Gráfica versión de lo que engendra el capitalismo plasmada en el dólar

El dólar dice: "In God we trust” o “en este dios, es que creemos"

 

En una muy interesante gráfica versión de lo que engendra el capitalismo en lo concerniente a la vida del hombre en la sociedad burguesa, algunos estudiosos, orientales sobre todo, sostienen que en este tipo de sociedades la vida gira alrededor de tres factores, vértices o naipes que sucesivamente serían, el dinero, el sexo, el vino y el juego. Tal apreciación podría ser insuficiente pero no errada.

Y, efectivamente, es muy probable que el impacto con todas sus secuelas del sistema capitalista con la hegemonía absoluta de su ley del valor lo que, haciendo blanco en nuestro conglomerado humano, sea la causa que viene ocasionando los dramáticos y deplorables panoramas como el de los asesinatos de mujeres y suicidios de hombres en actos típicamente despectivos hacia el significado de la vida y reflejo de una ausencia total de esperanza. Y a estos habría que agregar los actos de la delincuencia, los de la prostitución, los de la homosexualidad, etc., etc.

La pregunta obligada sería: ¿tienen todos una causa común que los impulsa y los propicia? Básicamente hay que entender que poseen una causa esencial común. Y es nada menos que una estupidez atribuirlo a la falta de formación familiar cristiana, tal y como insiste el cardenal Hildebrando Borgia López Rodríguez.

Las mujeres están saliendo, o hace rato que salieron de su pasada marginalidad y aislamiento en que antes se mantuvieron o en que se les ubicaba.

Muchos hombres han creído en la absurda posibilidad de hacer su propia y aislada vida, como reflejo de rémoras individualistas precapitalistas, con una mujercita, la que creen encontrar en la primera muchachona que les resulta simpática, y que a su vez quiere empezar a vivir su propia vida y, según el mismo atrasado punto de vista, se lanzan juntos, bajo el convencimiento de la ignorancia de que sus existencia y supervivencia están reguladas por un oculto sistema que opera en forma ciega, oculta e inexorable. Mecanismo que opera sobre ellos. Se reproducen. Vienen dos o tres hijos. Pero ya ese pobre hombre no encuentra más espacio de donde seguir sacando.

Otra puede resultar la perspectiva de la que fuera su muchachona, quien ya puede estar viendo la vida desde otra óptica diferente, todavía con 25, 30, 35 o 40 años, de que le quedan “oportunidades” (entiéndase con otros hombres).

No cuentan muchas veces que la reacción de su pareja está a la vez guiada por las leyes ciegas y ocultas del sistema capitalista, que logra sus metas de obtención de plusvalía y su consiguiente recreación, mediante la más sorda y brutal violencia, bajo cuyo signo nos formamos todos, estemos o no conscientes de ello. La violencia es lo que obliga al trabajador a aceptar la explotación a cambio de un salario, que se les paga a nombre de lo que se dice su trabajo, aunque se instituye que es sólo una parte del tiempo realmente trabajado, la otra parte de tiempo trabajado pero no remunerado es lo que constituye la plusvalía que le corresponde al capitalista que queda, por las reglas de juego del sistema, como dueño de la mercancía o nuevo valor creado.

Donde es amortiguada o prácticamente inexistente dicha ley del valor capitalista, no se reproduce el panorama de los frecuentes asesinatos de mujeres y su acompañamiento del suicidio del homicida. Estamos seguros que ni en la China Popular todavía, ni en Korea del Norte, Vietnam, Cuba e incluso en las poblaciones del ex campo socialista, o en las zonas donde predominan las tribus a las que se denomina como primitivas, no se da el panorama en cuestión. Sin embargo, se sabe que algo parecido o peor de lo que aquí ocurre lo encontramos en grandes ciudades o Estados de los de Norteamérica. Tenemos que en Los Angeles, EE.UU., hay actualmente una ola de violencia similar a la que aquí impera, claro está, con la diferencia de magnitud correspondiente.

 

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