Dos mundos hay en República Dominicana El de la minoría explotadora y el de las masas explotadas
En esto que se llama República Dominicana, en realidad hay dos mundos. Hay dos intereses económico-sociales contrapuestos e imposibles de convivir en paz. Así mismo hay dos formas, absoluta y totalmente contrapuestas, de ver y tomar las cosas, hechos y acontecimientos que ocurren en el cotidiano vivir de esta sociedad. Lo que es bueno para los explotadores capitalistas, no puede ser bueno para los explotados obreros. Lo que es verdad para los de arriba, no puede ser verdad para los de abajo. Una cosa piensa el burro y otra el que lo apareja. No es verdad que Báez Romano, los Pepín Corripio, Alejandro Grullón, etc., tienen el ser dominicano igual a como se lo tiene el obrero, el campesino, el empleado, el profesional, el chiripero si no el comerciante. El que crea que somos dominicanos iguales que aquellos, es un estúpido e ignorante de la peor ralea. Nadie tiene la culpa de haber nacido esclavo, pero el esclavo que se opone a la esclavitud y a las condiciones de su miserable existencia, no arrodillándose, ni secundando a sus esclavistas y verdugos es un hombre digno y de clase, pero el esclavo que en vez de exigir sus derechos se arrodilla servilmente frente a sus verdugos, les besa los pies con que se le patea y les lame los instrumentos con que se le somete a la humillación de la opresión y de la explotación, ese además de esclavo es un lacayo, sumiso, servil y desclasado. Ese es un pusilánime, un ser despreciable, un paria o un ilota. Los que componemos el mundo del pueblo somos víctimas de la falta de servicios de agua potable o si acaso la obtenemos es con grandes deficiencias, padecemos apagones interminables y abusivos, así como abundancia de basuras y desperdicios en medio de una atmósfera carente de aire puro, además de la zozobra de ser víctimas en cualquier momento de los abusos y atropellos de los cuerpos policiales o de uno de los tantos organismos de espionajes con que se somete al pueblo. Y como si esto fuera poco, ahora se le está agregando un nuevo nudo a la garganta del pueblo llano, de la gente sencilla que sufre pobreza y miseria. Se trata de la llamada Ley de Seguridad Social, mediante la que esa misma población empobrecida está viendo que se le hace más difícil lograr atención médica y medicamentos adecuados por parte del Estado y conforme la obligación para con sus gobernados, que es darle asistencia médica cuando éstos son víctimas de enfermedades. En tanto los hospitales, los centros médicos y de asistencia como sus edificaciones y sus aparatos modernos, que son parte de los recursos que la sociedad ha puesto en manos del Estado, las autoridades gubernamentales, de acuerdo a su modelo de globalización neoliberal, se los regala a los monopolios bancarios y a sus subsidiarias del área de los seguros médicos de carácter privado. Con esto, los dueños de los hospitales que hasta hoy son del Estado serán, por tanto, aquellos que integran el mundo de los ricos y de los explotadores. Las consecuencias no hay que esperar para conocerlas. Serían las mismas que estamos viviendo y padeciendo con la privatización de la CDE, así como las que vendrán cuando Rafael Hipólito Mejía privatice también el agua. La arrogancia y la prepotencia que contra la población ejercen esos grupos privados no será menor en el área de la salud. Es que, dígase lo que se quiera decir, en la sociedad dominicana existen dos mundos absolutamente contrapuestos y enfrentados. El Estado, que es instrumento opresor al servicio de los explotadores, con gobiernos como el de Rafael Hipólito Mejía sólo actúa en contra de los de abajo, rehuyendo hasta de la responsabilidad primera que le asigna la democracia a los gobernantes, que es garantizar tanto la libertad y los derechos de los gobernados como el bienestar de éstos en el terreno material, así como en el de la alimentación, el de los servicios médicos, electricidad y educación.
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