Desquiciadas
confesiones del maniático criminal y guerrerista Bush Deja muy
maltrecha validez moral de religiones
Para
ponerle la tapa al pomo en cuanto al nefasto significado de la religión
como instrumento al servicio de las clases explotadoras y en particular
del imperialismo, el sicópata guerrerista y gran genocida George W. Bush,
presidente del imperialismo norteamericano, acaba de declarar que dios es
quien le guía en sus acciones de masacrar y aplastar a los pueblos
mediante el uso de medios tecnológicos de destrucción masiva, así como
de sus programas de saqueo, robo y expoliación tanto de los pueblos
tercermundistas como de las naciones oprimidas por los monopolios, que son
la base económica del imperialismo y el capital financiero internacional. Es
sumamente aleccionador que sea George W. Bush, quien pretenda apoyar su
trayectoria de correrías criminales de corte netamente terrorista
genocida en tan falsas como peregrinas supercherías de que toda su
conducta responde al mandato divino que emana de la voluntad de dios. Yo
hago todo luego de rezar a dios pidiéndole que me dé sabiduría, y es en
esa voluntad divina en la que descansa, a su vez, la voluntad
inquebrantable de los Estados Unidos -esto es, de la superpotencia
imperialista-, para aplastar, esclavizar y subyugar a los países y
pueblos del mundo así como para robarle sus bienes y riquezas nacionales. “Estos
son tiempos de pruebas”, que nos pone dios. Nada resquebrajará la
confianza de los Estados Unidos -dijo George W. Bush- sobre esa misión
que le corresponde en el mundo”. “Y
los Estados Unidos -continúa diciendo ese fascista- somos así y no de
otra manera ya que ésta es una nación que reza”. “Yo creo -afirmó
además este fascista- en la oración, yo rezo para pedir sabiduría a
dios y para darle las gracias por lo que me permite hacer y deshacer”
contra los pueblos y países. Todo
esto lo confesó ese monstruo sanguinario, presidente actual del
imperialismo norteamericano, en un desayuno nacional de oración efectuado
el jueves 5 del mes de enero del 2003 y concluyó en forma categórica
enjuiciando la voluntad divina que le guía afirmando “los
acontecimientos no responden al azar ni al cambio ciegos, sino a la
voluntad de dios”. Después
de estas desquiciadas confesiones, que retratan de cuerpo entero el carácter
de maniático criminal y guerrerista de Bush, queda muy maltrecha la
validez no sólo humanística de la creencia en dios y de los ritos
supersticiosos de oraciones y plegarias, sino queda muy maltrecha la
validez moral de las religiones, quedando confirmado de pies a cabeza y en
su total justeza la tesis de Carlos Marx de que “la religión es el opio
de los pueblos”.
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