Gustavo Jorge García, general del ejército por herencia, demuestra con su mentalidad cavernícola la permanencia en las FF AA del trujillismo

 

El carajo a la vela de procedencia de los clanes de lúmpenes y delincuentes de los círculos parasitarios e improductivos, esto es, los grupos de zánganos con que el dictador Trujillo estructuró la oficialidad de su cuerpo de asesinos equivalente sólo a la “10 de Diciembre” de Luis Bonaparte y a los que les endilgó el nombre de Ejército, dándole además rango militar a las instancias en que organizó aquello, llamado Gustavo Jorge García, en menos de siete días, espacio de tiempo que llena lo que se denomina una semana, evacuó sucesivamente, no una, sino tres expresiones idiomáticas, cual de las tres mas ilustrativa de la real postura criminal, de la verdadera cavernícola mentalidad predominante en la alta oficialidad de eso que se autoproclama Fuerzas Armadas dominicanas, expresiones que testimonian la falsedad de su cambio de naturaleza y la reafirmación de estar al servicio del despotismo y la sistemática violación de la Constitución y las leyes, que se han objetivamente acentuado e incrementado bajo este desgobierno inepto y entreguista cuyo cabecilla, Rafael Hipólito Mejía, ha llegado al colmo de la falta de decoro de autoproclamarse “lacayo títere del imperialismo”.

La primera expresión escandalosa y trágicamente bestial de connotación nazi-falangista o fascista, común a esos mandos de las Fuerzas Armadas, la habría hecho el llamado mayor general Gustavo Jorge García al expresar: “El trabajo de seguridad lo garantizamos en que para nosotros todo el civil es un terrorista”; la segunda fue la de: “Al que proteste le arranco la cabeza como si fuera un pollo”; y la tercera la acaba de expresar el día 3 del mes en curso en carta a la letrina amarilla “Hoy”, donde expresa que se le malinterpretó, pero a la vez reafirma su troglodismo fascistoide y lanza de inmediato elogios desmesurados a lo que en típica mentalidad llama “drasticidad”. Soy drástico y por eso uso expresiones drásticas como esas, por ejemplo, de “arrancar cabezas” y “retorcer pescuezos como pollos”.

Precisamente durante la distribución del periódico “¡Despertar!” en el barrio de Sabana Perdida el domingo 3 de este mes de agosto, el mismo le fue ofrecido a un guardia del Ejército y éste respondió: “No lo compro, soy guardia”.

“¡Oh!, y ¿qué importa?, pues la Constitución ni las leyes les prohíben a los guardias leer, y ustedes leen a la prensa amarilla como ‘Listín’, ‘El Caribe’, ‘El Nacional’, ‘Hoy’ y demás, que son de la burguesía y ¿por qué no pueden leer éste?”

A lo que el guardia le respondió: “Eso es así, a nosotros se nos instruye que los comunistas son nuestros enemigos a muerte”.

El distribuidor le contestó a este civilizado guardia: “Pero ¿y sus jefes no están reclamando que las Fuerzas Armadas y la Policía Nacional puedan votar y participar en política?, y ¿cómo es eso que se les prohíbe leer un periódico político?

A lo que el guardia reiteró: “Es que las Fuerzas Armadas son anticomunistas y nuestros jefes nos dicen que los comunistas son nuestros enemigos, eso es así”, y dando por concluida la rápida y más esclarecedora conversación, dio media vuelta y civilizadamente se retiró del ilustrativísimo intercambio de palabras.

La pregunta obligada y que todo el mundo tiene la respuesta debida es ¿y cómo diablos estos mismos mandos de las Fuerzas Armadas reclaman que se les permitan votar?

El historiador e intelectual conservador, Jacinto Gimbernard Pellerano, escribió un artículo el domingo 3 de este mes titulado “De los militares y su rumbo” que refleja la patética realidad que sirve de trasfondo a la encrucijada de los altos mandos militares, que evidentemente son tenidos por ilotas y segregados de la sociedad a consecuencia de su negro historial.

Dice Jacinto Gimbernard Pellerano lo siguiente: “¿Qué pasa con los militares, no están supuestos a ser apolíticos y no deliberativos, obedientes al poder civil, de acuerdo con la Constitución? Ahora, dentro de sombra de reeleccionismo, que el Presidente Mejía quiere presentar como si fuesen luces, jerarcas de las Fuerzas Armadas se destapan con loas a su Comandante en Jefe, calificando a Mejía como un estadista capacitado, un hombre de “reciedumbre moral” que actúa con presteza  para detener anomalías, como en el caso Baninter, etc.

“Si las Fuerzas Armadas tienen unos setenticinco mil miembros, regulados por una insoslayable disciplina que los encierra en una rígida “obediencia a órdenes”, y sus jefes se expresan abiertamente en favor de la reelección de Mejía, que es su Jefe Supremo, en caso de que se logre que los militares voten, son setenticinco mil votos a favor del señor Presidente, por lo menos.

“¿Es eso justo? De ninguna manera. No es justo para el sistema democrático. De triunfar esa jugada incalificable, no tiene sentido que se realicen elecciones presidenciales”. Hasta aquí la cita de lo escrito por Jacinto Gimbernard Pellerano en la letrina amarilla “Hoy” del 3 de agosto, Pág. 14.

La llamada obediencia debida que les ha servido permanentemente a los zánganos sociales para actuar como cuerpo de mercenarios armados que amparados en la soberanía patria cometen los más espeluznantes y bárbaros asesinatos o todo tipo de acciones reñidas con la Constitución, las leyes y el Estado de Derecho, está presente y es la norma en que se mantiene esa unidad en las filas de esos mecanismos coercitivos al servicio de lo peor.

¿Cómo, mientras los rija ese precepto que los aísla y los convierte en instrumentos de las fuerzas opuestas a la sociedad en su conjunto, pueden reclamar el derecho al voto?

Y no sólo lo inconcebible que resulta la descabellada y perversa demanda, sino ¿para qué quieren el derecho al voto? Todo el mundo sabe, y hasta los ciegos ven cuál es su nefasto objetivo.

El domingo 3 de agosto estaba precisamente Zorrilla Ozuna en Hato Mayor haciendo labores políticas a favor de la reelección de Rafael Hipólito Mejía.

Y como si todo esto fuera poco, llamamos la atención a la concurrencia a un programa de televisión del tal coronel Camacho, el nombrado comandante de los 300 soldados que, en el papel de mercenarios invasores de Irak ha dispuesto enviar el auto-declarado “lacayo títere del imperialismo” que es Rafael Hipólito Mejía.

Camacho, ante la pregunta de una periodista de qué opina respecto a la demanda de que a los militares se les permita votar, ha respondido que ya sus superiores han hablado al respecto. De manera que se trata de hecho de una formal sublevación política de los mandos militares contra la Constitución y las leyes de la República, puesto que los militares de rango inferior no se sienten con el debido respeto por la Constitución, que es el sostén del Estado de Derecho y las reglas de juego para toda la sociedad, sino que por encima de todo eso, ellos ponen las opiniones de sus superiores jerárquicos en rango dentro de cada rama de las Fuerzas Armadas y la Policía Nacional.

Todo esto es motivo de alerta cívica general para el pueblo y el país.

 

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