SI SU REINO NO ES DE ESTE MUNDO

¿Por qué se empecinan los parásitos cristianos de la Iglesia Católica y las demás sectas evangélicas en no dejar en paz a las poblaciones con sus actividades materiales económico-culturales que caracterizan la vida secular?

 

Lo de la naturaleza de las actividades religiosas, y el terreno en que las mismas, como en torno a lo qué, se desenvuelven, nos indican que la materia de ocupación del cristianismo, y en particular del catolicismo vaticanista, no es la misma que la de las poblaciones de hombres que, en conjunto y a través de sus actividades, forman una sociedad, la que, como organización civil laicista, se desenvuelve bajo la dirección de un órgano rector o dirigente, al que denominan Estado.

Sin embargo, ¿por qué la Iglesia Católica-Vaticano y en general el cristianismo, insisten en no dejar en paz a las poblaciones con sus actividades materiales económico-culturales, que caracterizan la vida secular, sino que insisten y persisten en imponerse a las sociedades y sus Estados, disponer y ordenar las normas de conducta, regulaciones y estipulaciones de éstas, para concluir en que las sociedades de hombres mundanos y paganos, así como los Estados reguladores de las sociedades, les financien sus actividades, supuestamente sagradas, y por consiguiente divinas, ya que se autoproclaman ser en la tierra y ante los hombres los representantes de la deidad del más allá que creara esta realidad mundana e incluso a los hombres y la vida, en una cosmogonía fantástica religiosa que ha sido descartada y refutada por los avances científicos alcanzados en el orden de la antropología, la geología, la astronomía, la geofísica y geoquímica y hasta por la biología, que rechazan la intervención de toda criatura inmaterial y de un más allá tan inexplicable como fantástico y mitológico, y hablan de la evolución interminable de la materia por impulso interno del movimiento mismo, hasta pasar de la existencia material inorgánica hasta la vida orgánica, y así sucesiva e ininterrumpidamente.

Persisten las religiones, y el cristianismo, sobre todo el catolicismo vaticanista (una verdadera trasnacional y un auténtico cartel mágico-religioso, cuyo fin es la obtención y disfrute de las riquezas materiales), en que su creencia es por fe, llegando a la osadía de consignar que la fe no obedece a la realidad ni a los dictados de la ciencia, de que lo que se cree por fe es como especie de una locura o una posesión misteriosa por una tenebrosa fuerza inaprensible del más allá, fuera y de espaldas a la lógica de las mismas cosas.

La Iglesia Católica-Vaticano, y en particular el Papa, que es un personaje equivalente a lo que en las tribus más primitivas era el gran hechicero o el gran brujo de la tribu, no tiene obstáculos para tratar de justificar el absurdo de que la sociedad de los hombres la habría creado su dios, pero sin poder explicar el por qué la sociedad ha sufrido cambios tan profundos como lo corrobora la historia de la humanidad. Ante los ojos de cualquier persona en sus facultades, eso sería absurdo, una vez que los cambios, que nadie en su sano juicio podría negar, atestiguarían que el tal dios no sabía lo que hacía, y de ahí los cambios. Si es que ese mismo dios sigue rigiendo el destino de las cosas, se trataría de un ser imprevisor, y de ahí que no sería superior ni omnisapiente.

La Iglesia Católica-Vaticano se ha consustanciado y compenetrado tanto, igual que todo el cristianismo, con el Estado y el poder de los explotadores y opresores, que sus símbolos, ritos y liturgias les han sido impuestos a todo el Estado, a sus actividades y hasta incluidos en sus símbolos paganos y mundanos.

Hoy, que la humanidad ha decidido liberarse de todas esas antiguallas y supercherías y ha optado por la modernidad y la vida asentada en los pilares de la ciencia y la cultura, resulta comprensible, por lógico, que la sociedad haya optado por sacar de su vida secular y laica a tales símbolos, que nada tienen que ver con la producción material y espiritual, ni con la circulación y consumo, que no sea el reflejo deformado de las causas de los logros y fracasos.

Y el Papa Ratzinger, que es como la cara de la infamia del régimen de explotación imperante, capitalista neoliberal, ha querido protestar y reclamar que se les permita actuar igual que el Poder civil, sobre y en la sociedad.

Desconoce el Papa, igual que por recalcitrantes parasitarios reaccionarios lo hacen los curas y protestantes, que en sus textos, que ellos tienen como obra de la voluntad de su dios, y dicen que éste es su autor, está escrito: “Mi reino no es de este mundo”, “a dios lo que es de dios y al César lo que es del César”.

La Iglesia Católica-Vaticano, igual que el cristianismo en general, como confesión religiosa, posee una moral religiosa, que sería la que regula la relación de los creyentes con su deidad divina. Pero no siendo la sociedad civil, secular, laica, una religión, ni una iglesia, la relación entre los hombres la estipulan leyes, que forman el Derecho, que hace de moral social para garantizar el respeto mutuo y la convivencia pacífica y moral entre los distintos miembros de la sociedad.

Las sociedades y sus Estados han tenido que reconocer esta realidad y verse obligados a decidir mandar pa’l carajo las pretensiones (nada sanas, sino hartamente perversas, por estar cargadas de parasitismo, de vividorismo del trabajo ajeno), de la supuesta moral o papel rector de la Iglesia Católica-Vaticano sobre la sociedad civil, y sobre todo cuando se ha comprobado que la Iglesia Católica-Vaticano, como todas y cada una de las sectas evangélicas, viven en medio de la mayor amoralidad, por lo que se cuestionan en torno a ¿qué ejemplo, o qué moral tiene la Iglesia Católica, por ejemplo, para pretender trazar pautas y atribuirse la condición de jueces morales de la sociedad, cuando son tan amorales que ni siquiera son capaces de autofinanciarse en su vida y actividades, ni aún cuando se dicen representantes de su deidad dios, quien les asiste, se comunica con ellos y les traza las pautas que deben seguir? ¿Qué pasa ahí? ¿Es que se trata de verdaderos estafadores, o es que los religiosos y sacerdotes son todos unos depravados que su deidad ha roto definitivamente con ellos?

¡Qué la fortuna te libre de caer en sus garras de vividores y parásitos!

 

Volver a la Página Principal