Campaña publicitaria de "asesinatos policías" tiene marcado interés pro-reeleccionista

 

Con el perverso respaldo de la mercenaria prensa amarilla, cuya venalidad la vuelve irreflexiblemente impensante para entregarse de lleno en cuerpo y alma a la penosa labor de desinformar a la opinión pública y a acentuar la ignorancia, la alienación y la corrupción entre la ciudadanía, a la fallida campaña sensacionalista de la violencia del hombre contra la mujer, ha superpuesto ahora la campaña de que “hay una ola de asesinatos de policía y militares”, lo que es un absurdo y con lo que se busca hacerle el juego a la campaña de ejecuciones y abusos, tanto de la Policía como de la guardia, contra la población civil, y que nadie dude de que esta sucia campañita tenga un inclinado interés pro-reeleccionista del inepto y corrupto Rafael Hipólito Mejía.

Desde que Sanz Jiminián empezó a reeditar la matanza de civiles a manos de la Policía y a aplicar el tortuoso procedimiento de inutilizar a jóvenes con inconductas sociales dándoles ilegalmente tiros en las piernas y las rodillas, todo lo que se incrementó en le gobierno del PLD y Leonel Fernández cuando el Cardenal pasó de contrabando la consigna falangista-opusdeísta de “mano dura con la delincuencia”, que contó con el coro del funesto especímen de la prensa amarilla y venal Jack el Destripador Radhamés Gómez Pepín, y que alcanzó niveles escandalazos con las ejecuciones y fusilamientos de dos, tres y cuatro por día en los dos primeros años de este desgobierno de Rafael Hipólito Mejía-PRD-PPgatos hasta que el general de horca y cuchillo Candelier tuvo que ser quitado para en su lugar en el mando de la P.N. colocar a Marte Martínez, desde entonces advertíamos que los detentadores del Poder e inquilinos de la casa del gobierno carecían hasta de la hombría para parársele en dos patas al funesto Nicolás Hildebrando entre otras cosas por criminal Borgia por corrupto López Rodríguez y a toda la hueste de sicópatas curas castrenses, pero que de seguir en eso esto llevaría a un callejón sin salida en el orden público de consecuencias imprevisibles.

Efectivamente, tanto ha goteado sobre el tereque que el recipiente parece desbordarse.

Y está sucediendo que la imagen asesina de los uniformados, junto con el pánico dentro de la población, que es uno de los objetivos de las ejecuciones públicas de la P.N., se ha venido incubando en la predisposición de no dejarse matar de policías ni de militares que por cualquier quítame estas pajas matan al ciudadano, preferiblemente si es joven, y apelan al sambenito de factura eclesiástico-castrense de “intercambio de disparos” o “estaba armado”, etc., etc.

Ahora todo el que tiene una discusión con un policía o un guardia, sea de AMET o de las FF. AA., y porta con qué defenderse, ante el menor amago de ser muerto, trata de sacar antes y, para que la muerte vaya a mi casa, que vaya a la del que ni siquiera conozco.

Revísese con seriedad lo del mayor muerto frente al garaje en Invivienda en la ciudad capital, o tómese como ejemplo lo de la muerte en Higüey de otro oficial en un cabaret por parte de un parroquiano que fue a su vez gravemente herido, y se verá en lo que ha resultado lo de la promoción de los asesinatos alegres de los civiles a manos de personal policíaco-militar.

Vayamos pues al fondo del asunto y extraigamos la justa solución de éste.

 

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