Guido Gómez Mazara

Llama malditas y putas madres de los otros por su caso y creer que todas son iguales

 

El supuesto Consultor Jurídico del Poder Ejecutivo de Rafael Hipólito Mejía, el pichón de consigliori o de asesor mafioso, Guido Gómez Mazara, el hijo de Carmen Mazara, repetimos, óigase bien, el hijo de Carmen Mazara y del lumpen agente contrarrevolucionario y aventurero de la peor laya, Maximiliano Gómez (El Moreno), nos ha llamado hijos de la gran puta e hijos de su maldita madre (según apareciera sin censura publicado en la letrina amarilla carabelita Diario Libertino del viernes 21 de febrero), a los que no sólo compartimos el convencimiento de que Peña Gómez se mantuvo recibiendo aportes económicos del narcotráfico desde la segunda parte de la década del ’60 hasta la fecha de su muerte, sino que era, además, consumidor habitual de estupefacientes, pero por sobre todo, que estamos convencidos de que Peña Gómez fue agente del SIM de Trujillo, fue agente de la CIA, fue un informante desde el 1961 de la Embajada norteamericana y de la Agencia Internacional para el Desarrollo, así como del Departamento de Estado norteamericano hasta el día de su feliz muerte.

Preguntamos, ¿por qué ninguno, incluido y de manera especial, Guido Gómez Mazara, se ha atrevido a negar la condición de agente informante y de espía de los servicios de inteligencia y de espionaje hacia esos organismos de parte de José Francisco Peña Gómez? Su silencio u omisión es una respuesta demasiado elocuente. Se trata de una respuesta tácita, obvia, sobre-entendida y compartida por todos esos mismos amigotes de Peña Gómez.

Pero en cuanto a maldecir la madre de quienes somos consecuentes con los hechos y llamarles a sus madres grandes putas o cueros, y todo porque decimos la verdad sobre Peña Gómez y la gentuza que lo sigue, como es el caso de Guido Gómez Mazara, no tenemos porqué aceptar su maldición ni sus impotentes, aunque muy reveladores, insultos sobre el fondo de su personal subconsciente respecto a su peculiarísima madre, Carmen Mazara.

Sabemos que él tiene razones de sobra para albergar tan sucio sentimiento sobre todo para las madres, y no es para menos.

Pero los que tenemos nuestras madres que no fueron ni son deshonras vivientes, que no fueron ni son ninfas ni sacerdotisas del templo infecundo de Lesbia, ni aventureras de búsqueda permanente del sátiro de sus sueños, no tenemos porqué vivir buscando la oportunidad, cuando no hay alegatos valederos ni justos, para tratar de enlodar el nombre de las madres de nuestros adversarios.

 

Volver a la Página Principal