Masacre Cárcel de Higüey entre agua bendita y superchería pone de realce donde quiera que la Iglesia Católica mete sus manos hay pérdida para el ser humano y la sociedad civil
 

Nuestra participación en este holocausto de presos, dijo el Director de Prisiones y general de la P.N., Ramón de la Cruz Martínez, ocurrido en la noche y la madrugada del domingo 6, amanecer lunes 7 de marzo en Higüey, fue todo un éxito, ya que de los más de 200 encerrados sólo quedaron vivos unos cuantos, en su gran mayoría gravemente quemados, por lo que la cuenta de los muertos, que ya sobrepasa los 150, seguirá aumentando, pero “ni uno solo logró escapar”, se ufana orgullosamente de repetir el general De la Cruz Martínez, como un asesino obsesivo y siniestro, equivalente a un verdugo de los campos de concentración nazi-hitleriano o franquista-mussolinista que, huérfano de toda humanidad y curtido en esas faenas criminales, quiere resaltar su gran eficiencia en el asqueroso y miserable oficio.

Todo parece indicar que de por medio hubo el interés deliberado de efectuar esa gran matanza de presos y para lo cual al parecer se utilizó como pretexto el enfrentamiento entre dos bandas de presos que luchaban por el control del recinto carcelario.

Pero no deja de provocar torrentes inevitables de sospechas el hecho de que la tragedia fuera el resultado de la indolencia e indiferencia de las autoridades policiales encargadas de la gestión carcelaria, como se desprende de los informes de que los policías de puesto en el recinto carcelario no quisieron abrir el candado de la puerta del enrejado carcelario bajo pretextos baladíes como el de que “los presos dañaron los candados”, o “no teníamos orden para intervenir”, “el candado estaba trabado”, etc., etc.

Pero resulta que entre los muertos están 2 o casi todos los que en esa Provincia estaban sindicados de estar involucrados en las últimas violaciones masivas de niños y niñas, prostituidos y depravados en forma meticulosamente preparada, en un orfanato que está bajo la responsabilidad del Arzobispado de Higüey, que como el radioyente de “La Voz del Partido Comunista de la República Dominicana (PACOREDO)” y lector de “¡Despertar!” debe saber, es el lugar donde se encuentra el famoso templo de superstición, brujería, engaños y estafa católico-cristiano a la población ignorante, la Catedral de la Virgen de la Altagracia, que es una de las tantas formas que adopta Palas Atenea, diosa griega pagana representativa de la fecundidad de la naturaleza y diosa de la guerra que en el extensísimo equipo cristiano-católico, en efecto, se le atribuye ser la Virgen de las Mercedes, que santificó el genocidio de la raza indígena nativa a raíz del coloniaje y esclavización por parte de los españoles, a fines del siglo XV e inicios del XVI, esto es, a partir del 1492.

Y a su vez dichas vírgenes, según la mitología sanguinaria cristiano-católica, todas no son más que formas distintas que adopta en su extraña naturaleza amorosa, igual que si fuese una vampiresa, la imaginaria madre del inventado Jesucristo, esto es, María.

Resulta que muchos de los casi 10 presos acusados (y ahora muertos) de la comisión de aquellas violaciones, al igual que familiares suyos y cada vez más extensos sectores de la sociedad civil, esto es, la que vive de sus propias actividades de trabajo en todas las esferas de la sociedad, acusan al obispo Ramón Benito De la Rosa Carpio como el que, junto con su banda de homosexuales y pedófilos (a lo que redujo al Arzobispado de la Diócesis de Higüey), de ser los responsables y protagonistas de aquellas monstruosidades, y, en efecto, tras haber presentado una feroz resistencia, los representantes de la Procuraduría General de la República y del Ministerio Público (fiscales) de Higüey, tuvieron que aceptar que dicho sujeto, llamado Ramón Benito De la Rosa Carpio, sea interrogado y tenga que demostrar su inocencia, lo cual es sumamente difícil por no decir imposible, y se da por un hecho que sólo por la acción de la impunidad podría salir declarado inocente este sujeto, Ramón Benito De la Rosa Carpio, que es Presidente del Episcopado Dominicano, y quien tan pronto se hizo público que el Ministerio Público había dispuesto que fuera interrogado, emitió, apenas el viernes 4 de marzo, unas desesperadas declaraciones en las que, sin mencionar el caso específico, de lo que siempre se cuida mucho (como acontece con lo de mencionar soga en casa de las familias donde uno de sus miembros se ahorca), de esas violaciones y otras acciones aberradas sexualmente, acusa a la Justicia y autoridades dominicanas de perseguir a los hombres de trabajo, forma ésta muy sorprendente, por tratarse de un obispo de la Iglesia Católica que, como se sabe, vive acusando a la Justicia de complicidad por su mano blanda con la delincuencia y de vivir exhortando a la mano dura y durísima de la Policía Nacional y sus mortíferos equipos, conocidos como escuadrones de la muerte.

Esas declaraciones se producen el viernes 4 de marzo y ya el domingo 6 se desencadena en la Cárcel de Higüey la tragedia en la que han muerto más de 150 presos, esperando que la cifra hasta sobrepase los 200, y con las expresiones del general De la Cruz Martínez, de que lo más importante fue que no se escapó ni un solo preso de los recluidos en el recinto carcelario que sirvió, como ha resultado, de cadalso común a más de 150 seres humanos de un golpe y en unas cuantas horas, hay material suficiente para llegar al convencimiento de que hubo un interés predeterminado y dispuesto de parte de las autoridades policiales y del Ministerio Público, dado los vínculos e influencias de la Iglesia Católica, S. A. tanto en el Estado Mayor y las estructuras policiales de arriba hasta abajo como que el Procurador General de la República y los fiscales del país, que conforman el Ministerio Público, son hombres incondicionales de sumisión incuestionable y obediencia ciega a la Iglesia Católica, S. A.

Esta, igual que el cristianismo, cuyo texto sagrado propiamente dicho es el Nuevo Testamento, es una fanática adoradora del fuego y tiene una bien ganada fama, sustentada inequívocamente en la historia, de venir quemando, con fuego y candela de verdad, y lo decimos así para que no se vaya a creer que hablamos en términos figurados, que en dicho Nuevo Testamento sólo en sus llamados cuatro Evangelios y las Cartas de su fundador, el romano Pablo de Tarso, convicto y confeso pagano, se menciona como castigo purificador de sus contrarios más de 12 docenas de veces, y desde mucho antes de los tiempos terroríficos de torturas y muertes al fuego de Agustín de Hipona, tiempos en los que se instauró y estuvo vigente una pre-inquisición, de lo fue parte la quema de la Biblioteca de Alejandría y la muerte horrorosa, a manos del obispo católico Cirilo, de la última sabia pagana, Hipatia, hasta la Inquisición, que duró desde la Edad Media hasta bien entrada la Epoca Moderna, por lo que hay que sospechar que las manos tan siniestras como largas de la fatídica mente criminal y aberrada sexualmente Iglesia Católica, S. A. estuvieron presentes en la ejecución de ese exterminio masivo con fuego y candela ocurrido en la Cárcel Pública de Higüey.

Si aquí hubiese Justicia, el primer apresado y acusado ha de ser el general De la Cruz Martínez y los fiscalizadores de Higüey, junto a la totalidad de la dotación policial de puesto en Higüey.

Las palabras de De la Cruz Martínez, quien tiene una larga estela de sangre como trayectoria y miembro de la más alta oficialidad de una institución como la Policía Nacional, que tiene más de 60 años cometiendo todo tipo de crímenes y asesinatos contra la población, la sociedad y el país, sin que jamás se le conozca siquiera el proyecto de pedir perdón al país, perdón al pueblo dominicano y a la humanidad, perdón a la sociedad, que en su oscura y lóbrega historia no ha dejado, esa Policía Nacional, un solo segundo en martirizarla.

Y todo esto lo ha llevado a cabo con la bendición y la orientación directa de la Iglesia Católica y sus siniestros sacerdotes, sobre todo los obispos, monseñores, nuncios y cardenales, desde la vigencia del Concordato y el Vicariato Castrense.

Cabe preguntar: ¿Quién puede dejar de pensar que el Episcopado Dominicano, baluarte de la homosexualidad y la pedofilia en esta degradada sociedad, no ha dispuesto eliminar a quienes podrían confesar la responsabilidad de Benito De la Rosa Carpio y su banda en las horrorosas prácticas de la pedofilia, prostitución y depravación de los niños de ambos sexos del hogar de huérfanos y desamparados de San Rafael de Yuma, Higüey?

 

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