Siguen atropellos de Rafael Hipólito Mejía con sus interlocutores

 

Los atropellos de Rafael Hipólito Mejía a la dignidad personal y profesional de los periodistas dominicanos encontrará un valladar sólo cuando un periodista, al momento del atropello, se decida por reivindicar la dignidad perdida y le responda como se merece a quien tiene la mala costumbre de irrespetar, por orfandad de formación y carencia de decencia, a los demás.

Sabemos que la generalidad de los periodistas dominicanos está integrada por legiones de invertebrados con sorprendente vocación intrínseca para reptar. Son mercenarios de a tanto por línea, “penny and leaner”, son adocenados, serviles y genuflexos. Son verdaderos e indiscutibles sujetos de peladuras no naturales en su frente de tanto arrodillarse y dar con la testa en el piso o el suelo pelado.

Preguntamos: ¿Si la infeliz periodista Nancy Brito del canal 11, Telesistema, se hubiera armado de dignidad y valor, mandando al carajo la pusilanimidad y el amedrentamiento y le hubiese respondido, por ejemplo: “ciertamente he pasado hambre y miseria por ser parte del pueblo dominicano, pero no me acusa la opinión pública de haber causado, por disponer de lo ajeno y aceptar sobornos, la quiebra de por lo menos un banco, arruinado el país, entregarme a los poderosos explotadores extranjeros para expoliar mi pueblo; no es ofensa ser una víctima más de quienes se ufanan de ser lacayos y títeres del imperialismo, traicionando la responsabilidad del pueblo que confió equivocadamente en mí; pasar hambre no es deshonra, ¿podría usted -señor Presidente- decir lo mismo que yo?”.

A Rafael Hipólito Mejía, cuando fue Secretario de Agricultura, en una asamblea con agrónomos y técnicos de esa dependencia quiso ofender y humillar a uno que no reparó ni le importó el empleo por lo que le dio aquella famosa trompada en pleno rostro que al recuperarse sólo atinó a decir: “¿Y le tomaron la placa a la guagua que me dio?”.

Dominicano o periodista, recuerda aquella máxima religiosa que dice: “Que tus labios no digan aquello cuya respuesta tus oídos no soportan oír”.

 

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