¿DE QUE MORALIDAD PUEDE HABLAR EL SEBORUCO MOCANO LOPEZ RODRIGUEZ? Su condición de parásito de la superchería así como sus amoríos a lo Casanova lo definen como un amoral por encima de su derecho divino y su despotismo represivo contra aquel que cuestione las prácticas aberradas de su negocio religioso
La cuestión ésta de si un comprobado parásito social puede hacer ostentación de moral social, o bien, de si se trata de cimbrearse, como expresión del derecho, y haciendo, tan antojadiza como subjetiva y arbitrariamente, caso omiso de su real condición social, más bien antisocial, buscando así, por nuestra parte, hablar con la mayor exactitud, inclinándose por pretender ser la excepción de la ley del materialismo histórico de Marx y Engels, de que el ser social y la conciencia social conforman y determinan el ser y la conciencia individual, y de que nadie existe por encima de las clases; que el hombre abstracto es inexistente, que todo hombre, o es burgués-explotador o es obrero-trabajador, y que el que es parte de una categoría histórico-económico-social, individualmente refleja la expresión ideológica de los intereses de ese segmento en forma inexorablemente obligatoria, por lo que el llamado Nicolás de Jesús -Hildebrando Borgia- López Rodríguez, alias el Cardenal católico-vaticano, título éste con el que pretende pasar de contrabando como príncipe cuando no pasa de ser un ceboruco mocano adicto a la superchería más perniciosa y nociva que haya conocido la humanidad, al pretender dar ejemplo de moral individual, estando ubicado en el segmento histórico social que, por improductivo, parasitario y oscurantista, es la personificación misma del antípoda del derecho secular de los hombres y la sociedad, y de ahí estar fuera del parámetro de la moral social, lo que, por inferencia lógica, se hace necesariamente extensivo a su condición personal. Ya hemos demostrado que con sus inconsistencias, como la que se ventila ante el caso de Juan Mallol y su suicidio, como sus amoríos a lo Casanova, o al alma de Don Juan, que el poeta Fabio Fiallo dice le diera el orfebre al Cristo de su Gólgota Rosa, que nos constan, la ley de correspondencia entre ser social-ser individual, conciencia social y conciencia individual sale fortalecida y se muestra aún más invulnerable; sin embargo, como de seguro pretende aquí en forma cínica apelar al sofisma de que su conducta la norma el derecho divino, cuya expresión sería el anti-derecho canónico, y que ese mismo imaginario derecho divino, que emana de la voluntad divina, que de existir (en el hipotético y metafísico caso de aceptar dicha absurda hipótesis, tan supersticiosa como oscurantista), sería la fuente normativa de su comportamiento individual, y que sólo a todas esas creaciones del culto del más allá él debe sujetarse y atenerse, y reafirmar así, tal y cual lo hace, que posee el aval moral para trazar pautas y ocupar el puesto preeminente hegemónico sobre la sociedad secular, la población laica y el Estado de éstas, no está de más abocarnos a la interrogante y a la consecuente práctica investigativa de: ¿Pero acaso, ¡carajo!, tiene moral la Iglesia Católica-Vaticano, esto es, la Iglesia Católica en sus destacamentos colocados en cada Estado-nacional (a los que no acaban por aceptarle su existencia real ni su soberanía, dicho sea de paso), para trazar pautas morales sociales, o sea, de derecho social-secular? ¿Poseen, la jerarquía del cardenalato romano y la Curia Vaticana, moral en sus manejos, comportamientos, en sus actos administrativos, como espirituales, para darle ejemplo a las sociedades seculares, que en el colmo de su desprecio por los hombres y sus actividades equiparan, sin miramiento ni recogimiento algunos, a los cuadrúpedos irracionales más inofensivos llamándoles: ovejas, que su deidad divina les dio para que las mismas les mantuvieran, alimentándoles y abrigándoles, como aportándoles dinero para desenvolverse a pie suelto como parásitos sagrados, sin dar un golpe de trabajo siquiera? Nada mejor para esto que ventilar, para juzgar si Nicolás de Jesús -Hildebrando Borgia- López Rodríguez tiene o no aval moral institucional para que, por ser Cardenal, pueda estar entrometiéndose en todo lo de la vida mundana de la sociedad laicista y secular, todo cuanto ocurre y se desenvuelve en el artificial, sagrado y divino Vaticano romano. La desacralización que resulta de este breve recorrido, advertimos que no es culpa nuestra, ni lo que expongamos puede colocarse dentro del ámbito del insulto, pues quienes insultan y denigran son los que, como los sacerdotes católicos, verbigracia Nicolás de Jesús -Hildebrando Borgia- López Rodríguez, y los pastores evangélicos, con sus hechos y actuaciones, estructuran el montón de inmundicias que, al tocar y moverlos, resultamos hasta nosotros mismos asqueados y ahogados en las náuseas que nos obligan hasta llegar a vomitar y sentir asco, asco y vergüenza a la vez. Veamos. Desde el mismo seno de la Iglesia Católica-Vaticano, en su Curia Romana y el comité cardenalicio de allí, suenan los reclamos de que se acabe de una vez y por todas con la política de honrar el silencio para ocultar y servir al mal y al mal hábito papal-vaticanista y eclesiástico católico de vivir embelleciendo los comentarios respecto a las cosas, pues se tiene comprobado que todo ello no es más que un ardid para oscurecer las ideas. ¿Acaso se acepta en el Vaticano y en la Iglesia Católica el contraste de pareceres? Todo el mundo sabe que rotunda y categóricamente, no. Sencillamente no. En la Iglesia Católica y en el Vaticano y su Curia Romana, como en todas y cada una de sus diócesis, se sabe que en ella sólo ha imperado el autocratismo y el absolutismo imperial y despótico. Cualquier gobierno o mandato deseoso de siquiera mejorar, estimula y se abre a las críticas, y se empeña en sacarles provecho, encarando los problemas, pero en la Iglesia Católica ocurre exactamente todo lo contrario. Ni se alientan ni se aceptan críticas. ¿Por qué entonces el Cardenal del patio, émulo de Hildebrando y Alejandro VI, despótico y arbitrario, que no lo piensa dos veces para recurrir a violentar derechos, vive metiéndose en todo y opinando de todo? El déspota obsesionado, como son todos y cada uno de los cardenales y obispos, curtidos en las intrigas y todo tipo de perversidades hipócritamente ocultadas, vive buscando represiones y persecuciones hasta en contra del que actúa en forma tal que su acción implique una crítica o desaprobación a su despotismo, y de ahí que la amenaza y la persecución, de hecho y congruentes, como se hace evidente en las amenazas de excomunión contra el farandulero que se disfraza con su atuendo de Cardenal o el periodista común y corriente que, por ingenuidad, hace una pregunta que equivale al dedo en la llaga o a hablar de soga en casa del ahorcado, se decreta e impone lanzarle encima la maquinaria coercitiva del Estado, que ha sido usurpada en forma ilegítima, en este caso, por la Iglesia Católica-Vaticano. En un ensayo titulado “El Vaticano contra dios”, elaborado por grupos de sacerdotes católicos disidentes que asumen el nombre de “Los Milenarios”, en un diagnóstico que pretende salvar lo insalvable, se relata: “A propósito del que discrepa de la opinión de un prelado situado más arriba, o de su Rasputín, merece la pena recordar lo que Alphonse Daudet cuenta acerca de la coz que la mula del Papa le dio a un joven mozo de cuadras en Aviñón: ‘Cuando se habla de un hombre rencoroso y vengativo, se dice: “¡Desconfiad de este hombre! Es como la mula del Papa, que esperó siete años para soltar la coz”… No hay mejor ejemplo para el rencor eclesiástico’ “Entonces surgen los rumores incontrolados que son como una sombra de la verdadera comunicación, unas luces piloto estropeadas y sin pieza de recambio, que envenenan el aire y proliferan libremente en forma de chistes sarcásticos y distorsionados. Los comentarios satíricos, mordaces, punzantes e incisivos, corren entonces por los pasillos y los despachos. Semejantes críticas son un cepillo muy áspero cuyas cerdas deshilachan las delicadas vestiduras de los superiores. Fernando II de Nápoles se encargaba él mismo de divulgar divertidos comentarios sobre su propia persona para calmar las iras de sus súbditos que, burlándose de él, se calmaban. “La Curia romana no suele apreciar la libertad de expresión. Y de este modo, por temor al ridículo, renuncia a lo sublime para caer en lo grotesco y, a veces, incluso en lo trágico. El ridículo pasa por encima de la ley del silencio cuando se pactan las fórmulas del poder. “Sin embargo, el poder de la disidencia, aunque la practiquen funcionarios encerrados en compartimientos estancos, posee un valor y alcanza una notoriedad que no es prudente despreciar”. Más adelante, en ese mismo diagnóstico, encontramos respecto a la diplomacia particular suya, la siguiente conclusión, no sin antes resaltar que esto es cosa desde siempre, desde el mismo momento en que Saulo Paulo se inventó el cristianismo romano. Y dicen que: “La diplomacia vaticana -decía el brillante latinista Antonio Bacci, más tarde cardenal- nació una triste noche en Jerusalén en el atrio del sumo sacerdote, cuando el apóstol Pedro, calentándose a la vera del fuego, se cruzó con una criadita que, señalándolo con el dedo, le dijo: ‘Tú también eres seguidor del Galileo’, a lo que Pedro contestó sobresaltado: ‘¡No sé lo que dices!’. Respuesta diplomática con la cual no se ponía en peligro ni la fe ni la moral”. Al igual que relata que: “En su época se gastaron muchas bromas acerca de la cruel ironía de cierto indulto papal, una autorización especialísima otorgada a algunos prelados -privilegio ‘personal durante la permanencia en el cargo’- de hacer uso del bisexualismo ‘a pesar de ciertas disposiciones en contra’. “Un famoso prelado muy intransigente en las cuestiones morales, para con los demás, pero de costumbres licenciosas y vulgares, confesaba a sus amigos íntimos haber hecho ‘voto de homosexualidad’ para no incurrir en el pecado de ir con mujeres”. Allí donde está enclavado el crisol donde se engendra la cizaña divina, donde se cultiva la mula del pontífice, donde hay toda una institución llamada dicasterio para imbuirles todas y cada una de las perversidades y aberraciones a todos los futuros obispos; donde hay un deporte oficial llamado la jabalina de la homosexualidad; donde tiene su reino la corrupción; donde de antemano a cada uno se le ubica entre los emergentes y los sumergidos; donde se chamusquean los leños húmedos para engendrar los humos de Satanás, etc., ¿cómo puede llegar a ser la fuente donde extraigamos los pueblos la medicina para corregir nuestros males y errores? Siendo la Iglesia Católica amoral, igual que lo es la Curia Romana y en particular por todas y cada una de las razones antesdichas el llamado Nicolás de Jesús -Hildebrando Borgia- López Rodríguez, sería un contrasentido tomarlos, solos o en conjunto, como el punto de referencia o fuente de pautas para embestir contra nuestros males como país, sociedad y hombres. Tan sólo hacerle el juego a estos perversos, vuelve incurables nuestros padecimientos, y se hacen permanentes los problemas, esto es, imposibles de ser resueltos.
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