Leonel acuerda dar impunidad a los agentes norteamericanos que cometan atrocidades contra los dominicanos en otra muestra más de lacayismo genuflexo
Resulta cada vez más escandalosa la actitud genuflexa hasta más allá de la falta de dignidad personal impuesta, para vergüenza nacional, por el señor Presidente Leonel Fernández -de su partido- ante los designios del gobierno norteamericano. Ese partido, que del pomposo nombre de la Liberación Nacional, devino en simple Pálido, para hacer alusión y resaltar así el fraude engañoso que arrastra el mismo, y ya hoy anda por los caminos muy conocidos del mundo felino-gatuno, que siempre está presente en las actividades políticas nativas, y hoy ya se le dice Pelegato, pariente de los Pepegatos y cuadrúpedo, igual que el Perrodé… y pensar que fue ese mismo Pálido, hoy Pelegato, el que creó el gatobo en el año 1986 con su famoso “Album de la Corrupción”: “Así vivían en prángana ayer, hoy mírelo aquí, nadando en el lujo y en la ostentosidad”. Todavía aquellas vivas imágenes las tenemos presentes. Leonel Fernández ha firmado un acuerdo, más que oneroso, infame, con los EE.UU., y todo a cambio de que éste le dé asistencia militar a nuestro país. Mediante ese indecoroso acuerdo firmado por Leonel Fernández, el país nuestro se prohíbe a sí mismo presentar cualquier demanda, aún sea por crímenes o cualquier otro delito mayor, ante la Corte Internacional de Justicia, contra personal militar o civil norteamericano de puesto en República Dominicana. Fue esa misma demanda que le rechazó el gobierno de Ecuador a George W. Bush hace apenas días. Es que el problema de los dominicanos no es sólo de política realista, sino que casi la totalidad de los gobernantes de este país, desde Trujillo, que no era nacionalizado norteamericano, sino su capataz, su verdugo, su peón y su lacayo mercenario y mendaz, han sido ciudadanos norteamericanos, y han estado casi siempre dentro de las nóminas secretas de los servicios de espionaje norteamericanos. No sólo que, como testimonian los papeles secretos hechos públicos una vez que han dejado de ser documentos clasificados, o sea, secretos de la CIA, Juan Bosch y Peña Gómez eran agentes espías de los EE.UU. y que, como tales, rendían informes a la CIA y al Departamento de Estado norteamericano, sino que Juan Bosch, igual que Balaguer, eran de nacionalidad norteamericana, ya que habían nacido en Puerto Rico y declarados como nativos de dicho país, cuyos ciudadanos ostentan la nacionalidad norteamericana. Donald Reid Cabral, hijo de un aventurero escocés, ha sido siempre de la CIA y ciudadano norteamericano, igual que sus hermanos William, Robert y los otros, y fue el comisionado por la CIA para darle cobertura al otro agente de la CIA Wimpy, uno de los participantes en la conspiración que culminó dándole muerte al dictador Trujillo el 30 de mayo del 1961. Rafael Hipólito Mejía, por su parte, confesó en una ocasión mientras visitaba los EE.UU., que en realidad era ciudadano norteamericano, y después dijo que era un relajo suyo. Luego la componenda, y la CIA declaraba, a través de Inmigración norteamericana, que en sus archivos no aparecía ningún Hipólito Mejía de origen dominicano nacionalizado norteamericano. ¡Pero resulta que Hipólito Mejía no es Hipólito Mejía, sino Rafael Hipólito Mejía! Y de éste, la CIA ni Inmigración dijeron nada. Pero es por ello que nosotros, desde entonces, hemos llamado a ese sujeto por su real nombre de Rafael Hipólito Mejía. Ya se conoce que las campañas reeleccionistas del tirano alimaña Joaquín Balaguer las financiaba la CIA, que es un órgano de espionaje y crimen al servicio directo del presidente norteamericano de turno, y que las acciones represivas y criminales que acompañaban esas reelecciones las efectuaban guardias y policías bajo el mando de coroneles y generales que, a su vez, eran dirigidos por agentes oficiales de la Agencia Internacional de Desarrollo (AID) y la CIA, si no del grupo militar yanqui de asistencia especializada en esta área. Ahora entremos al caso de Leonel Fernández y si tiene o no la nacionalidad norteamericana, de lo cual hay suficientes indicios lo bastante sólidos como para dar crédito a la información de que el actual Presidente dominicano, Leonel Fernández, perteneciente al Pelegato, posee la nacionalidad norteamericana. Esto explicaría demasiadas cosas que ocurren bajo su gobierno y que son exactamente iguales a las que ocurrían en Bolivia, por ejemplo, durante el gobierno del gringo, camuflageado de boliviano, Sánchez de Lozada, que fuera destutanado por una sublevación popular a la que ese Sánchez de Lozada ordenó criminalmente masacrar, causando cientos de muertos y varios miles de heridos con armas de fuego en manos de militares y policías. En el ensayo del llamado Julio César Valdez, titulado “Leonel Fernández y yo” (debemos decir que lo llamamos ensayo biográfico pues no encontramos otra forma de denominarlo al referirnos a él); ese muchacho, que con sus escritos ha dejado sembradas verdaderas bombas de tiempo o minas explosivas, afirma, en lo que puede ser llamado el tercer apartado de su obrita, que se titula, “Verano de 1950”, que: “Leonel Antonio Fernández nace el 26 de junio del 1953” (Págs. 35-36). Y en una nota al pie de la Página 36 se esmera en decir: “Algunos biógrafos sostienen que el doctor Leonel Fernández nació el 26 de diciembre del 1953”. Lo que ha querido decir Julio Cesar Valdez, según parece, son dos cosas afirmando sólo una, pero que la segunda se cae por sí sola de la mata. Esa primera cosa es que Leonel Fernández tiene en realidad dos actas de nacimiento, que son las que sustentarían la posesión, por su parte, de dos nacionalidades diferentes, una, que es la dominicana, y la otra, que sería la norteamericana. Y en verdad que es lo suficientemente extraño el hecho de que, durante su primera gestión, la desafortunada del ‘96 al 2000, en uno de sus viajes a Centroamérica, Leonel Fernández, al tiempo que saludaba a un piloto de un helicóptero presidencial de la Casa Blanca norteamericana, que era de origen dominicano, declaraba que añoraba tener una tarjeta “green card”, que es la de residentes en EE.UU. Esas extrañas palabras de Leonel Fernández nos resultaban chocantes, pues sabíamos que desde principios del ’60, por allá por el ’62, como su padre, que le dio el apellido, era chofer del criminal Pechito De León Estévez, esposo de la hija del dictador Trujillo, Angelita, e implicado en las torturas y asesinatos ulteriores en la Hacienda María, de los conjurados del 30 de mayo, tuvo que salir del país por razones de seguridad para el entonces niño, regresando ya un joven de segunda adolescencia en los inicios de la década del ’70, por lo que se ha de suponer que ya tenía su “green card”. Leonel Fernández, más que un complejo de timidez, lo que tiene encima es un síndrome mucho más complejo que lo empuja irremisiblemente a comportarse en forma cada vez más extraña y contraria a la vez a toda lógica. Si el Barcino Báez, que es su pariente, con litio vence los impulsos depresivos que le acosan, en Leonel Fernández el asunto es diferente, pero no hay dudas de que por momentos tiene lapsus que lo empujan a la incoherencia e imprecisiones que le hacen equivocarse en cosas que hasta en Reader’s Digest, esto es, en Selección de Selecciones aparecen muy precisas y exactas. Recientemente lo oímos decir, por ejemplo, que Lenin murió en el 1922 y que la ex-Unión Soviética fue desarticulada o desmontada en el 1990. Ambas fechas están dadas equivocadamente. Sin embargo, no se equivocó en lo de la muerte de Stalin, que es una obsesión en los personajes de su ideología, a lo Bosch y sus congéneres. Lo cierto es que esa inclinación suya de hablar en inglés cuando representa a la República Dominicana, cuya lengua oficial es el español, y esa sumisión perenne ante Washington, o sea, ante los dictados del imperialismo norteamericano, nos lleva a pensar que el mal pesa más de lo que se piensa y el asunto puede encerrar una gravedad que se podría resumir en que Leonel Fernández, conforme su otra nacionalidad, que es la que realmente pesaría más en él, está de acuerdo en que República Dominicana, una vez declarada Estado fallido, hay que desarticularla definitivamente.
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