Peña
Gómez la encarnación del lumpen social por sus cuatro costados Vivió toda su vida empeñado en ser cada vez más peón y más lacayo abyecto Como
tal, sólo concibió las formas más infames, degradadas y canallescas de
actuar en política al servicio de los monopolios internacionales y de la
reacción criolla. Es
cierto que logró corromper todo el proceso, el cual fue viciado desde
1963 hasta el 1990 y de ahí hasta la actualidad, además envileció y
prostituyó a extensos sectores populares. Al
parecer, en esto, por lo menos, triunfó, y si juzgamos por lo que es el
PRD actualmente, en que reclama su peñismo con la frase y la conducta
correspondiente como su herencia política e ideológica, entonces, no hay
dudas, Peña vive. No
cabe duda de que todo el que pretenda protagonizar un papel en la brega
política queda retratado, tanto en lo que respecta a los intereses de
clase que representa, por actitudes, frases y expresiones suyas propias,
como en sus características particulares (personales) que, combinadas
entre sí, forman los elementos más sobresalientes para configurar su
verdadero rostro y su propia fisonomía ideológica y política y se
puede, en base a ellas, estructurar su llamado perfil, tan o más exacto
que su propia figura física. Esto cabe decirse sin temor a ningún tipo
de equivocación ni dudas de ninguna especie con la frase de Peña Gómez:
“La política es para cada quien buscársela y tratar de escalar
posiciones económico-sociales. Eso de principios y fines liberadores para
mí no cuentan, eso es romanticismo y está mandado a guardar, demando que
mis seguidores hagan lo mismo que yo”. Mientras
los estudiosos asignan a esta actividad los más elevados fines, y todos
la reconocen como el medio a lograr y por el cual, en efecto, se han
logrado superar épocas y situaciones que avergüenzan al ser humano, José
Francisco Peña Gómez tiene un punto de vista que más bien expresa la
hez de la sociedad y de la historia. La
política representó el escenario seleccionado por Peña Gómez para
pretender realizarse, y con sus actos y palabras, muchos dudamos que en
realidad discerniera, habría elaborado algo como una auto-confesión suya
de: Yo, como lumpen desclasado inescrupuloso, hago uso de la actividad política
para tratar de “lumpiarme” social y económicamente, al tiempo de
tratar de que los explotadores y opresores me acepten como su leal perro
sabueso, a la vez que como el más vulgar y rastrero sirviente suyo. Y,
en efecto, no cabe ni se puede mencionar un solo acto, una sola expresión
verbal ni una postura personal que no tuviese el sello fatal del lacayismo
abyecto más denigrante hacia los poderosos, junto a su espíritu
recalcitrante opuesto a las masas. Genuflexo, pusilánime, un verdadero
paradigma del traidor. Empleó
inescrupulosamente su condición de desclasado y de apátrida, ya que
nadie puede considerarlo dominicano sin pecar de ligero, dada su
idiosincrasia brutalmente haitiana, rayana en el troglodismo hasta en los
aspectos más íntimos y particulares de un hombre. Todo
esto se puso de manifiesto en cada una y todas las circunstancias que
rodean la existencia de una gente en su caso concreto y particular. Aberraciones
sexuales de todo tipo y prácticas y difusión de las más perniciosas
creencias y costumbres primitivas salvajes que abarcan desde todo tipo de
creencias y prácticas de actos supersticiosos y oscurantistas, como las
preferencias por violaciones sexuales a mujeres inofensivas, cosa que se
puso de manifiesto a raíz del golpe de Estado de septiembre del ’63
mientras, junto a compañeros de correrías suyas, que hoy todavía viven
y ocupan cargos directivos en el PRD, se refugiaba en las cuevas del Hotel
“Embajador”, si no, la atracción atávica por hembras de
inclinaciones lesbiánicas. La
pusilanimidad fue un rasgo sobresaliente suyo en todo lo que concierne a
la actividad política. Y no sólo en lo individual, sino en la forma y el
contenido degradado que le imprimió o con que concibió y practicó la
política en general. Un hecho particular narrado por un crápula
viviente, que fuera hombre de confianza y secretario del tirano Joaquín
Balaguer, es sumamente ilustrativo al respecto. Cuenta
ese sujeto -y esto lo hizo por TV, canal 2, en un programa matutino- que
al único hombre que él vio arrodillársele a Balaguer para implorar a éste
fue José Francisco Peña Gómez. Dijo que en una ocasión Peña Gómez
concurrió donde Joaquín Balaguer, y ya en su despacho, se le arrodilló
en forma perruna para pedirle le concediera una petición que le había
hecho -siempre para beneficio de sus mezquindades personales- y que fue el
tirano quien, avergonzado de la calaña ruin de su “adversario”, le
solicitó abandonara esa postura diciéndole: “Póngase de pie, doctor
Peña Gómez, no es necesario que se me arrodille en esa forma, aunque
sepa usted que no le concederé lo que me pide”. La
genuflexión abyecta ante todo aquel que tuviese o sólo se imaginara él
que tuviera un ápice de poder económico, político o militar, fue la
característica sobresaliente de ese lumpen desclasado que en vida se le
nombró José Francisco Peña Gómez, y esto sólo después, no antes que
sus padres haitianos fueran muertos por la campaña de dominicanización
del país y de la frontera desplegada por el dictador Trujillo. Siendo
así, se explica y encaja a la perfección dentro de la lógica de las
cosas la identificación y congruencia totales entre Peña Gómez y el
PRD. La
deplorable situación en que está sumergido el PRD, así como la
impopularidad y evidente fracaso que envuelven al desacreditado e inepto
gobierno de Hipólito Mejía no son nada casual por lo tanto. Esto era de
esperarse, una vez conocida la dinámica de la cosa. Pero
¿acaso Peña Gómez contribuyó y luchó para que en el orden político
se instituyera un régimen democrático? Si
se estudia objetiva y desapasionadamente, en caso de que fuera posible, la
actuación de Peña Gómez y la fundamentación con que a veces pretendió
explicarla o justificarla, resulta que en toda su trayectoria no hay
coherente ni persistentemente una preocupación ni un pensamiento
claramente definido a favor de un régimen político demócratico, aún
entendido éste dentro del estricto marco capitalista, esto es, como el régimen
donde se proclama un conjunto de derechos para los gobernados, que los
mismos son expresados en la Constitución y en leyes complementarias de ésta,
aunque casi nunca se cumplen o son permanentemente pisoteados y
desconocidos por la clase de los explotadores capitalistas. Lo de Peña Gómez
y la democracia sólo aparece como casual y muy circunstancial, inclinándose
en forma inequívoca por el Poder y la bárbara brutalidad que de éste
emana. Peña
Gómez se alió y formó parte de la escuela política más reaccionaria y
recalcitrante en la sociedad dominicana, que es la que liderea Balaguer, y
en la que Constitución y leyes son pedazos de papel, que a su vez son
desplazados y sustituidos, permanentemente y en todas las áreas de la
sociedad, por reglamentos particulares y hasta secretos para operar como
un Estado dentro del Estado. De ese modo fue reacio a todo lo que fuera
institucionalidad y real democracia, aún fuera burguesa moderada. Basta
y sobra saber la relación que existe entre una plataforma política y una
línea política e ideológica de un partido político para percatarse de
lo que haría desde el Poder para llegar a comprender que todo este
desastre que se vive actualmente era lo único seguro que podía esperar
el pueblo y el país dominicanos del PRD y del camino pantanoso trillado
por ese lumpen llamado Peña Gómez. Este
no alcanzó siquiera a superar sus primitivas ideas de que el destino,
conforme a sus atavismos vuduístas, decidía de antemano los
acontecimientos sociales y la suerte de los hombres estaba sellada desde
antes de nacer, así como creyó que la conducta de las instituciones sólo
respondían al capricho circunstancial de uno u otro individuo que la
encabezase, por lo que los problemas que conforman la borrascosa situación
económica, política y social de la República Dominicana o de cualquier
país era fruto, según sus primitivos puntos de vista, de la malquerencia
de una y otra persona, y tal debía ser la solución. Por ello fue un
enfermo incurable en contraponer los acuerdos de aposento a la lucha del
pueblo. Para ese granuja,
que escaló el liderazgo basándose en la canalla social, a la que
llegó a crearle conciencia -¡óigase bien!- de que sus bajas apetencias
y asquerosas pasiones jamás encontrarían otro mecenas como él, y que
aquellas instituciones que actúan como atalayas de la opresión, la
explotación y las injusticias, existen por mero capricho y por el azar,
pero descartando que detrás de ellas existan grupos sociales, llamados
clases, que por su carácter reaccionario se empeñan en mantenerlas en
pie para que le sigan sirviendo. Del
mismo modo, no le interesó, dado que no le representaba un impulso a sus
afanes de Poder ante los poderosos explotadores ni para sus desmedidas
ambiciones de enriquecimiento económico, que siempre quiso ocultar como
un inveterado hipócrita de pies a cabeza, a cambio de sus servicios como
traidor y bombero contra las masas, impulsar la organización ni la
educación de estas masas alrededor de una línea que favoreciera el
advenimiento o llegada de una nueva situación donde, efectivamente, se
les reconociera a esas masas, en un grado, por lo menos, más avanzado sus
derechos y su participación en las riquezas nacionales. En
vez de organización y educación de las masas, como lumpen que fue,
propició la corrupción irreversible del pueblo, así como en vez de
lucha política propició la línea de las componendas con los verdugos
del pueblo, y al mismo tiempo menospreció con fuerza y desprecio absoluto
todo lo que atañe al país como nación. La línea que desde el Congreso, desde el tren administrativo, desde el Poder Ejecutivo, o en contra de las masas, propiciando los desafueros y la sistemática violación de los derechos humanos, aplaudiendo y promoviendo la criminalidad rampante de la P.N. y de cuerpos parapoliciales o, si no, actuando como saboteadores de las organizaciones sindicales, como la AMD y la ADP en contra del pueblo, los médicos y los maestros, evidenciando que sólo le importan sus bajezas y mezquindades propias de bestias de dos patas, no es ni más ni menos que la línea cocinada, implementada y dejada como herencia a todo el perredé por José Francisco Peña Gómez. |