión y explotación Su
régimen fomenta rebelión popular “En
nuestros días todo el mundo sabe que dondequiera que hay una conmoción
popular, tiene que estar motivada por alguna demanda social que las
instituciones caducas impiden satisfacer. Esta demanda puede no dejarse
aun sentir con tanta fuerza ni ser tan general como para asegurar el éxito
inmediato; pero cada conato de represión violenta no hace sino
acrecentarla y robustecerla hasta que rompa sus cadenas”.
(Carlos Marx, 1851) La
campaña de exterminio de la población y, en particular, la que se
expresa a través de las ejecuciones policiales vía la aplicación con
carácter delictivo de la pena de muerte por la P.N., rechazada por
la Constitución y las leyes dominicanas, permite percibir que los
explotadores y círculos que viven de la opresión, están presos del pánico
ante la posibilidad de una rebelión popular, que es estimulada por la
creciente intensificación de la explotación liberal, así como por la
miseria en el seno del pueblo, impuestas por el sistema capitalista y sus
amos imperialistas. Aunque
parezca irónico y contradictorio, a los explotadores les acosan el temor
y todo tipo de miedo a que en cualquier momento se amanezca con un
desbordamiento masivo de la población en pie de lucha, y son ese temor y
ese miedo los que han empujado a los capitalistas y círculos
reaccionarios a abrazar la falsa creencia de que para disuadir a los
sectores populares debían recurrir a la actual campaña de terror y
muerte que, con Candelier, había venido entronizando la P.N. desde el
gobierno de Leonel Fernández con el padrinazgo del nefasto cardenal católico
López Rodríguez. Por esa vía están de hecho reconociendo y aceptando
que su régimen está agotado y que no encierra ninguna alternativa de carácter
socialreformista. Si
bien pretenden, dichos círculos, dar la falsa sensación de su disposición
a enfrentarse, por los medios que sean, a la más difícil situación, se
sabe que no es lo mismo llamar al diablo que verlo venir. Si se observa
con detenimiento el fenómeno, no resulta muy trabajoso darse cuenta que
la escalada de terror policial
viene acompañada
directamente de
una reacción adversa y de rechazo cada vez más firme, la que se
expande y profundiza incorporando a nuevos y más extensos sectores que
cierran filas alrededor de las protestas. Además de que la prensa
amarilla de los capitalistas, como “El Nacional”, “Hoy”, “Listín”,
“El Caribe”, “Ultima Hora”, etc. está totalmente desenmascarada y
sus plumíferos y cagatintas evidenciados como mercenarios reaccionarios;
tales son los casos de Jack el Destripador Radhamés Gómez Pepín y el
revisionista Negro Veras, que han apoyado perrunamente a Candelier. Por
su parte, el gobierno de Hipólito Mejía y el PRD actúan
consecuentemente con su carácter irresponsable y antipopular, confiando
en que los círculos reaccionarios se impondrán. Los grupos financieros
de Alejandro Grullón (Banco Popular), de Báez Romano y su hijo Báez
Figueroa (Baninter), así como el flamante contrabandista Pepín Corripio,
son los que respaldan y estimulan, en contubernio con el carnicero
cardenal López Rodríguez, la permanencia a toda costa de Candelier con
su línea inconstitucional e ilegal de terror y ejecuciones desde la P.N. La
aparición de grupos armados que se dejan alegremente fotografiar por los
periodistas de la prensa propiedad de los banqueros, que sustentan a
Candelier en la P.N., es una evidencia irrefutable de que el gobierno de
Hipólito Mejía y el PRD, como antros incalificables del lumpen amoral y
desalmado, están recreando las bandas terroristas de los 12 años, donde
además del carnicero de Lyon, Ramón Pérez Martínez (Macorís), están
gentuzas como el informante policial Francisco Zacarías Benoit de
PROMESE. La
experiencia histórica enseña que esos grupos, como el de Hipólito Mejía-PRD,
el de los banqueros y negociantes inescrupulosos -verdaderos gángsters- y
el alto clero católico, terminan por cosechar exactamente lo contrario de
lo que esperaban obtener, pero antes de ser derrotados imponen
sufrimientos inauditos a la población y le causan penalidades y muertes. Los
crímenes y abusos terroristas de la P.N., que cuentan con el visto bueno
de los sectores mencionados y que ya están claramente ubicados por la
real opinión pública de la población, tienen una respuesta con las
protestas que irán creciendo en la misma proporción que la intensificación
desusada de la campaña de terror blanco; la voluntad popular, lejos de
ablandarse, se está endureciendo y haciendo más compactas las filas de
las protestas. La
gravedad del deterioro del nivel de vida, con su secuela de desempleo,
quiebra, sufrimiento, miseria, etc., es un factor fundamental que augura
que quienes han apelado a la violencia desde los cuerpos represivos y el
gobierno tendrán que encararse con una situación que les será bien difícil
de manejar. Las masas populares y los círculos conscientes están en la obligación de marchar hombro con hombro puesto que se trata de una lucha común a todos, y de seguro que los enemigos son los mismos de siempre. |