En
la sociedad dominicana existen dos mundos absolutamente contrapuestos y
enfrentados Rafael Hipólito Mejía sólo actúa en contra de los de abajo
En
esto que se llama República Dominicana en realidad hay dos mundos. Hay
dos intereses económico-sociales contrapuestos e imposibles de convivir
en paz. Así mismo hay dos formas absoluta y totalmente contrapuestas de
ver y tomar las cosas, hechos y acontecimientos que ocurren en el
cotidiano vivir de esta sociedad. Lo
que es bueno para los explotadores capitalistas no puede ser bueno para
los explotados obreros. Lo que es verdad para los de arriba no puede ser
verdad para los de abajo. Una cosa piensa el burro y otra el que lo
apareja. No
es verdad que Báez Romano, los Pepín Corripio, Alejandro Grullón, etc.
tienen el ser dominicano igual a como se lo tiene el obrero, el empleado,
el profesional, el campesino, el chiripero o el comerciante. El
que crea que somos dominicanos iguales que aquellos, es un estúpido e
ignorante de la peor ralea. Nadie
tiene la culpa de haber nacido esclavo, pero el esclavo que se opone a la
esclavitud y a las condiciones de su miserable existencia, no arrodillándose,
ni secundando a sus esclavistas y verdugos es un hombre digno y de clase,
pero el esclavo que en vez de exigir sus derechos se arrodilla servilmente
frente a sus verdugos, le besa los pies con que se le patea y le lame los
instrumentos con que se le somete a la humillación de la opresión y
explotación, ese además de esclavo es un lacayo sumiso, servil y
desclasado. Ese es un pusilánime, un ser despreciable, un paria o un
ilota. Los
que componen el mundo del pueblo somos víctimas de la falta de servicios
de agua potable o si acaso la obtenemos es con grandes deficiencias,
padecemos apagones interminables y abusivos, así como abundancia de
basuras y desperdicios en medio de una atmósfera carente de aire puro,
además de la zozobra de ser víctimas en cualquier momento de los abusos
y atropellos de los cuerpos policiales o de uno de los tantos organismos
de espionajes con que se somete al pueblo. Y
como si esto fuera poco, ahora se
le está agregando un nuevo nudo a la garganta del pueblo llano, de la
gente sencilla que sufre pobreza y miseria. Se trata de la llamada ley de
seguridad social, mediante la que esa misma población empobrecida está
viendo que se le hace más difícil lograr atención médica y
medicamentos adecuados por parte del Estado y conforme la obligación para
con sus gobernados que es darle asistencia médica cuando éstos son víctima
de enfermedades. En
tanto los hospitales, centros médicos y de asistencia como sus
edificaciones y sus aparatos modernos que son parte de los recursos que la
sociedad ha puesto en manos del Estado, las autoridades gubernamentales de
acuerdo a su modelo de globalización neoliberal, se los regalan a los
monopolios bancarios y a sus subsidiarias del área de los seguros médicos
de carácter privado. Con
esto, los dueños de los hospitales que hasta hoy son del Estado serán
por tanto aquellos que integran el mundo de los ricos y de los
explotadores. Las
consecuencias no hay que esperar para conocerlas. Serían las mismas que
estamos viviendo y padeciendo con la privatización de la CDE así como la
que vendrán cuando Rafael Hipólito Mejía privatice también el agua. La
arrogancia y prepotencia que contra la población ejercen esos grupos
privados no será menor en el área de la salud. Es
que dígase lo que se quiera decir, la sociedad dominicana existen dos
mundos absolutamente contrapuestos y enfrentados. El Estado que es instrumento opresor al servicio de los explotadores, con gobiernos como el de Rafael Hipólito Mejía sólo actúa en contra de los de abajo rehuyendo hasta de la responsabilidad primera que le asigna la democracia a los gobernantes, que es garantizar tanto la libertad y los derechos de los gobernados como el bienestar de éstos en el terreno material, así como en el de la alimentación, el de los servicios médicos, electricidad y educación.
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