A pesar de todo el despliegue propagandístico de los reaccionarios

NO HUBO DOLOR EN LAS MASAS POR LA MUERTE DEL TIRANO

Las circunstancias forzaron la admisión muerte del reaccionario despótico, tirano, corrupto, oscurantista y cruel criminal Joaquín Balaguer

 

Habiéndose presentado un tranque en el mamotreto de Asamblea Revisora de la Constitución montada en forma arrogante y prepotente por orden del primitivo Rafael Hipólito Mejía, abanderado vergonzante de su reelección, tras la suspensión de la sesión del sábado a la 1:00 a.m. del domingo para que supuestamente continuara el lunes, esa misma madrugada, los que habían secuestrado el cadáver del despótico tirano Balaguer con fines marrulleros, tan comunes en su bajo mundo de la politiquería barata, se vieron forzados a dar la noticia de la muerte del tirano Balaguer.

Rafael Hipólito Mejía se ha convertido en abanderado de la reelección con la finalidad de implementar planes ulteriores.

Al difundirse la información de la esperada muerte del déspota, lo más importante fue la comprobación de que en la más extensa franja de la población no hubo pesar, sino una irónica satisfacción, o más exactamente, la liberación de ese sentimiento reprimido y embotado de repulsa hacía quien en vida no se le conoció una sola postura afín a la dignidad, a la ciencia, a la verdad, a la honestidad ni a la honradez, a la libertad, la democracia, al progreso, a la soberanía, ni a favor de la independencia de la nación y pueblo dominicanos.

El muerto vivió exactamente conforme la connotación despectiva del concepto que encierra el término cortesano, en el que gustaba revolcarse como los cerdos en un lodazal, tal y como él mismo lo confesara en su mundo de infamia y de espalda a su pueblo que oprimía con toda crueldad y para satisfacción de los monopolios norteamericanos, la alta jerarquía de la Iglesia Católica, y del parasitismo de ésta a costa del país y pueblo dominicanos, y así como para servir la sed despiadada e insaciable de riqueza de los explotadores.

Sus apologistas y alabarderos, que no son más que un atajo de depravados, han querido meter de contrabando que fue un ser noble y bondadoso, según ellos, lleno de sencillez y libre de vicios y bajas pasiones. A los sobornados se les llama pico de oro, todo eso será material de refutación en todas las oportunidades por venir que son incontables, pero lo que no se puede pasar por alto de inmediato son los adefesios y monstruosos alegatos de que el infernal sátrapa y despótico tirano fue un estadista, de que fue el padre de la democracia y el padre de la modernidad y del desarrollo económico nacional dominicano.

La prensa amarilla, escrita, televisada y radial, mercenaria y mendaz, al protagonizar el rol de apologista a ultranza del infame muerto, sólo ha logrado convencer aún más a considerables sectores, tanto populares en general como democráticos y revolucionarios aún infectados de oportunismo falaz por la falsa izquierda, que se han visto obligados a escandalizarse y convencerse definitivamente de que la tal prensa, con sus legiones de cagatintas, mercenarios contumaces, gacetilleros o lengüeteros radiales y de la TV pagados, de a tanto por línea o de a tanto por lambonismo oral, es el órgano más perverso y pernicioso de que disponen los enemigos del pueblo trabajador y del país para su asquerosa labor de mantener en pie este oprobioso e insoportable régimen.

En los manejos del Estado, alrededor del que merodeó por más de 60 años, el despreciable muerto sólo alcanzó la categoría de depredador del Estado, mostrándose incapaz de promover y sustentar la funcionalidad armónica y congruente de los distintos órganos que componen ese organismo básico de la superestructura de una sociedad; manejando el Estado tal y como se comprueba en cada uno y todos sus gobiernos de carácter despótico, criminal y mercader, así como lacayo genuflexo ante los monopolios extranjeros y particularmente ante el imperialismo norteamericano y la Iglesia Católica, actuó y pensó con carácter chapucero e indigente, contrario a todas las normas de equidad, decencia, elevación y respeto. Corrompió todas y cada una de las incipientes instituciones creadas por la necesidad de la marcha de la sociedad.

Hay en la mitología greco-romana un dios perverso llamado Saturno (Cronos) que se comía al amanecer los hijos que en la noche engendraba, para que no lo destronaran. Es un monstruo de esa mala calaña el que sirve para identificar las aptitudes de Joaquín Balaguer. Ese ser se lo recomendamos conocer a los beocios que disparatean su garrafal insensibilidad ignorante atribuyéndole al sátrapa y despótico tirano de enfermiza mentalidad aberrada que fuera Joaquín Balaguer, virtudes que éste jamás conoció, si no para atropellarlos y pisotearlos con odio y resentimientos propios de su aberración conocida por todos.

Que se observe con detenimiento que ese difunto ocupó los más altos cargos del Estado-gobierno del país para perpetuar infamias o crímenes materiales e históricos culturales, pero jamás para hacer una obra de bien para el pueblo o el país.

En 1937 ocupó Relaciones Exteriores para justificar el genocidio de haitianos cometidos por su gobierno y en 1954 para consumar el Concordato, para pasar luego a la Secretaría de Educación para garantizar la posesión absoluta de los ensotanados vampiros de la Iglesia Católicas de la educación nacional y en el 1958 aupó a la entrega de las Fuerzas Armadas a la Iglesia Católica y a los jesuitas con el Vicariato Castrense, así como a enriquecer a ese centro infernal de todo lo malo que es la Iglesia Católica con el Patronato Nacional San Rafael.

Todos estos episodios marcan hitos que avergüenzan al dominicano ante el mundo, que revelan la verdadera naturaleza del sátrapa, déspota, tirano e hipócrita de siete suelas que fuera y sigue siendo Joaquín Balaguer.

 

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