ANGELA PEÑA 6 LA PEOR TRAICION DE UN RENEGADO Entregar la dirección de la lucha por la democracia y la libertad a la burguesía socialreformista
Pasa de ser revolucionario socialista, comunista o marxista-leninista, a ser portador de la peor traición, el que renuncia a la lucha por la hegemonía y por la dirección de un proceso histórico-social revolucionario o bien de transformaciones democrático-nacionales con un carácter y contenido concreto definido al que, por su naturaleza, corresponde como única garantía de éxito de dicho proceso ser dirigido por las fuerzas socialistas, en representación y como portadoras de los intereses y perspectivas del proletariado y demás clases y capas trabajadores empeñadas en que el proceso se efectúe hasta sus últimas consecuencias y sean barridas todas las formas de explotación más atrasadas, así como eliminadas todas o la mayor parte de las antiguallas del régimen político de opresión y explotación, en el que se dan la mano tanto los representantes del pasado pre-capitalista como los de los monopolios imperio-capitalistas y sus lacayos del patio. Cuando los que dicen ser socialistas se degradan y degeneran convirtiéndose en renegados revisionistas y así en aprendices de brujos del oportunismo en cuyos altares queman incienso cada vez que se acuestan y cada vez que se levantan, lo primero y más notorio que hacen es que capitulan y entregan la dirección de la lucha por la democracia y la libertad, así como por la independencia y la soberanía nacional, a grupos de la burguesía social-reformista, en una palabra, entregan la lucha política y su dirección, cuando se trata de países subyugados por el imperialismo y sus lacayos pre-capitalistas en maridaje con la Iglesia Católica-Vaticano, como es el caso nuestro, y tal y como ocurriera, una vez que los que se presentaron como socialistas y hasta como comunistas, cual fue el caso del PSP, se postraron ante Juan Bosch, que llegó al país como agente del Departamento de Estado norteamericano y la CIA, para impedir el desarrollo y ahondamiento del proceso político que de hecho se abría con la caída de la dictadura de Trujillo. Un pretexto al que comúnmente apelan los renegados que han ya abjurado formalmente del marxismo revolucionario, es pasar de contrabando la política de apoyar el mal menor, que es siempre cualquier solución transitoria y pasajera que atiende sólo a los males más superficiales y acuciantes que se ven o expresan en la superficie. Y esta política de enfrentar el mal mayor para dar aceptación al mal menor, hoy es por esto y mañana será por aquello, y siempre existirán razones y partidarios de esas andanzas, pero todos hacen caso omiso de que lo que los oportunistas y renegados llamaron el mal menor en el ayer, es el mal mayor hoy, que es capaz de causar efectos catastróficos puesto que en el jueguito del engaño del mal menor las fuerzas populares y los luchadores revolucionarios se van corrompiendo y desmoralizando, hasta quedar todos envilecidos, sin fuerza ni ánimo para reemprender la lucha por los objetivos fundamentales. La historia del proceso revolucionario dominicano inconcluso y reabierto desde la caída del dictador Trujillo encierra decisivas e inocultables lecciones escritas con sangre y pagadas no sólo con vida, sino con el sufrimiento y los padecimientos de las masas trabajadoras, por el incremento desmesurado y la intensificación atroz de la explotación y la opresión que se fortalecen inevitablemente con el pretexto oportunista ese de sólo abogar por el mal menor, que es fruto de la renuncia a la lucha por la hegemonía y la dirección del proceso, que se presenta como seguidismo tras la burguesía, que pare la renuncia a la lucha política y a la participación en ésta en forma y por vía y organizaciones independientes. Esos que Angela Peña, en su bastarda labor de periodismo amarillo seudo histórico, se jacta de llamar los únicos que en el país sabían marxismo, exactamente que sabían, pero que no eran marxistas, ni luchaban guiados por sus principios y reglas como guía para la acción, y al que sustituían por el revisionismo y el oportunismo anti-marxista, que eran los del PSP, hicieron caso omiso de que el gobierno de Bosch de los 7 meses fue recalcitrantemente represivo contra los trabajadores y las fuerzas democráticas revolucionarias, de lo que los ejemplos abundan, incluso con ese mismo Francisco Alberto Caamaño a la cabeza de los cascos blancos masacrando a los obreros cañeros, a los estudiantes, a los obreros y técnicos de la desaparecida CDE, del Central Romana, de la UASD y en las escuelas públicas. Nada les importaba ni les importó; ellos eran renegados revisionistas que veían consumado su ideal de traición al marxismo-leninismo y a la revolución con su respaldo a Bosch. Y su alegato de hacer de la lucha contra el mal menor su plataforma era la expresión: “No hay condiciones”, la que aplicaban automáticamente a toda idea de lucha, pero por sobre todo cuando apenas se ventilaba la posibilidad de lucha armada o la sola perspectiva de no descartar ésta por completo, sino contemplarla como una posibilidad. El fenómeno histórico concreto que se presentó y se consumó junto con el Golpe de Estado del 25 de septiembre del 1963 para el derrocamiento del régimen social-reformista e inepto, pero ante todo enemigo de las masas y sus reivindicaciones, fue que al efectuarse el Golpe de Estado del 25 de septiembre, nadie salió a las calles a la defensa del gobierno de Bosch, pues era casi unánime el convencimiento de que éste era un traidor; los hechos objetivos y comprobables hablan de que Bosch y su gobierno estaban aislados y contrapuestos tanto al pueblo como a la reacción, supuestamente portadora del mal menor. Las gentuzas oportunistas de los Docoudray y su PSP, una vez derrocado Bosch, sólo tuvieron un empeño y una única preocupación, tan nocivos ambos como lo de colocar en las elecciones del ’62 a las fuerzas del movimiento revolucionario naciente a marchar tras el trasero de Bosch y su augurada, desde entonces, traición. Así, desde el 25 de septiembre del 1963, no tuvieron otra perspectiva ni trabajaron en otro sentido que no fuera consolidar la jefatura de Bosch sobre todo el movimiento democrático y castrar por ese medio todo vestigio de pujos revolucionarios en el pueblo y en las organizaciones políticas y populares. Para garantizar que el movimiento de resistencia a una nueva dictadura, esta vez cívico-militar, no tomara un rumbo revolucionario, los renegados revisionistas del PSP se empeñaron en constreñir dicho movimiento de resistencia a la lucha por la vuelta a la Constitución del ’63 con el traidor Juan Bosch a la cabeza. Chantajeaban al movimiento con lo de que buscar cualquier alternativa que no fuera la vuelta a la Constitución del ’63 con Bosch a la cabeza del gobierno era una traición, una capitulación o una deserción de la lucha democrática y revolucionaria. Si se analiza concienzudamente a la luz del marxismo-leninismo y las experiencias históricas de la lucha de los diversos pueblos por su liberación nacional, la democracia y la libertad, se podrá comprobar que eso no era más que el fruto del chantaje, que era el arma metodológica fundamental empleada para sus fines espurios por los renegados revisionistas. De hecho, ese es el método inaceptable del reduccionismo y del unilateralismo, del que Jruschov y sus renegados revisionistas acusaban a José Stalin de poseer; decían monstruosidades sólo para ocultar que en realidad lo que buscaban era entregar el movimiento comunista internacional al imperialismo norteamericano y a la burguesía de los países desarrollados. Era evidente que la lucha del pueblo dominicano, particularmente de los trabajadores, tuvo un nuevo repunte entre los diversos sectores populares, trabajadores, profesionales, estudiantes, etc., que no era precisamente por la vuelta del gobierno de Bosch. La situación a escala mundial fue igual a la situación de crisis general en que ha caído el imperio-capitalismo mundial, una vez que se disolvió la base de la traición internacional que era la ex-URSS, que había sido transformada de socialista en social-fascista, en Estado social-imperialista. ¿Y quién osaría reclamar que se vuelva al régimen social-traidor de los social-imperialistas soviéticos en medio de la actual lucha contra el neoliberalismo y la globalización imperio-capitalistas? La ampliación y ahondamiento de la lucha contra las fuerzas reaccionarias golpistas que habían usurpado el Poder e instaurado el llamado Triunvirato, trajo consigo el reflejo en el seno de los órganos del Estado de esas luchas por la vuelta a la democracia y a la libertad que implica un gobierno electo por medio del sufragio electoral, y no resultado de un Golpe de Estado. Así se llegó al 24 de abril, donde se producen: un Golpe deponiendo a los golpistas de septiembre del ’63; otro contragolpe por parte de éstos y la erupción de las masas a las calles, las que se arman, empezando por el gesto heroico del capitán Peña Taveras, del batallón Juan Pablo Duarte del kilómetro 9, Carretera Duarte, que abre los depósitos de armas y se las entrega a la población civil, lo que conlleva que el 25 de abril empiece de hecho una guerra civil revolucionaria, que crea de hecho la situación revolucionaria de entonces y el vacío de Poder que da pie a toda revolución. Los renegados revisionistas del PSP se ven así frente a una situación que adversan y la que rechazan, por su condición de viejos oportunistas renegados revisionistas jruschovistas que habían hecho un principio de su abjuración, traición y renuncia a la lucha por la hegemonía en el proceso y al método o ley de la violencia como partera de la historia, la que habían sustituido por la falacia traidora de la transición pacífica de la que, por cierto, desde el desastre de Chile con Allende, los oportunistas revisionistas no han vuelto a hablar de ella ni a mencionar más. Son desplazados de la dirección del PSP, al que los nuevos inquilinos revisionistas de nacimiento, pero esta vez bajo las influencias castro-guevaristas y brezhnevistas, que fue el traidor que desplazó a su igual Nikita Jruschov, deciden llamarle partido “capitulacionista” dominicano (p“c”d). Los Doucoudray y su banda, cobardemente, durante la Guerra fingen aceptar y acatar lo sucedido, pero eso era falso; tan pronto finaliza la Guerra de Abril, llamando así al período comprendido desde el 24 de abril hasta el levantamiento de la Zona Constitucionalista, ocurrido unos cuantos meses después, en el mismo año de 1965, los Doucoudray vuelven por su fuero y hacen intento de reconstruir al PSP, pero se trata de algo en lo que no creen, para lo que no tienen ni siquiera el impulso del engaño, editan unos cuantos números de “El Popular”, pero poco a poco se extinguen. Y mientras tanto, los fogosos e intransigentes discípulos de los renegados revisionistas del ya ex-PSP, convertidos en flamante partido “capitulacionista” dominicano (p“c”d), integrado por Narciso Isa Conde, Tony Isa Conde, José Israel Cuello, Quírico Valdez, Justino del Orbe, Julián Peña, Mario Sánchez Córdova, Orlando Martínez, Pepe Rivas, Luis Gómez Pérez y demás revisionistas de nuevo cuño, pasan a ser partidarios no ya de un gobierno que reivindique la Constitución del ’63 con Juan Bosch a la cabeza, sino de un régimen títere con un agente reaccionario y lacayo del imperialismo, que no tiene nada de democrático, que es el Gobierno Provisional del oligarca vegano Héctor García Godoy. Con el hecho de haber secundado el surgimiento e instauración de ese adefesio gubernamental, quedaba demostrado que en realidad los del p“c”d eran tan renegados de la idea de la lucha por la hegemonía como los renegados revisionistas de viejo cuño de los Doucoudray y compañía. Que el p“c”d sería tan seguidista y liquidador como los del PSP. Lo único es que los revisionistas de nuevo cuño o revisionistas de nacimiento del partido capitulacionista no descartaban aventuras a lo castro-guevarista-debraísta en sus planes de miserables mercenarios. Y siguieron siendo sirvientes de la burguesía, como los Doucoudray y el PSP, como se confirma con sus ulteriores consignas por un gobierno de los comandos con Caamaño a la cabeza, para luego, dos o tres años después, reaparecer con lo de “apoyamos y respaldamos la tesis de dictadura con respaldo popular, léase bien “dictadura con respaldo popular”, lo que le da un inequívoco sentido de dictadura o lo Franco, a lo Trujillo, a lo Mussolini, a lo Perón y a lo Hitler. ¿Acaso estas infernales dictaduras no contaron con el respaldo popular correspondiente? Pero el archi-traidor Bosch sabía que de los traidores nadie debe querer saber, y sin piedad los asqueroseó y los despreció. De ahí que los que hicieron, desde septiembre del ’63 hasta abril del ’65, una plataforma de lo de “Constitución del ’63 con Juan Bosch a la cabeza”, si no es traición y entrega al imperialismo y a la reacción, los encontramos en marzo del ’72 convertidos en aguerridos balagueristas y abogados apologistas del tirano alimaña Joaquín Balaguer y su dictadura, en prueba irrefutable y definitiva de que la renuncia a la lucha por la hegemonía prostituye, envilece y es, sin discusión, el peor de los oportunismos ideológicos y políticos.
-CONTINUAREMOS-
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