El concepto clase media busca crear barrera artificial divida a las masas populares y que los sectores se creen clase media miren al pueblo trabajador con desprecio y prejuicios

Aunque le duela a sus apologistas la “clase media” no es más que el amasijo informe de los desclasados que por desesperación y agonía prolongada están en el medio

 

Las falsas ilusiones y las imaginarias expectativas de los más numerosos componentes de la sociedad dominicana han naufragado. Se trata de ilusiones vanas a favor del sistema capitalista.

Como dicen los sabios, lo peor del cadáver del muerto es que, si no lo entierran bien y a tiempo, al descomponerse por la putrefacción puede terminar por infectar a todo el que está en el medio o en su cercanía.

Y sucede que en el curso de los últimos 42 años, se ha acentuado, por obra y gracia de la labor de los monopolios, los reaccionarios, sus ideólogos, políticos y propagandistas, la falsa expectativa, tanto de la existencia de una mal llamada clase media, como de la aspiración individual de llegar a formar parte de esta supuesta clase media.

Esa concepción de clase media obedece a toda una superficial y acomplejada seudoteoría sociológica que se basaría en la hechicería y la curandería social tan superficial como vulgar. Y da pena que sean hombres y mujeres dizque cultos que se presten, por puros prejuicios anticomunistas y antimarxistas, a proseguir propalando ese tremendo disparate.

Así, se han llegado a acuñar otras palabrejas como esas de clase choferil, la clase médica, la clase política y así llegaríamos a la clase de las prostitutas, de los curas, de los mendigos, de los chulos, de los ladrones, de los guardias y de los policías. No cabe duda de que todo eso es un puro disparate. Y quienes lo han salcochado y cocinado, sorprendentemente, están vinculados a los centros de Poder de los EE.UU. y a sus intereses contrarrevolucionarios aquí y en toda América Latina.

Wright Mills, profesor gringo de una universidad newyorkina, difundió ampliamente el falso y falaz concepto de la mal llamada clase media en un superficial librito del 1960 llamado “La Revolución Cubana”.

La escuela anticomunista de Costa Rica, financiada directamente por la CIA, de Juan Bosch, Víctor Alba, Muñoz Marín, Rómulo Betancourt, Pepe Figueres, Sacha Volman, todos sin excepción, incluido Juan Bosch, agentes de la CIA, fue el antro pestilente que se encargó de difundir ese virus seudoconceptual de la tal clase media. Como es lógico, el apátrida teórico del buscavidismo Peña Gómez fue de todos aquellos un gran discípulo.

Pero, nos preguntamos, ¿existe en verdad la clase media? Como concepto no alcanza el carácter de tal, esto es, no califica como reflejo científico de una realidad universal económico-social en la cabeza del hombre y no llega a formar parte de ninguna ciencia, por lo tanto; la expresión clase media resulta, en cambio, un archidisparate que toda persona seria sólo podría usar como un decir impreciso y vago para describir a los estamentos sociales de un nivel de ingresos, lo que necesariamente es muy inestable y variable, acorde con la dinámica del sistema capitalista de explotación con sus leyes de la anarquía en la producción, auge, recesión, crisis y su inexorable ley de la crisis y empobrecimiento como esenciales a la producción de mercado.

Por ejemplo, si es por los niveles de ingresos, resulta que, comprobadamente, un rufián tahúr o delincuente cualquiera posee iguales o más ingresos que cualquier profesional en un momento determinado.

Que un chinero o paletero puede recibir de 500 a 600 pesos diarios, lo que le daría un sueldo que no tiene todo profesional en un momento determinado.

Que un mecánico (que es un obrero calificado) puede recibir eso o más. Lo mismo que un albañil que pegue, y eso cualquiera lo hace, 400 bloques de hormigón por día. Y este no deja de ser un obrero hasta artesanal e individual.

Amen de que un iluso de esos que se considera clase media en República Dominicana va a Nueva York y tiene que fregar platos si no traquetear en una esquina de un ghetto. Esto es, no aplica como clase media en otro país.

Ese seudo concepto que tanto usan los Leopoldo Espaillat Nanita, Molina Morillo, Antún Batlle, Miguel Guerrero, la chankaichekista Adriana Sang Beng, los iletrados plumíferos de la prensa amarilla, la radio y la televisión, en realidad lo que busca es hacer que la gente no tenga conciencia de la real estructura de clase de la sociedad capitalista dominicana, y de lo que constituye esa categoría económico-social del materialismo histórico llamado clase.

Además, en el seudo concepto ese de clase media subyace el viejo prejuicio de la sociedad precapitalista de ciudadanos de primera o superiores, de segunda o intermedios y de tercera, que sería algo así como parias.

Clase capitalista, dueños de bancos, de grandes industrias y de grandes comercios; terratenientes dueños de grandes extensiones agrícolas; las capas anexas o apéndice de esas clases, que son capaces de agarrarse de un clavo ardiente y al rojo vivo para no ingresar al campo del proletariado, entre los que están los medianos y pequeños capitalistas, medianos y pequeños campesinos, los medianos y pequeños comerciantes, etc., así como los empleados burocráticos anexos a esos sectores; pero después, el resto forma la masa del proletariado con todas sus gamas y gradaciones.

El concepto clase media busca crear una barrera artificial, como se está viendo, entre todos los que forman las masas populares, de modo que los que se crean clase media miren al pueblo trabajador con desprecio y prejuicios, y propiciar así, artificialmente, el divisionismo.

Ahora ocurre que esos apologistas, es decir, preconizadores, de esos que se creen clase media, sólo repiten como gallaretas una y otra vez, “se está destruyendo a la clase media”, otros dicen “ya desapareció”, bla, bla, bla... Es que esos estamentos inferiores a las clases explotadoras no son en realidad una clase, sino un apéndice extenso y nervioso que, como rémoras de un pasado superado, o por superar, se autoengañan creyéndose ser lo que no son.

Y no quieren aceptar ni la rueda de la historia y mucho menos que cuando el sistema ya no los necesita para la contrarrevolución sobre el pueblo trabajador, les hace entender de manera traumática la realidad monda y lironda: “Te usé como un limón, y ya gollejo y con el jugo afuera, ¡pá’l zafacón!”.

Clase media sería como un cartón de huevos rotos, y preguntamos, ¿quién diferencia éste de aquél? O ¿quién logra darle forma que no sea metiéndolo al caldero y dándole fuego y candela? ¿No es acaso este el fenómeno que están viviendo los de ese cartón de huevos rotos por el peso del capitalismo?

Si no, la “clase media”, aunque le duela a sus apologistas, sería el amasijo informe de los desclasados que por desesperación y agonía prolongada están en el medio.

Nos da por pensar que la invalidez del seudo concepto se comprueba cuando Rafael Hipólito Mejía lo usa como algo valedero. Ya usted puede ver.

Pero, si no, para complacerlo, imagínese un hombre desnudo o encueros en medio de la calle, que ante los ojos de todos los curiosos transeúntes se coloca desesperado, para cubrir su desnudez, su derecha por delante para taparse sus atributos masculinos, y su izquierda atrás para taparse el trasero y así salir huyendo a esconderse, lleno de vergüenza y rubor, ante todo el mundo.

 

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