Asesinatos mujeres y suicidios de los homicidas Consecuencia inevitable envilecimiento,
pobreza y miseria masivas genera desarrollo sistema capitalista de
explotación y opresión de las masas trabajadoras
Da pena ver que se efectúan marchas, que se emiten
declaraciones, que se organizan hasta reclamos, por ejemplo, ante las
autoridades judiciales, como una que hace poco se efectuó en el mismo
Palacio de Justicia de Ciudad Nueva y en el llamado de la Feria,
reclamando el cese de la violencia contra la mujer. Hay campañas contra
la violencia escenificada en los hogares entre parejas o de los padres
contra los hijos, y el reclamo de los consabidos grupejos de “¡No al
silencio!”, “¡Rompe el silencio, denúncialo!”, etc., etc. Son
deshechos humanos, principalmente, de los que integraban eso que se llamó
izquierdas, y respecto a los que insistimos que no nos incluyan, por
favor, son de esos estercoleros que provienen los que encabezan las
susodichas actividades. Son ex emepedeístas, revisionistas y
oportunistas, porque a esta condición, igual que a la de homosexual, no
se renuncia, ex corecatos, ex fafistas, ex castristas o activos en esos
menesteres oportunistas los “líderes” (entre comillas), a los que
se suman otros provenientes directamente del movimiento gay incubado en
las metrópolis imperiales de USA o de Europa, o en sus sucedáneas ONGs
de matices casi siempre religioso-cristianas. Esas
protestas hacen entender que en sus cabecillas hay un interés
deliberado en buscar el mal en la sábana o que las mismas tienen el
mismo carácter de las primeras como primitivas protestas obreras en las
que los trabajadores desesperados ante la explotación y opresión,
junto a su ignorancia y falta de conciencia de clase, apelaban a
emprenderla contra las máquinas. Pero
en forma deliberada rehuyen, demostrando su inconsecuencia, ver el mal
de los asesinatos de marras como prohijado por el mismo sistema
capitalista de explotación y opresión sobre las masas de trabajadores
tanto de las ciudades como de los campos, con su inevitable secuela de
envilecimiento mediante la alineación que el sistema capitalista
acarrea junto a la pobreza y miseria masivas que su desarrollo genera,
absolutamente siempre, como contrapartida. A
nosotros no nos extraña en verdad el fenómeno de los asesinatos de
marras, aunque insistimos, los deploramos. Pero no nos engañamos ni
tampoco nos ilusionamos. Marx
y Engels, en su insuperable estudio para el conocimiento del sistema
capitalista y de sus efectos catastróficos sobre la sociedad, hicieron
aportes por igual inigualables en cuanto a cómo el sistema capitalista,
que se basa en la extracción de la plusvalía del trabajo de las masas
obreras y trabajadoras en general, mediante la explotación de su fuerza
de trabajo, conlleva a la vez la más completa alienación o locura
generalizada a nivel de toda la sociedad capitalista, donde se restaura
la que se puede comparar, sin lugar a mayor equivocación, con la ley de
la selva o a la lucha de todos los hombres contra todos los hombres. Como
el capitalista no es simple y llanamente un régimen o un modo de
producción, que sería el conjunto de las fuerzas productivas y sus
consiguientes relaciones sociales de producción, más, sumado o
integrado a su superestructura político-estatal, a sus creencias y prácticas
ideológicas, filosóficas, jurídicas, morales y religiosas y
culturales, sino que es, repetimos, además de un régimen, todo un
sistema, el más cabal y completo sistema de explotación y extracción
en forma violenta, ya sea en forma abierta o encubierta, de plusvalía
que, expresada en dinero, sería lo que se denomina comúnmente como
ganancia; todos y cada uno de los hombres (incluidas las mujeres en esta
generalización tan poco grata a los oídos de las feministas) se
enfrentan entre sí por dinero y en la búsqueda del dinero. Ahora que está tan de moda, a la par con el fenómeno que es el motivo de estos comentarios que, dicho sea de paso, los efectuamos a vuelo de pájaro, lo del alza de la prima del dólar, resulta concluyentemente ilustrativo que si usted despliega una papeleta de un dólar, ante sus ojos, en la parte superior de esa moneda, que simboliza todo el poder y las convicciones imperiales de los Estados Unidos y los norteamericanos, usted puede leer la inscripción que dice: "In God we trust”, que traducido a nuestro idioma significa “en este dios, es que creemos”, esto es, en el dólar.
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