GOBIERNO RAFAEL HIPOLITO MEJIA Y EL PRD

No se detendrán ante nada para corromperlo todo, asesinar los derechos y conquistas democráticos y concluir destruyendo la República Dominicana

-Según legado testamentario de José Francisco Peña Gómez-

 

La condición de sumiso lacayo y de genuflexo frente pelada del que funge como Presidente del Poder Ejecutivo del llamado gobierno dominicano (¡¿?!), esto es, el lacayismo del perito agrónomo Rafael Hipólito Mejía, ahora está claro que obedece a que en realidad éste es un tránsfuga de la nación dominicana que hace mucho juró por la bandera norteamericana, así como su apoyo a la criminalidad policial, es fruto de su trujillismo congénito.

Todo lo confesó en medio del furor en un ambiente asfixiante de la gusanera cubana en su reciente viaje a Miami.

No cabe la menor duda de que siempre dos o tres tragos hacen soltar la lengua a cualquiera.

Su condición de apátrida explica su lacayismo genuflexo ante los monopolios extranjeros, sobre todo yanquis, y sus afanes inusuales en los anales mismos de esa infamia de aumentar el parasitismo propio de sanguijuela de la Iglesia Católica tiene su origen en la defensa del oscurantismo religioso como opio del pueblo.

Ese lacayismo genuflexo del sujeto de marras se expresa una vez más en la fidelidad canina que exhibe ante el nuevo capataz-embajador de los EE.UU., el puertorriqueño Hans Hertell, ante su Poder Ejecutivo. Tal actitud avergüenza y causa indignación a los que somos en realidad dominicanos.

Este Poder no es el Ejecutivo de la nación dominicana en ejercicio de su soberanía nacional, en busca de la reafirmación de la identidad nacional y del bienestar de los dominicanos (que no somos sus conciudadanos), sino que ese Poder, como se evidencia a todas luces, es el órgano ejecutivo de los EE.UU. y de sus monopolios, es el órgano ejecutivo no de un gobierno dominicano, sino de la oligarquía financiera internacional; y de "dominicano" sólo tiene lo que concierne a las disposiciones de los grupos de Baninter (los Báez), el "Popular" (los Grullón), los Pellerano, los Guaroa Liranzo, los Barletta, de los Bonnetti, etc., que son en la vida cotidiana sus reales y verdaderos amos.

No importa que niegue ahora todo lo que confesó en Miami. Decir o hacer algo, para después, inescrupulosamente, decir que no dijo ni hizo eso, ya se lo conocemos.

Todo peñagomista carece de escrúpulos y de dignidad. Su honestidad y honradez desaparecieron al suscribir la adhesión a esa corriente del lumpenaje infame y amoral.

Del mismo modo que es cierto que Rafael Hipólito Mejía llamara a aplaudir al hijo bastardo del tirano criminal, a Trujillo Lovatón, y a los nietos de aquél. Se trata de que en realidad el apátrida tiene como primer nombre de pila Rafael, que Rafael Hipólito es uno de los ahijados bautismales, según el rito católico, del dictador Rafael Leonidas Trujillo Molina.

La criminalidad expresada en las ejecuciones de Candelier y la P.N., Rafael Hipólito la goza, igual como la gozó Leonel Fernández, puesto que ello les renueva y les estimula (a ambos) el trujillismo congénito e innato por descendencia de fanáticos trujillistas. Este es un aspecto en común muy significativo.

La meta de Rafael Hipólito es la misma de Peña Gómez, del que decía, aunque lo niegue ahora en público, que el único pro-haitiano que había en el PRD era Peña Gómez, "y ya se murió".

Corromperlo todo, asesinar los derechos democráticos y conquistas sociales de los dominicanos hasta concluir destruyendo la República Dominicana. Esencia y contenido del legado testamentario del haitiano José Francisco Peña Gómez.