Los descarados sirvientes del imperialismo y la reacción del Perrodé tipo Ramón Alburquerque, Orlando Jorge Mera, Ivelisse Prats de Pérez y su hijo Guerrero Prats, Alfredo Pachecho, Milagros Ortiz Bosch, Jesús Vásquez, Virgilio Bello Rosa, Esquea Guerrero, Rafael Abinader; los Hugo Tolentino, Tony Raful, Aníbal García Duvergé o la viuda negra Peggy de José Francisco Peña Gómez y su plataforma de “la política es para buscársela”

¿Qué autocrítica sincera y valedera podría surgir de ese espurio conglomerado?

 

La supuesta autocrítica del Perrodé y sus infames y canallas seudo-dirigentes, no sólo que como tal es falsa, sino que, al pretender consumarse como un hecho impune ante las leyes y el tribunal de la historia, resulta una grotesca farsa, o sea, una burla mediante el montaje y escenificación de un sainete teatral y farandulero.

En primer lugar, los incalificables personajes del bajo mundo politiquero y de los círculos más abyectos, por formar las bases sociales de los que han constituido el entreguismo y el lacayismo en el país, si no de la canalla vil, que sólo ha sabido reptar, esto es, arrastrarse como reptiles para, asumiendo el papel de miserables mercenarios, actuar vendiéndose al mejor postor en el mercado donde se subastan el destino junto a los intereses del pueblo, a cambio de un peldaño en su ignominiosa carrera de trepadores en la escalera del ascenso social y político sobre el país, habiendo siempre estado de parte del enemigo del pueblo y la nación dominicanos, tales y cuales son, precisa y exactamente, la comadreja Ramón Alburquerque, viejo social-cristiano, mejor conocido como rata social-pistola, al servicio de la Embajada norteamericana y la Iglesia Católica desde el 1962.

Jorge Mera (el hijo del bastardo y corrupto Salvador Jorge Blanco y su mujer, Asela Mera), que es, además de un reconocido agente de la parasitaria Iglesia Católica y del Arzobispado (territorio de Poder del destemplado como ambicioso y zángano a carta cabal Nicolás de Jesús -Hildebrando Borgia- López Rodríguez), un personaje que acumuló, por medio de la corrupción, no menos de decenas y decenas de millones de dólares desde el puesto de Presidente del Instituto Dominicano de Telecomunicaciones (Indotel) durante la gestión del latrocinio entronizado en el Poder que fuera el desgraciado desgobierno del rufián Rafael Hipólito Mejía y sus familiares. Una partida de los mencionados millones de dólares percibidos por él, debido a su congénita debilidad innata ante la tentación de la corrupción y el soborno, serían los 10 millones de dólares que en Baninter aparecieron depositados a nombre de su primo hermano, Guillermo Gómez Jorge, quien no ha podido justificar de dónde los sacó, ya que sabido es se trata de la mitad de la partida que Ramón Buenaventura Báez Figueroa repartiera como soborno por el derecho al uso y colocación de las fibras ópticas de comunicación en la capital, en Santo Domingo, y que es el monto que fuera a parar a manos del incumbente en ese momento del Indotel.

Ivelisse Prats de Pérez y su hijo Guerrero Prats, enriquecido a costa de cuanta podredumbre y actos de corrupción fueran posibles desde el Banco Central, como dignos e innegables descendientes de esa hiena de dos patas que fuera el trujillista Francisco Prats Ramírez (Panchito Prats), el del Foro Público del dictador Trujillo.

Alfredo Pachecho, vil rata de los barrios marginales, que retrata en su misma persona, de pies a cabeza, el significado real que, como tragedia, ha resultado la única idea original que de la política, como versión de la más infame práctica politiquera, pariera la mentalidad de zafacón y cuneta del lumpen y degenerado haitiano que fuera ese execrable y asqueroso personaje llamado José Francisco Peña Gómez, de que (lo citamos textualmente): “La política es para buscársela, es lo que no quieren entender ni aceptar (decía Peña Gómez en abril y mayo del 1983 por Tribuna Democrática, apareciendo también en la prensa venal y amarilla) los que están apegados a clichés de dogmas y doctrinas, como son los comunistas radicales del patio”.

Así, de crápula que desayunaba con yaniqueque en una esquina de Cristo Rey y que cenaba con un pedazo de bofe o de morcilla, junto a dos o tres tostones y a dos o tres fritos de batata, semblanza que retrata en cuerpo entero lo que es andar las calles y vivir la vida cubriéndose con una mano sus víveres y con la otra el trasero, Alfredo Pacheco hoy es, gracias a la fórmula del peñagomismo, un hombre rico y multimillonario, con una flotilla de camiones y patanas que alcanza el astronómico monto del centenar, amen de no se sabe cuántas inversiones y depósitos bancarios a nombre de testaferro, un personaje que no sólo se vende y se compra al mejor postor en aras de preservar lo suyo, como efectivamente llevó a cabo en las recientes elecciones.

O bien, la otra contrapartida de los Jesús Vásquez, la beoda y lumpen saltimbanqui Milagros Ortiz Bosch; el tránsfuga y arribista, el burro prieto del desierto Virgilio Bello Rosa, oportunista vil y canalla sin principios, capaz de cualquier cosa en aras de sus bajas apetencias y su ambición desenfrenada bajo la falsa presunción de que el dinero puede llenar el vacío de la orfandad intelectual o del rastrerismo vulgar y de la amoralidad que emana tan espontáneamente del desclasamiento; Esquea Guerrero, ¡oh!, pobre infeliz de descendencia directa pero bastarda del cura Marchais en la lejana y pobre Samaná de cocos, mariscos, aguardiente, cocolos y cocolitas e impunidades, que creía haberse liberado y mandado a guardar para las calendas griegas, a base de sombra protectora que la Iglesia Católica-Vaticana siempre brinda a sus criaturas (de las que a cambio reclama gratitud por tiempo vitalicio), para tener que seguir atrapado entre las redes de esas telarañas pegajosas que en la oscuridad de los hechos impunes y los crímenes perfectos son los paños de los trajes con que viste y calza; un tránsfuga que, como fantasma, consume las horas extras de la vida que previamente ahogó en infamias, bajas patrañas y alcohol, como Abinader, que alcanzó la materialización del ideal del cínico, bacinilla de oro para orinar sangre; los Hugo Tolentino; los Tony Raful; los Aníbal García Duvergé; la viuda negra Peggy de José Francisco Peña Gómez, que hoy sigue aferrada a los nombres y apellidos que usurpara su última conquista pública de su existencia de aventurera intercontinental, de todo lo que ha aborrecido en su existencia, ¡Oh, paradoja de la vida!; y así sucesivamente.

La pregunta obligada sería: ¿Qué autocrítica sincera y valedera podría surgir de ese espurio conglomerado?

Perrodé le hemos consignado como su última denominación y es la única que en sentido figurado deja establecida con exactitud matemática la sentina de infamias, ignominias, podredumbre, miserias y envilecimiento que bajo ese nombre, en ese pretendido partido, subyace y vive.

Y lo peor de todo es que, a pesar de que el estiércol es el mejor abono orgánico, al parecer, si juzgamos por lo que a primera mano tenemos acceso de informarnos, los que dentro de ese nicho político-social pudieran tomar un camino que reivindique el derrotero justo que el pueblo demanda y al que se aferra puesto que, como se sabe, la esperanza es lo último que muere en el proceso de la muerte, no lo hacen ni están en eso, sino que, por ejemplo, en San Pedro de Macorís, donde se le llevó, por todo el espurio maridaje establecido por esos dos infames de Alburquerque (hoy cebado en millones percibidos por su traición reeditada y recreada infinidad de veces -siempre contra el pueblo trabajador y la nación dominicana, conforme su condición de socialcristiano-) y el hijo de Jorge Blanco y Asela Mera, el Jorge Mera, a asumir una candidatura tan contraria al pueblo de la Provincia de San Pedro de Macorís como la de Josesito Hazim; pero donde se podía esperar que hombres jóvenes, como Tony Echavarría, o el Presidente del Comité del PRD, Gómez, y otros, fueran capaces de crecerse y reclamar espacio propio para el caudal de votantes (perredeístas y no perredeístas, incluso reformistas y hasta peledeístas) que supo reconocer en la gestión municipal de Tony Echavarría su valor positivo, no lo hacen y prefieren, levantando suspicacia y aprehensiones, querer apuntalar las miserables posturas del binomio fatal de Alburquerque-Jorge Mera.

La autocrítica, como recurso de saneamiento y desinfección políticos e ideológicos, es un método muy del marxismo-leninismo que precisamente el Presidente Mao Tse Tung enfatizó y desarrolló, insistiendo en el carácter de clase proletario, socialista, comunista de dicho método, esencial y estrictamente materialista y dialéctico y afirmó: “Porque servimos al pueblo trabajador de todo corazón y con conciencia, no tememos encarar nuestros errores ni mucho menos tememos asumir la tarea de corregirlos. Las críticas, vengan de donde vengan, aún sea de parte de nuestros más encarnizados enemigos, siempre son bien recibidas. Las analizamos, establecemos su objetivo, buscamos el punto de vista que consigna el método dialéctico, buscamos la raíz de los males y adoptamos los correctivos, como la medicina para curar una enfermedad”.

¿Pero acaso esa pandilla de degenerados y bastardos politiqueros venales y corruptos, que han concluido adueñándose del Perrodé, pueden decir siquiera en realidad a quién sirven y a quién se han vendido, sin que las huestes del perredeísmo realengo pidan su cabeza?

La autocrítica no encaja para, ni en los verdugos del pueblo, en los traidores, mercenarios y demás sabandijas que sólo pueden subsistir a la sombra y en la humedad de la podredumbre.

O bien, ¿acaso puede ser válida la farsa de la autocrítica o sainete de ésta montada por los pepegatos con Alburquerque-Jorge Mera al frente y Rafael Hipólito Mejía tras bastidores moviéndolos como marionetas, ante la memoria y la experiencia de tantas luchas populares contra los enemigos del pueblo y del país? Esos sujetos, lo que han sabido hacer es traicionar todo ese cúmulo de sacrificio en aras de venderse a los enemigos. Y si hoy efectúan un balance de sus execrables actuaciones de venderse a los opresores y explotadores, o sea, a los verdugos y parásitos del pueblo, no cabe decirse que es una autocrítica ni un reconocimiento de sus grandes traiciones, sino que el proceso ya no les deja más espacio para sus actos de corrupción y de infamia. Eso no es, por lo tanto, ninguna autocrítica.

Lo que llevan a cabo y han presentado a la opinión pública los bandidos y delincuentes que usurpan lo que fuera o quiso ser el Perrodé es no sólo una falsedad, sino que es un montaje teatral cuyo fondo es el engaño y la burla tragicómica, por lo que es sólo y al fin a al cabo una verdadera farsa.

Hablan esos viles infames del Perodé de una serie de ismos y abstracciones que nada dicen y que carecen totalmente de contenido para los desamparados e irredentos que, tan ingenua y pendejamente, han seguido al Perrodé, como de clientelismo, sectarismo, atraso, bajo nivel academicista, autoritarismo, improvisación, falta de apego y mucho menos respeto por los estatutos, etc.

¿Y qué carajo significan esos ismos y tantos otros más de la jerga que emplean esos canallas vendidos de la dirección del Perrodé?

Pero no deja de ser muy significativo que no digan: Nos criticamos por habernos adherido a la infame tesis del lumpen Peña Gómez de que la política es para buscársela.

No dicen ni hablan de que: Nos criticamos por habernos vendido a los explotadores y verdugos del pueblo, e incluso por haber pasado a ser parte e instrumento de los intereses de esos verdugos contra el pueblo dominicano y su parte perredeísta, que no quiso creer lo que tanto otros repetían y que los hechos vienen a demostrar que era absolutamente verdadero; nada dicen de cómo han contribuido a facilitar que crezca la miseria y la explotación del pueblo; su envilecimiento y corrupción.

Nada dicen ni se autocritican porque, diciéndose socialistas democráticos, no han sabido ser ni nunca han sido democráticos, sino venales y miserables mercenarios, agentes de corrientes que tienen como núcleo de sus plataformas las luchas contra todo lo que sea de carácter socialista y democrático, como son los socialcristianos.

Nada dicen de que, diciéndose socialdemócratas, no son más que comprobados, auto-confesos y reconocidos socialcristianos vendidos y pagados por los EE.UU. y sus socios europeos.

Que lejos, pero muy lejos de luchar porque la educación sea asumida por el Estado y se potencialice y consolide la educación y la escuela públicas, esos dirigentes del seudo Perrodé, han actuado para que esa educación desaparezca y se envilezca, al tiempo que han favorecido que la Iglesia Católica-Vaticano monopolice la educación y las escuelas públicas, en desmedro de una realidad insoslayable, que es la que dice y retrata que de 2 millones 500 mil estudiantes que forman la población dedicada a estos quehaceres, sólo medio millón está en las escuelas privadas, mientras que los curas de la Iglesia Católica, que son los que manejan el Presupuesto de la educación nacional por medio de mecanismos directos e indirectos, que se sobreponen incluso a la Secretaría de Educación, y también, siendo la Iglesia Católica la dueña de más del 90% de las escuelas privadas, emplean inescrupulosamente la Secretaría de Educación, de acuerdo a su naturaleza parasitaria y vividora, para fortalecer sus negocios privados, que es lo que son esas escuelas suyas, que construye el Estado, cuyos profesores y equipo los paga el Estado dominicano del Presupuesto Nacional, en tanto los curas y la Iglesia Católica cobran para el ingreso en dichas escuelas y universidades.

Los zánganos y traidores mercenarios que encabezan Alburquerque y Jorge Mera no dicen nada ni se autocritican de que han hecho del Perrodé un instrumento del neoliberalismo sólo con el fin de enriquecerse personalmente, tal y como les pautara y les sigue pautando desde el fondo de su tumba ese architraidor, canalla, agente y espía de la CIA y el imperialismo norteamericano, el haitiano José Francisco Peña Gómez.

 

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