Hay
que vivir para ver y con
Cuando Thomas Jefferson, junto a Benjamín Franklin
y Thomas Paine, escribieran la fórmula que mejor define la democracia
como el gobierno del pueblo y para el pueblo, lo hizo partiendo del
criterio de que es este pueblo la fuente y garantía de la democracia,
poniendo de esa manera como centro de gravedad del régimen democrático
la soberana voluntad del pueblo. Pero, como ya se ha dicho, hay que vivir para ver y
conocer. Por ejemplo, ante su apoteótico nuevo viaje dado
por Rafael Hipólito Mejía, pisoteando sus palabras de críticas al
también viajero Leonel Fernández de que éste vivía en un avión y
que por eso era un “vago”, soltó la perogrullada de que los
banqueros son la columna vertebral y garantía del sistema democrático,
o sea, que es la fuente y sostén de la democracia, según el invento
genial de Rafael Hipólito Mejía. Cuando formula tan descomunal como insólito
disparate, lo hace sin importarle que sus palabras tengan sentido lógico,
ya que al fina y al cabo qué le importa a Rafael Hipólito Mejía que
sus palabras tengan o no coherencia, a él se le ocurrió ese espasmo y
san se acabó, así lo evacuó. Pero en el fondo, con tales expresiones suyas,
expresa no sólo lo poco que le importan la democracia y el pueblo, sino
ante todo su entrega total a los bancos, a los monopolios y a los
banqueros. El capital bancario aquí ni en ninguna parte son
fuente de democracia ni de desarrollo, sino más fiel y exactamente, la
preponderancia del capital parasitario sobre el capital productivo, la
muerte sobre la vida, el trabajo acumulado y pasivo sobre el trabajo
activo y vivo. Este tipo de capital parasitario sólo significa
subyugamiento de la libertad, estancamiento, manipulación y las peores
prácticas, precisamente como las que estamos padeciendo. Todos estos absurdos y muchos más que están
ocultos, es el lenguaje de este azaroso gobierno que sólo se le ocurre
a los peñagomistas y al PRD.
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