Ni Bosch, ni Balaguer y mucho menos Peña Gómez aportaron nada duradero que no fuera el envilecimiento de las actividades políticas y las teorías y prácticas de los partidos políticos

 

Un personaje tan truculentamente vulgar y torpe, así como huérfano de talento como lo es don Rafael Hipólito Mejía, al que le place que le llamen ingeniero agrónomo cuando apenas en este terreno profesional es tan solo un perito agrónomo sin ningún tipo de pericia, llega al Poder de este país por obra y gracia de la entronización en la arena política nacional de la politiquería barata que ha campeado por sus fueros en el país desde hace 43 años.

Esta politiquería barata y vulgar, asquerosa y envilecedora, sin embargo tiene una gran virtud, que la libera de su infame condición bastarda cuando menos, y es que a pesar de los empeños de tantos falsificadores y manipuladores de los hechos históricos que operan en el terreno de la propaganda que despliegan los círculos y grupos sociales representativos de la clase dominante, contra ésta se desenvuelve el caudaloso movimiento por transformaciones económico-sociales que ha sacudido a la República Dominicana igual que a todos los países y pueblos de América Latina y tal vez del mundo entero en los últimos 50 años.

La politiquería barata, que no es más que una de las tantas formas aberradas, o sea degenerada y corrompida, de la más rica y completa actividad del ser humano agrupado en sociedad como es la política; aquella politiquería barata y vulgar criolla es procreada por los remanentes y cabecillas de las tres oligarquías políticas que se han erigido en la República Dominicana desde el siglo XIX, el XX y lo que va del XXI que apenas comienza.

Muchos nombres son los que ayudaron a procrear estas oligarquías, pero si nos refiriéramos a los que más directamente han gravitado durante estos 73 años últimos, tendríamos que mencionar sólo los nombres de Rafael Leonidas Trujillo Molina y Joaquín Balaguer como los procreadores de la oligarquía política que representa, viniendo de las entrañas de la ocupación militar norteamericana del 1916 al 1924, y que acabó de ser incubada en medio de la antepenúltima gestión de la oligarquía política representada por el gobierno de Horacio Vázquez; el trujillismo que se proyecta desde el Partido Dominicano de Trujillo al Partido Reformista Social Cristiano, que tiene la gran virtud y mérito de que en su denominación refrendada, esto es, comprobada en los hechos, pone de relieve el aspecto de cristianismo y catolicismo que hay en la composición y actuación de la oligarquía trujillista, esto es, el elemento cristiano, católico, apostólico y romano.

De esta oligarquía política llamada trujillismo resultó heredero Joaquín Balaguer y de este personaje politiquero bregan por darle continuidad, a su vez, como herederos suyos, los descendientes de los círculos que confluyeron entre sí para la conformación de esa oligarquía política que es el trujillismo-reformismo-cristiano. Así, en su seno, en el seno de éste hay una lucha tenaz que dentro del más ortodoxo léxico o lenguaje de la sociología y la historiografía marxista-leninista se le llamaría contradicción o lucha de clase, formulación empleada para denominar las contradicciones en el seno de una misma clase o de un mismo grupo que defiende lo de una clase. Peynado Garrigosa, Eduardo Estrella, Morales Troncoso, Guaroa Liranzo, Joaquín Ricardo, Alexis Joaquín Castillo, etc., encajan perfectamente para la debida ilustración de lo que se trata.

Pero, como bien establece la dialéctica: uno de divide en dos, y no dos se integran en uno, lo que es una de esas significaciones esenciales que representan en el sentido práctico y metodológico una ley científicamente comprobada, como ocurre con la ley universal de la contradicción y del movimiento. Así, de la oligarquía, que no otra cosa es como resulta ser en el terreno político-administrativo del Estado el trujillismo, que se prolonga y tiene su continuación en el balaguerismo, de su seno surgió también el boschismo, corriente que esencialmente corresponde a un trujillismo casi disidente, pero trujillismo al fin y al cabo.

Esto sería lo mismo que, guardando claro está la debida diferencia, en el capitalismo hay tanto la modalidad liberal (hoy neoliberal) y la proteccionista, que se nutren, se alternan, pero que también tienen contradicción de clase.

Así, el boschismo, en sus dos respectivas modalidades, perredeísmo y peledeísmo, de hecho es el nombre o el movimiento propio a la tercera oligarquía del siglo XIX hasta la fecha y la segunda oligarquía procreada en el siglo XX y cuyo padre no es otro que el politiquero Juan Bosch y Gaviño, contrapuesto sólo circunstancialmente al otro politiquero, que es Joaquín Balaguer.

Así como del trujillismo ortodoxo se prolonga el balaguerismo, del boschismo, que sería un sector disidente surgido del seno mismo del trujillismo, para constituir primero el perredeísmo, luego de éste surge el peledeísmo, teniendo todos fuente y práctica políticas comunes.

El PRD, cuando Juan Bosch y Gaviño, acorralado por su creatura monstruosa que se nutre y se sustenta de todas las infamias y asquerosidades, además de que reproduce y amplía éstas para arropar a toda la nación y a toda la sociedad, decide renunciar de su seno, queda en manos de José Francisco Peña Gómez, que es un lumpen social, siendo ésta una expresión sociológica de significación dialécticamente contradictoria y que es otra creación de la sociología marxista-leninista del materialismo histórico, pues se compone de los elementos, por un lado, lumpen que es algo así como parásito improductivo y, por el otro lado, social a la vez, que es agrupamiento humano alrededor de una actividad de conjunto cuyo elemento básico está compuesto por las actividades productivas y las relaciones llamadas económico-sociales que en relación a dichas actividades configuran los hombres agrupados en clases.

En tanto Juan Bosch crea lo que es ya desde hace 20 años el PALIDO o PLD o peledé.

Es fácil de comprender que en el país la lucha política es básicamente a nivel general una lucha politiquera y vulgar, que en vez de tener como objetivo crear en el pueblo conciencia objetiva alrededor de la herramienta imprescindible y obligatoria, que es la política, para alcanzar sus metas de progreso, bienestar, libertad e independencia para la solución de sus problemas económico-sociales, lo que produce es todo lo contrario, esto es oposición y obstaculizamiento a la verdadera y sana actividad política.

Frente y opuesta directamente a la política está, pues, la politiquería barata, que es la que engendra creaturas como este Rafael Hipólito Mejía que nos avergüenza a todos los dominicanos, y es fruto de que dichos grupos políticos tienen como meta el obtener la condición de centro hegemónico y rector de la oligarquía política al servicio de los monopolios extranjeros por lo que es dicha politiquería la que nutre el pesimismo cínico y repugnante de una muchacha pequeño-burguesa cibaeña llamada Sara Pérez que le hace, en su inaceptable y degradante decadentismo, hablar disparates como que la dominicanidad es una maldición, poniendo con ello de relieve que su mentalidad individualista desclasada está nutrida de la superstición y las alienaciones de la misma naturaleza que la religiosidad y prácticas nocivas que ella a veces critica, igual y en la justa medida en que para los decadentistas el existencialismo nocivo es una "crítica" al capitalismo y al imperialismo. La dominicanidad es un reflejo de este submundo objetivo y real fruto de la explotación y opresión colonial y neocolonial del imperio-capitalismo mundial, cuyas raíces, tales y cuales vienen desde lejos pero que a fines del siglo XIX y ya en la primera cuarta parte del seglo XX, José Ramón López, en su vilipendiado ensayo sobre "La Alimentación y la Raza", en forma magistral la resume y que don Américo Lugo resumiera exponiendo sintéticamente así:

"Un pensador dominicano que en el primer período de su vida tuvo tendencia a producir obras maestras, describe en un folleto admirable la vida de nuestros campesinos, raza de ayunadores que vegetan sin higiene, presa de las enfermedades más repugnantes, que a causa de su imprevisión, su violencia y su doblez son, por lo general, incestuosos, jugadores, alcohólicos, ladrones y homicidas. Explica López como la raza conquistadora perdió, al arraigarse en Santo Domingo, la costumbre de comer lo suficiente, por la frugalidad de los vecinos y la resistencia física del negro"… ("El Estado Dominicano ante el Derecho Público", Américo Lugo, Obras Escogidas, Biblioteca de Clásicos Dominicanos, Pág. 382-383, tomo XIV, Ediciones de la Fundación Corripio, Inc., Santo Domingo, 1993).

Pero otro tanto es el caso de Leonel Fernández y su plataforma politiquera, vulgar, tan vulgar o igual de vulgar en su politiquería entreguista y antipopular que la del primario Rafael Hipólito Mejía. Lo único que la de éste es vulgar sin rebuscamientos, y llega hasta a la grosería, pero la de Leonel Fernández-Pálido no es como politiquería lacayuna de menor talante que la de Rafael Hipólito Mejía.

Hoy está comprobado y se ve claro que los tres corrup-PRSC, corrup-PLD y corrup-PRD confiesan que no aspiran ni tienen en sus planes ni en sus plataformas programáticas nada que se parezca al establecimiento de un gobierno que se sustente en la adhesión y práctica de que los dominicanos debemos decidir nuestros propios problemas, esto es, un gobierno de los que entendemos la validez absoluta del justo principio de la auto-determinación del pueblo dominicano para darse la forma de gobierno dentro del marco de la soberanía nacional -no de la negación ni para la desaparición de ésta- que garantice que los bienes y riquezas del país sean usufructuados por todos y cada uno de los dominicanos. Y debe constar que tal aspiración nunca la han tenido, pues su objetivo común siempre ha sido: alcanzar el estatuto, ante los amos extranjeros, de oligarquía política que administre los intereses de los consorcios monopolistas base del imperialismo. Por esta vía se explica por qué para Bosch desde el 1969 no cabe hablar de imperialismo sino de pentagonismo, que según un aborto suyo, había sustituido al imperialismo.

 

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