Voracidad
insaciable de la Iglesia Católica dominicana sigue su agitado curso
No cabe duda que la voracidad insaciable de la
Iglesia Católica dominicana sigue su agitado curso. Ahora hizo que el gobierno de su adepto fanatizado Rafael Hipólito Mejía
le diera el antiguo hospital público Dr. George de San Pedro de Macorís,
al que de inmediato, para envolverlo en su brujería salvaje, le cambió
el nombre, llamándole Hospital Sagrado Corazón de Jesús. Y lo dedica
dizque a entrenar enfermeras, lo cual no es más que parte de otra de sus
estratagemas, dirigida ésta a quedarse fraudulentamente con los terrenos
del Colegio San Pedro Apóstol, terrenos que fueron comprados por
Almacenes Iberia a la congregación de los Montes Capuchinos, ya que en
dicho colegio han montado la Escuela de Enfermería adscrita a la
universidad católica UCAMAIMA. Pero así mismo Rafael Hipólito Mejía le donó a la Iglesia Católica
casi medio millón de metros cuadrados de los mejores terrenos y al borde
del inicio de la nueva autovía San Pedro de Macorís-La Romana. Y ¿qué hacen los curas? Bueno, el cura haitiano de Quisqueya, llamado Jacques Fabré, le robó a
unos feligreses haitianos residentes en ese Ingenio, el equivalente en
morocota de oro, de unos seis millones de pesos que le entregaron. Y ahora
moviliza al grueso de otros haitianos, a los que les promete darles la
nacionalidad dominicana a ellos, a sus mujeres e hijos haitianos, a cambio
de que lo apoyen en contra de los que lo acusan del robo. ¡Eso es ser
cristiano! O bien en San Juan de la Maguana, el cura Miguel Orta, de nacionalidad
costarricense, mudó para él a una mujer casada con otro en la calle
Anacaona # 116. El cura Miguel Orta tuvo que ser “deportado” por el
obispo de San Juan de la Maguana, pariente pariente de Rafael Hipólito
Mejía y por el cardenal Nicolás de Jesús Hildebrando Borgia López Rodríguez
para Costa Rica, no fuera cosa que nosotros nos diéramos cuenta y le pusiéramos
los puntos sobre las íes. Cuando en la superchería cristiana se dice: Jesús murió en la cruz para
redimir todos nuestros pecados, no cabe duda que con ello se da patente de
corso a todos los cristianos para poder hacer y deshacer pues ya el hijo
de su dios, con su muerte en la cruz, les eximió de pecados, cometidos o
por cometer.
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