Julio Martínez Pozo obedeciendo a su posición de fundamentalista cristiano promueve mentalidad rastrera en las masas Su palidismo infame refleja participación gobierno Leonel Fernández en el inicio del carnaval de ejecuciones
Lo que es motivo de preocupación es que Leonel Fernández, quien cuando fuera Presidente dio patente de corzo de manera prácticamente oficial para las acciones que todavía perduran del escuadrón de muerte de la Policía Nacional, tenga como uno de sus voceros periodísticos a un tipejo que resume bajo mundo hasta en sudor y que responde al nombre de Julio Martínez Pozo, y que exactamente como un ton ton macoute de Duvalier, Cedrás, Phillip, si no del delincuente Aristide, propugna por crear la mentalidad ratera en la gente para que éstas se lancen a matar a todo el que se vea implicado en un acto delictivo. Por ejemplo, fue alarmante la forma cínica y sádica con que este Martínez Pozo el viernes 26 de diciembre se lamentaba, con evidente dolor de su rastrera siquis, de que los moradores de la vecindad de Sabana Perdida sólo le quemaran el carro y golpearan severamente al señor Mosquea que había dado muerte con arma de fuego a una pareja de esposos al parecer por resentimientos pasionales por amores no correspondidos. Las palabras de Julio Martínez Pozo, peledeísta, de los periodistas tenidos por íntimos de Leonel Fernández, fueron más o menos las siguientes: “Es lamentable que sólo le quemaran el carro y golpearan severamente al homicida, y esas gentes no aprovecharan esa oportunidad para salir de este tipo, que es lo que se debe hacer en tales casos” así habló, con toda la calma de un alcohólico que está sedado, este carajo que nadie sabe de donde salió y que al parecer posee una siniestra mentalidad alimentada con perversas lecturas bíblicas, la cual trata de ocultar en unas gruesas gafas recetadas que acentúan el contraste con su rostro, sobre todo con sus ojillos que parecen más bien de un depredador, y la boca da la sensación de que corresponde a un paciente de la gota. Aquí, en República Dominicana, últimamente se han reproducido esos especímenes del literal de la prensa venal y mercenaria, sobre todo donde concurren sujetos vinculados a las letrinas amarillas “Hoy” y “El Nacional” donde, como se sabe, conviven gente que como Radhamés Gómez Pepín y Juan TH, que con su impostura ni siquiera respeta la memoria de su infeliz hermano orate vilmente asesinado por un salvaje vestido de policía en tiempo atrás. Y es sintomático que casi todos o mejor dicho exactamente todos los que propician estos procedimientos vesánicos y contrapuestos al orden legalmente constituido, sean tipejos desclasados y lúmpenes sociales en quienes el arribismo y trepadorismo es una obsesión. Julio Martínez Pozo hizo su embarre en el canal 45 donde comparte un programa con una tal Asela Lamarche y otro que también se las trae llamado Germán Pérez. Lo que sigue siendo motivo de preocupación para los que seguimos el curso que vienen tomando los fusilamientos hechos por los escuadrones policiales de la muerte, es que la Policía Nacional, que reemprendió esa sucia labor inconstitucional y contraria al Estado de Derecho en el 1998 cuando el cardenal Nicolás Hildebrando Borgia López Rodríguez, por un lado, llamara a aplicar mano dura, de hierro, contra la delincuencia barrial y Jack el Destripador-Radhamés Gómez Pepín, un vocero de las fuerzas tenebrosas de la oscuridad y el crimen, llegara hasta el extremo, en su columna Pulsaciones, de explicar cómo, según sus propias experiencias, se hacía eso desde la época de la dictadura de Trujillo, así como en otros períodos posteriores. Llegó a expresar que para dar inicio a esta campaña de ejecuciones sumarias sólo bastaba un gesto, por ejemplo de Leonel Fernández, que garantizara que a los mandos policiales no se les iban a exigir cuentas, o sea, que frente a sus acciones de corte criminal los ejecutivos del gobierno, que eran Leonel Fernández y Jaime David Fernández Mirabal, no lo iban a tomar en cuenta. No cabe la menor duda de que por alguna vía y bajo una determinada forma se produjo la seña, que el carnaval de las ejecuciones sumarias de los escuadrones policiales de la muerte se inició una vez que Leonel Fernández y Jaime David Fernández Mirabal lo autorizaron. Que Leonel Fernández haya hecho eso no tiene mucho de raro, ya que jamás se debe dejar de tener en cuenta que Leonel Fernández es hijo del matón chofer de León Estévez (Pechito) chulo de Angelita Trujillo y torturador sadomasoquista homosexual de las ergástulas de latrocinio del Km. 9 de la Carretera Mella. Ese mayor Fernández, es el padre del flamante ex-Presidente Leonel Fernández y hay un refrán que certeramente dice: hijo de gato caza ratón. Pero que Jaime David Fernández Mirabal, el hijo de una hermana de la Mirabal, mártires de cuya fama ha sacado más provecho que todos los de esa familia, se haya ensuciado las manos y la conciencia de sangre de infelices víctimas que se las lanzan al ruedo a animales cebados para mantener el hábito del crimen bajo las insignias de autoridades del orden, no cabe duda que con fines políticos represivos ulteriores a gran escala, eso es escandaloso. Del gobiernucho de Leonel Fernández sólo el ex-Fiscal Domínguez Brito, ocupando ese alto cargo en el Ministerio Público de Santo Domingo, tuvo la justa posición de principios al lado de la institución y el derecho de oponerse y criticar las ejecuciones tanto de Sanz Jiminián como de Pedro de Jesús Candelier. Insistimos en los mercenarios de la pluma, en esos periodistas venales, mediocres y pestilentes como Daniel Archibald que quieren compensar su desclasamiento propiciando un estado generalizado de impunidad, propiciando que a los generales se estimule para dar pelas, efectuar torturas y organizar programas de bandas criminales como éstas que en los actuales momentos han llenado de cruces todo el país. Y que sólo en este 2003 que casi finaliza han ejecutado alrededor de 1,500 ciudadanos, puesto que los que salen publicados en la prensa amarilla es sólo para guardar las apariencias, en tanto se contabiliza que el promedio de ejecutados por día en este año es de 4.5 por día, en tanto los heridos de bala después de estar apresados o detenidos rondan el promedio de 15 por cada día. ¡Dominicanos, que en el año 2004 nos incorporemos todos con más tesón y ahínco a denunciar los crímenes y en defensa de las libertades democráticas y los derechos humanos de las amplias masas populares y sus hijos!
|