Leonel Fernández-pálidos se inscriben sin pudor en el populismo burgués Declaraciones de Ditrén demuestran están al servicio de consorcios monopolistas y sólo buscan sacar ventajas para su provecho particular
La
gente del PLD de todo tiene una visión unilateral, y de esa visión
parcial, no de conjunto, que es fruto de su egoísmo oportunista pequeño-burgués
acicateado por la ambición y el individualismo desenfrenado, extraen políticas
y soluciones que sólo benefician a los explotadores y a los consorcios
monopolistas internacionales, y a su vez le dejan dividendos a los grupos
dirigenciales peledeístas. La
apreciación que tienen del populismo es un ejemplo claro de esto. Ditrén
envió, para abundar en el tema del populismo, dos estudios a la prensa
amarilla. Ambos no reflejaban más que la opinión unilateral que expresa
la burguesía conforme a su oposición insoluble con las masas populares,
lo que se acentúa con su autoconvencimiento de que ya no puede gobernar
por sí misma. Mientras
la burguesía emergía como la clase revolucionaria representativa del
nuevo orden frente al viejo orden feudal-medieval, oscurantista y
religioso, cuando la humanidad vivía bajo las penumbras de la escolástica
dogmática, so pena del flagelo implacable del fuego y el potro de la
verdad inquisitorial cristiano, fue en el orden político-social y económico,
revolucionaria; declaró su guerra a muerte por la emancipación de la
ciencia del yugo de la dogmática escolástica, tal y como lo escribiera
Francis Bacon en su Novum Organum creando el materialismo moderno,
al tiempo que inscribía en su bandera las insignes consignas de libertad,
igualdad y fraternidad. Y con sus pensadores más insignes, como los héroes
de la Ilustración y la Enciclopedia, debatiéndose entre el racionalismo
y el materialismo pero, obsérvese entre la razón - la capacidad del ser
humano para discernir y crear la sociedad conforme a un plan previamente
establecido el nuevo orden económico-social, sin lugar prácticamente
para los que habían subyugado a la humanidad por más de 14 siglos con la
falaz invención de que lo existente era obra de un plan de la voluntad
divina de un dios creador de todas las cosas, y por lo tanto le estaba
prohibido al hombre cuestionarlo o poner en duda su justeza, mucho menos
intentar subvertirlo. Y del otro lado los materialistas que hacían
depender la razón o el pensamiento de la realidad material y objetiva. La
burguesía era entonces más o menos radical. La burguesía confiaba más
o menos en la capacidad del hombre para asumir su destino. Entonces
las reivindicaciones populares e incluso los derechos del hombre, que serían
la obra cumbre de la Revolución Francesa, no eran vistas con menosprecio
ni despectivamente por la burguesía y sus representantes políticos. Pero
hubo dentro del seno de la burguesía y sus capas pequeño-burguesas,
quienes, teniendo la genialidad de percatarse de que el reino de la
libertad, la igualdad y la fraternidad no era más que una ilusión para
el que era dueño de los medios de producción y poseía capital,
proclamaron que el nuevo orden establecido era en sí injusto y
explotador. Cuando
éstos, junto a las masas trabajadoras, quisieron levantar o levantaron
sus reivindicaciones en forma independiente de las de la burguesía,
entonces ésta empezó a volverse contraria a las masas y llamar como
alteradores del orden público a los nuevos revolucionarios, a los que
persiguió y reprimió. En
su inicio la burguesía obtuvo triunfos sobre sus nuevos oponentes, puesto
que todavía no existían las condiciones materiales que hicieran posible
materializar la nueva transformación que hiciera que ya no fuera una
libertad en abstracto, sino concreta, que la igualdad no fuera del hombre
en abstracto, sino la igualdad sobre la base de que no hubiesen poseedores
y desposeídos, y la fraternidad fuese real y no falsa, puesto que en el
orden burgués, ¿qué fraternidad puede haber entre el verdugo
capitalista que explota y esquilma y sus víctimas, que son los
trabajadores explotados? La
burguesía les llamó utopistas. Y a Marx le correspondió el papel de
transformar la utopía en una ciencia. Eso se consumaría con su obra
“El Capital”, reflejo del movimiento económico, político y social
del régimen económico. Pero
la burguesía siguió llamándole, igual a como lo hacen sus apologistas
Tony Raful y Federico Henríquez Grateraux, utopía, a la necesidad
de poner fin al régimen de la explotación burguesa. El
término utopía no está recargado necesariamente de contenido despectivo
ni le da el matiz de aristocrático que reclama para sí el que lo usa
como instrumento para descalificar al contrario. El término utopía es
casi sinónimo de esperanza y confianza en el futuro. Y la burguesía creó
con el tiempo un término que sí es agresivamente despectivo y que marca
la distancia que la separa del pueblo. Este término es “populista”,
que está emparentado con el de “populacho”, del que el Diccionario de
la Real Academia Española dice: Despectivo de pueblo. Lo ínfimo de la
plebe. La multitud en revuelta o desorden. Así,
la burguesía que ha abjurado de sus consignas originales de libertad,
igualdad y fraternidad, acusa de desorden, de plebe y populista a todo lo
que entronca con el reclamo de cualquier reivindicación económico-social
o política por parte del pueblo. Y esto y no otra cosa es, por ejemplo,
lo que expresa Rodrigo Borja, lo que, indudablemente, si no supiéramos lo
que significa en la hora actual socialdemócrata, que es casi sinónimo de
perro, y que tan reiterativamente copia y transcribe para su propaganda
antipopulista pero de carácter inequívocamente neoliberal el Ditrén,
acondicionándole el terreno para que Leonel Fernández concurra al
escenario de la prensa a proclamar, jactándose, que su próximo gobierno
sería netamente neoliberal y antipopular y antinacional. Si
los peledeístas no fuesen como lo son, recalcitrantes sirvientes de las
agencias financieras internacionales y usureros, agiotistas y
especuladores parasitarios, como son o aspiran ser la gran mayoría de sus
militantes y dirigentes, incluidos la mayoría de su Comité Central y
Comité Político, por lo menos en vez de repetir como gallaretas, como
hace Ditrén y luego propala Leonel Fernández, podrían darse cuenta de
que lo de Rodrigo Borja es apenas la apreciación derechista y demagógica
de la burguesía reaccionaria frente al fenómeno de lo que es el
populismo. Lenin,
que efectivamente efectuó los estudios y análisis económico-social e
históricos del populismo, que tanto gravitó durante casi un siglo en
Rusia, estableció parámetros y maestras que permiten juzgar no desde un
punto de vista empírico ni de las vulgaridades que regulan a los
mercaderes burgueses para expoliar al pueblo, sino a la luz de la realidad
histórica, que el populismo representa el interés de los propietarios,
productores y comerciantes medios y pequeños, tanto del campo como de las
ciudades, que sufren de manera inevitable los embates de las leyes
objetivas que rigen la dinámica implacable de depauperización y
empobrecimiento que conlleva el desarrollo del capitalismo en países
atrasados dentro de este contexto. La
experiencia histórica confirma la validez de la justa formulación de
Vladimir Ilich Lenin al respecto. Y el desastre que acarrea el
neoliberalismo y su globalización para estos significativos sectores de
la economía en los países subyugados por el imperialismo norteamericano
o europeo (CEE) no e otra cosa que la verificación de la justa apreciación
de Lenin respecto al fenómeno del populismo, tomado éste no en sentido
despectivo ni con fines reaccionarios, sino apreciando que el mismo
responde a la realidad de los sectores que, perteneciendo a estos países,
no tienen por qué aceptar que dos o tres cipayos, como los que componen
las direcciones de los corrup-PRD, corrup-PLD y corrup-PRSC entreguen las
riquezas y bienes nacionales a la voracidad de los consorcios
imperio-capitalistas a nombre de las virtudes inexistentes, como se
comprueba en la práctica, del neoliberalismo y su globalización. El énfasis que con tanta insistencia hacen los peledeístas en estos momentos es motivo de no poca preocupación, pues dicha reiteración en su oposición a lo que el PLD llama populismo no es más que su identificación reafirmada con los intereses de las agencias financieras internacionales, de los consorcios monopolistas, y, por lo tanto, un anuncio formal de que no irían al gobierno, en caso de salir airosos en las elecciones del 2004, a satisfacer las reivindicaciones sociales de comida, agua, luz, empleo, educación y salud, entre otras que enfrentan a las masas al actual gobierno; por lo que, en líneas generales, bajo el sonsonete de luchar contra el populismo, un nuevo gobierno de Leonel Fernández-PLD no sería más que la continuación -y quién sabe- del actual desgraciado gobierno de Rafael Hipólito Mejía-PRD-PPgatos-balagueristas. ¡¡Zape!!
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