Rafael Hipólito Mejía
ha publicado un libraco suyo de su propiedad pero con los fondos y
recursos del “Centro de Información Gubernamental” ¡Así
es la ética y la moral del que gobierna para la gente!
De
Rafael Hipólito Mejía se ha dado a la publicidad un libraco, que es como
se llama al agrupamiento de disparates hecho imprimiendo, reuniendo y
editando página sobre página en un amasijo que no llega a la calidad de
libro, sino de libraco. A
ese libraco Rafael Hipólito Mejía quiso ponerle el título, si no fue
que le dijeron que le pusiera, “Mi Palabra”. Bien, hasta aquí no hay
mayores problemas, esa sería la libertad de Rafael Hipólito Mejía como
ciudadano, e incluso como Presidente. Pero
el caso es que este señor, que ha dicho que su libraco no se lo “regala
a nadie”, que el que lo quiera que se lo compre, no lo ha publicado él
mismo con dinero ni con recursos pagados de su propio bolsillo, para que
en verdad sea su “libraco”. Nosotros
nos sospechábamos algo sucio en torno a ese, y decidimos ir a una librería
para examinarlo. Y ¡Vaya sorpresa! que nos llevamos al comprobar que el
libraco o panfletón fue publicado y costeado, según se desprende de lo
dicho en la solapa de la contraportada, donde el panfletón de marras
aparece como una publicación hecha por el llamado “Centro de Información
Gubernamental” que preside el conocido plumífero de a tanto por línea
Juan Manuel García. Dicha institución es una oficina oficial del Estado. Si
dicha publicación fue hecha con los fondos y recursos del “Centro de
Información Gubernamental”, resulta que se trata de un acto típicamente
de corrupción y de mal uso dado a los fondos públicos, que tratándose
de un libraco o panfletón personal que, como bien ha dicho Rafael Hipólito
Mejía, es “mi” libraco “y no se lo doy a nadie”, debió ser
costeado con recursos personalmente propios de Rafael Hipólito Mejía y
no del Estado. ¡Oh,
qué bien! Los fondos del Estado son sus fondos. El Palacio de Gobierno es
su palacio de propiedad personal. En
realidad, a Rafael Hipólito Mejía lo entendemos, aunque por cuestiones
de civilización no compartimos nada de lo que hace. Hay
mentalidades que están un poco más atrás que la que corresponde al período
histórico de la pre-civilización y que se conoce como la comunidad
primitiva; mentalidades que corresponden al período antes de que se
llegara a algo definido y que sería el estado salvaje del hombre paleolítico
cuando ni siquiera regía el “jus sanguinis” y se estaba en la era de
la pre-gens. Y un rasgo suyo es que sólo entienden, dichos homínidos, de
“mío”, “mío” y después “mío”. Balaguer
tuvo el hábito de escribir libracos de diversos temas y hasta de poesía
en lo que alcanzaría el grado no más que de un muy mal poetastro. Pero
hay que reconocer que nunca lo costeó formalmente con los fondos
estatales, sino que lo hizo, hasta donde se sabe, de su peculio personal.
Así es como manda la ley de la ética, o sea, de la moral.
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