Capellán policial llama a reclutas P.N. a no vacilar en el uso de sus armas contra la ciudadanía según lo ha dispuesto "san Judas Tadeo"

Se confirma una más continuos crímenes y atropellos vinculados a esta institución tienen el estímulo directo de la incidencia de los curas en el seno de esa P.N. y de todas las FF.AA por obra y gracia del Concordato y del Vicariato Castrense

 

Hace tiempo que venimos insistiendo en que la firma del Concordato y del Vicariato Castrense entre la Iglesia Católica y el Estado dominicano son acuerdos perjudiciales, lesivos y dañinos para la República Dominicana como Estado nacional, lo mismo que atentatorios a la democracia y a los derechos democráticos, así como a los derechos humanos de los dominicanos.

Ahora fue en el acto de graduación de los reclutas recién enganchados a la P.N., efectuado en Hatillo, San Cristóbal, donde el capellán policial, esto es, el cura con rango de capitán, exhortó de manera grotesca y burda a que los reclutas tuvieran bien presente que su deber era reprimir a batazos, a tiros y a bombazos a la ciudadanía a la que llama delincuente.

Textualmente ese cura parásito, representante del salvajismo y de la ignorancia, cuya mentalidad no es otra que la de un verdugo de la Inquisición, expresó a los reclutas: Esas armas que San Judas Tadeo, que es el patrono de la P.N., ha puesto en sus manos, son para que las usen contra los ciudadanos. No vacilen en usarlas. Y piensen que fue un santo de la Iglesia Católica quien les hizo la encomienda.

Así habla un verdadero rufián, que vive a costillas del pueblo.

Como se puede apreciar, ésta es una confirmación más de que los crímenes y atropellos en que se vincula tan continuamente a la P.N., tienen un estimulante directo en la incidencia de los curas en el seno de esa P.N. y de todas las FF.AA.

Cada vez se requiere con más fuerza que el país renuncie al Concordato y al Vicariato Castrense; que los curas se metan en sus iglesias, que los curas se mantengan con su trabajo, que dejen de ser parásitos del pueblo y que la Iglesia deje de vivir de los impuestos que el pueblo paga; que se le ponga fin a la práctica de que los curas sigan decidiendo la actuación de los laicos, esto es, de la sociedad civil.

 

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