Julio César Valentín tartufo, arquetipo de
farsante, estafador, hipócrita, papelero, agente de los peores intereses
y engendro del gran espía pagado por la CIA Juan Emilio Bosch Gaviño, se
desnuda en su condición de gran simulador, real opositor al ejercicio de
los derechos democráticos y constitucionales de los ciudadanos
20-10-2009
La diputada Ana Isabel Bonilla, del mismo corrup-pelegato y, por lo
tanto, eventualmente parte de la Asamblea Revisora como órgano de la
lenocinia o prostituida Cámara de Diputados (lo cual era de esperarse
como inevitable e inexorable dada la naturaleza, sencilla y
definitivamente espuria, de los tres centros de prostitución y
mercenarismo miserable que ejercen sus oficios de tales a nombre y en
deshonra de la actividad política que, al fin y al cabo, convierten en
politiquería y venalidad), puede dormir tranquila, con el solo hecho de
haber logrado poner de relieve la bastarda naturaleza de sirviente
abyecto y vil, como toda una basura del lumpen trepador que es el
nombrado Julio César Valentín, al obligarlo a desnudarse y poner de
relieve y hacerlo confesar en su verdadera condición de tartufo, como
arquetipo de farsante, simulador, estafador, hipócrita, papelero, agente
de los peores intereses reaccionarios y de las más pestilentes,
nauseabundas y execrables conspiraciones de los antros de las cavernas
políticas y oscurantistas del parasitismo económico-social explotador y
opresor, como acérrimo enemigo incorregible de la autodeterminación del
pueblo y, por lo tanto, de la democracia y la libertad como de la
soberanía popular y nacional, todo lo que, con gestos y palabras
fingidas, pretendía ocultar, propiciando que se pensara,
equivocadamente, de él, que no era esa agua negra de letrina, ni mucho
menos que es ese vaho pestilente continuo, sostenido, como necio, que
emiten esos depósitos de excrementos humanos que son los colectores de
sólidos y caldos pesados de comunidades caracterizadas por la
superconcentración de habitantes, en donde la letrina posee carácter
común y único, como ocurre en los bateyes de los Vicini, esos santos
hombres de dios, de Jesucristo, de la Iglesia, del Opus Dei y del
corporativismo fascista, y de lo cual Jurungo, del Ingenio Caei, es
ejemplo histórico e innegable de lo que son esos colectores, cuyos
aromas insoportables son el equivalente directo de la que son los Julio
César Valentín, que poseen toda la intensidad que nadie es capaz de
poder imaginarse sin haberlo sufrido.
Como resorte, con el rostro desencajado del furtivo tunante atrapado
ipso facto en pleno ejercicio de la infamia, ante la expresión de Isabel
Bonilla de que todo lo hecho en la orgía del lenocinio mayor o Asamblea
Revisora respecto a negarle a los ciudadanos el derecho de presentar o
incoar libremente demandas de inconstitucionalidad, reducía toda la
alharaca de Reforma Constitucional en el área de la Justicia a, simple y
llanamente, a la entronización de un seudo-justicia, o una rastrera
contra-reforma, para consolidar el carácter elitista de la Justicia y
acentuar el carácter de contraria a la democracia, a la población y a la
libertad de la venal Constitución reformada, saltó el tartufo, dándose
lógicamente por ofendido, pero sobre todo, admitiendo su condición real
de miserable mercenario contrapuesto al pueblo, y enemigo de los
derechos inalienables de éste.
Brevemente digamos que Tartufo es el personaje de una comedia del
célebre dramaturgo francés Moliere.
Así, Isabel Bonilla logró la auto-confesión del rufián simulador.
Y a este Julio César Valentín se le oyó asumir la justificación con los
mismos argumentos espurios de los usurpadores y jauría de cínicos
impostores que hacen de jueces apócrifos de la Suprema Corte de
Justicia, que encabeza el miserable gran mercenario Jorge Subero Isa
cuando, bajo el alegato de que ningún ciudadano común tenía derecho a
presentar recursos de inconstitucionalidad, le daban patente de
impunidad al latrocinio generalizado que, desde el Poder, lleva a cabo
el disoluto y podrido Leonel Antonio Reyna, corrupto y corruptor,
sanguinario, criminal, indolente y cínico y, de paso, Julio César
Valentín, ese mismo aire pestilente de colector de aguas negras de
letrinas públicas, queda como cómplice e instigador del baño de sangre
que está llevando a cabo el tirano enano en el Poder, a través del
sicariato policial, con el sociópata Guzmán Fermín, que representa a
plenitud su papel de carnicero bestial, cuando, creando como piso de la
corrupción y la depredación económico-social, un resbaloso pavimento de
sangre de los ciudadanos ejecutados, sin que este mismo incalificable
tartufo que se cimbrea desde la Cámara de Diputados, jamás se haya dado
por enterado de la ola impune de asesinatos que el gobierno de su
corrup-pelegato ha entronizado, en traición de los anhelos e ilusiones
falsas de los dominicanos.
Y tales despreciables sujetos, que Ana Isabel Bonilla ha logrado que se
desnuden y se auto-confiesen en sus aberradas concepciones mercenarias,
en realidad cometen sus infamias en forma incontenible, pues es que
están afectados de la peste del boschismo.
Y eso y no otra cosa fue lo que crea el gran espía pagado por la CIA que
se llama Juan Emilio Bosch Gaviño.
Puesto que sólo de un energúmeno infectado de las aberrantes
depravaciones ideológicas y políticas, como espía de profesión de la CIA
y del imperialismo norteamericano, tal cual está comprobado, puede salir
el incalificable vil alegato de que, negarles a los ciudadanos el
derecho de opinar sobre el comportamiento de quienes hacen de autoridad
superior sobre él y sus conciudadanos, a la luz y en contraste con la
Constitución, no es atentatorio ni contra el carácter social del Poder
ni contra el Estado de Derecho, sino que los explotadores y opresores
son los amos y señores, y hay que aceptarlo; que el pueblo es un montón
de esclavos y punto.
Así es que piensa y no otra es la espuria naturaleza del cínico Julio
César Valentín.
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