Se requiere tener dignidad y no ser lacayo No cabe duda Rafael Hipólito Mejía no califica ni cuadra
para ser jefe de un Estado nacional que encarne los intereses de la nación
dominicana
Cuando ya se veía como un hecho inevitable, una vez que los tres partidos
del sistema de explotación y opresión habían sido llevados por sus amos
norteamericanos y la Iglesia Católica a acordar la privatización y a
poner en manos de los monopolios las empresas estatales que hacían de
patrimonio nacional, nos esmeramos en emplear el No. 1 de la revista “El
Comunista”, año 1989, para reafirmar que el papel del Estado nacional
como órgano rector del país y de la sociedad no era posible de ser
menospreciado, puesto que ese Estado nacional no era una invención, sino
que era el resultado directo del desarrollo de todas las vicisitudes que a
lo largo de la historia había tenido que recorrer nuestra población para
conformar la dominicanidad. Insistimos y decíamos entonces, que los que hoy, creyéndose consolidados
capitalistas, se aventuraban a la aplicación de una plataforma que omitía
el rol insustituible del Estado para el desarrollo y defensa de la nación
dominicana se engañaba y muy pronto tendría que llorar lágrimas de
sangre. Transcurridos cerca de 15 años desde entonces acá, ahora con el papelazo
del desgobierno de Rafael Hipólito Mejía-PPgatos-PRD se ve claro que teníamos
absoluta razón, y que en estos precisos momentos lo más notable es ese
vacío nacional a consecuencia de la ausencia de ese Estado Nacional que
asuma con responsabilidad la defensa de lo que es nuestro, esto es, lo que
es dominicano y de los dominicanos frente a la voracidad insaciable de los
monopolios internacionales. Son cada vez más escandalosos los efectos disolventes que trae consigo la
plataforma capitalista neoliberal. No sólo que la Suprema Corte de
Justicia y los tribunales actúan a favor de la transgresión de la
Constitución dominicana otorgándole ilegalmente la nacionalidad
dominicana a haitianos, sino que aquellos empresarios que se autoengañaron,
ahora están defecando impúdicamente en sus mismas ropas de pánico ante
la abismal crisis que se les abalanza encima. Así, si algo está patente y palmariamente comprobado, es que el
neliberalismo, al buscar la disolución irremisible del Estado, persigue
como fin la disolución de la capacidad de defensa y por ahí de
supervivencia de toda la nación dominicana y de la dominicanidad. No cabe duda de que Rafael Hipólito Mejía no califica ni cuadra para ser el jefe de un Estado nacional que encarne los intereses de la nación dominicana. Para eso lo primero que se requiere es tener dignidad y no ser lacayo.
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