Estado de Sitio decretado por Leonel Antonio Fernández Reyna, es de por sí una conspiración y un Golpe de Estado en contra del Estado de Derecho y las libertades públicas
Es que resulta imposible en forma absoluta separar el Estado de Emergencia o de Excepción y suspensión de los derechos constitucionales y las libertades democráticas que accedió a imponer y decretar Leonel Antonio Fernández Reyna, con sus medidas de emergencia que redondean el Estado de Sitio vigente, de un lado, de una conspiración para dar un Golpe de Estado, cual que sea el carácter de éste y sus protagonistas, del otro lado. Son las dos caras de la misma moneda. O sea, que el Estado de Sitio decretado por Leonel Antonio Fernández Reyna, es de por sí una conspiración y un Golpe de Estado en contra del Estado de Derecho y las libertades públicas, y si el incumbente del Poder Ejecutivo no se había querido dar perfecta cuenta de por dónde se enrumba su desafortunada gestión gubernativa, es que no le ha dado la gana, o simple y llanamente es porque vive a quiere dárselas como un tontaina en medio del más absurdo atolondramiento. Pero, como enseña la vida, nunca hay mal que por bien no venga, ni tampoco nada enseña más que las desgracias que le caen encima a las gentes, o bien los errores son una fuente inagotable de aprendizaje y enseñanzas. Así las cosas, resulta en extremo aleccionadora e ilustrativa la situación de que, en el mismo instante en que en la Capital de la República, en la Zona Colonial (cuya propiedad reclama para sí en su totalidad la Iglesia Católica-Vaticano a través del Arzobispado y su dueño, el nefasto Nicolás de Jesús -Hildebrando Borgia- López Rodríguez, quien ha cerrado dos tramos de dos calles diferentes de la zona para su uso exclusivo y personal, en desmedro de la ciudadanía que para dicho funesto y repugnante personaje seguimos siendo sus esclavos y vasallos, como eran los dominicanos de España y de la misma Iglesia Católica ésta que jamás cambiará, así como lo eran los campesinos de La Vega y Moca de la maldita familia terrateniente feudal de la que él proviene y representa), en que los jóvenes eran impedidos, por medio de la fuerza policial, de efectuar un acto de Feria y muestras en un parque público, en Santiago de los Caballeros se permitía que la Iglesia Católica encabezara una actividad política para, mediante una marcha y el consiguiente recorrido por varias calles de la localidad, propugnar por el ahondamiento y mantenimiento del Estado de Sitio, so pretexto de contrarrestar la violencia y la delincuencia que, en otra más de sus incoherencias continuas a que ya tiene a todo el mundo acostumbrado Leonel Antonio Fernández Reyna con su glosolalia, decía reconocer éste que eran el resultado de la pobreza y la miseria imperantes bajo su mismo gobierno y para paliar las mismas en estos dos años no ha hecho nada, nada y nada sencillamente. Ese arcoiris de corrientes, tendencias, individuos sueltos o realengos que, diciéndose de izquierda, a lo mejor de la derecha, o incluso tomándolos con condescendencia como componentes del movimiento revolucionario, popular y socialista, y que tan estúpida y tercamente se niegan a emanciparse de las funestas y pestilentes sombras de la Iglesia Católica-Vaticano, del cristianismo y del opio o droga enajenante y envilecedora que es toda religión, aprendería de la lección que encierra el hecho de que, mientras a los jóvenes no se les permite una sana expresión de reflejo de su inconformidad en forma independiente, que en aras de impedírselo se les atropella, se les maltrata, se les trata como anti-sociales y delincuentes, la Iglesia Católica y sus parásitos curas tienen toda la libertad (sin que ni el Cardenal, el obispo, el Jefe policial, ni los guardias y sus altos jefes manden a obstaculizarlos) para organizan cuantas marchas les vengan en gana y les salgan del forro de sus hediondas sotanas, como la de Santiago, por ejemplo, o la del carajete ese que, cargando con el símbolo de la infamia y del envilecimiento, que es la cruz, que no es ni puede ser jamás símbolo de liberación sino de esclavitud, o de aberración sadomasoquista, si no de esclavitud y esta aberración a la vez, fue desde Dajabón hasta el Palacio de Gobierno en la Capital. Lo cual fue parte del circo que tiene montada esa perversa y parásita Iglesia Católica-Vaticano y el cristianismo para seguir viviendo sin trabajar del pueblo y nación dominicanos.
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