El Tribunal Constitucional y sus vicisitudes demuestra que la reacción ultrareaccionaria y clerical se ahoga en su propia legalidad La Iglesia Católica como acérrima enemiga de la democracia y la soberanía popular se declara la opositora número uno al Tribunal Constitucional 17-01-2011
El desarrollo y las vicisitudes de la lucha de clase del proletariado, particularmente cabe subrayar, en la esfera de la actividad política, después de la muerte de Carlos Marx, acaecida en el 1883; 12 años después, Engels los analiza y compendia de manera magistral, cabalgando en el brioso corcel de la ironía que exhibe la historia de los hechos, y en su celebérrima introducción a la última edición del majestuoso logro, que, como modelo de aplicación del materialismo histórico, legara Carlos Marx, con su estudio “La lucha de clases en Francia de 1848 a 1850” que, a la vez, con su “18 Brumario de Luis Bonaparte” integra un binomio de textos de cabecera para todo comunista, como material de estudio obligado y permanente, y no como decoración, que ha sido una aborrecible manía, viciosamente incorregible, en el seno del movimiento revolucionario dominicano, particularmente, desde el 1960, y que alcanzó su máxima expresión del 1965 al 1972, constituyendo, esa fantoche práctica nociva, una de las peores manifestaciones y fuente de oportunismo estólido, patente éste, en no menos del 98 por ciento de los llamados marxistas dominicanos. Siempre hacemos mención a las palabras de Marx en su 18 Brumario, citando a su amigo, el poeta de verdad y revolucionario consecuente, Enrique Heines, de que las revoluciones y sus procesos históricos se desarrollan, no en línea recta, sino en espiral y zigzags, avances y retrocesos; que, por cierto, nada tienen en común con las tesis sociopáticas de Federico Niestche, del eterno retorno, contrapuestas, además, a la del cambio eterno de las cosas, de Heráclito de Efeso en los siglos VI al V antes de la era actual, en Grecia; resaltando Carlos Marx, que la ironía de la historia, hace que las revoluciones tengan que volver sobre sus propios pasos y, colocándose casi en el punto de partida inicial, obligan a los revolucionarios a tener que atreverse a empezar de nuevo, como diciéndoles: si ustedes son verdaderamente revolucionarios y no farsantes o simuladores, he aquí la música, si son buenos bailadores, bailen ahora. Pero Federico Engels en su prólogo a la lucha de clases del 1848 al 1850 de Carlos Marx, nos da un ejemplo, tan brillante como aleccionador, de este importantísimo asunto, y escribe: “la ironía de la historia universal lo pone todo patas arriba nosotros, los revolucionarios, los elementos subversivos prosperamos mucho más con los medios legales que con los ilegales y la subversión. Los partidos del orden, como ellos se llaman, se van a pique con la legalidad creada por ellos mismos. Exclaman desesperados con Odilon Barrot: la légalité nous tue, la legalidad nos mata, mientras nosotros echamos con esta legalidad músculos vigorosos y carrillos colorados y parece que nos ha alcanzado el soplo de la eterna juventud. Y si nosotros no somos tan locos que nos dejemos arrastrar al combate callejero, para darles gusto, a la postre no tendrán más camino que romper ellos mismos esta legalidad tan fatal para ellos”. Hasta aquí la cita. Al parecer ahí, y no en otro punto, es que indudablemente está colocado el proceso histórico dominicano, tal y como ha venido siendo demostrado con la cuestión del Tribunal Constitucional que instituye la Constitución reformada por la ultima “originalísima” Asamblea Revisora Nacional, en la que prácticamente se creara una nueva Constitución, ya que, sin mucho apuro, fueron revisados la casi totalidad de los artículos que componían la anterior carta constitucional de la República Dominicana. El punto en cuestión es el que las clases explotadoras parasitarias y sus ideólogos y políticos, tanto exponentes del Medioevo, que aun existe y es representado por la oligarquía que encabeza y lidera la Iglesia Católica Vaticano, con sus supersticiones y oscurantismos del cristianismo y catolicismo, como los exponentes del neoliberalismo, apéndice y sirviente abyecto del imperio capitalismo, están empantanado con el Tribunal constitucional, que está sirviendo como piedra de toque para resaltar, que la encrucijadas de esas clases y estamentos explotadores y reaccionarios, como es el caso de su representante político en el Poder, que es Leonel Antonio Reina y su gobierno Pálido pelegato boschista, sólo cabe definirla con aquella perspicaz expresión engeliana de: su propia legalidad los asfixia. En realidad, lo que está sucediendo en contra del Tribunal Constitucional, es que la Iglesia Católica-Vaticano no soporta que se haya creado y se esté próximo a su integración y funcionamiento, lo que se ha vuelto algo inevitable. Y lo que, tan pronto se produzca, aún ya por el sólo y único hecho de producirse, estará significando un contundente y fulminante golpe a todo el reaccionarismo retrógrado y cavernario de la parasitaria e infame Iglesia Católica-Vaticano, como a su nefasto instrumento de subyugamiento y esclavización, a su entero y obligado servicio del pueblo o nación dominicanos, que es precisamente el ilegal, ilegitimo e inconstitucional Concordato, hecho como un acuerdo anti-democrático y anti soberanía dominicana entre el sanguinario dictador Trujillo y el no menos criminal, si no mucho más sanguinario y criminal que el dictador Trujillo, el papa de Hitler, el alias Pío XII, de la casa Pacelli de la rancia nobleza italiana. La reducción de las constituciones latinoamericanas y de El Caribe, a la onerosa condición de simples pedazos de papel, con menos valor incluso que el llamado papel de sanitario o inodoro, después de ser empleado para la labor asquerosa de limpiar los embarres de los traseros, dicha reducción de la Constitución Dominicana a la infame, degradante condición, de un pedazo de papel higiénico sucio, cabe aventurarse a decir, que con el Tribunal Constitucional, empieza a llegar a su fin, y al mismo tiempo empieza la Constitución a tener su órgano jurídico especializado que la encarne y represente, con lo que inevitablemente quedan los parásitos perdularios de la Iglesia Católica-Vaticano y de quienes hacen causa común con tan nefasta y abominable superestructura oscurantista y supersticiosa, como retrógrada y criminal, que es la Iglesia Católica-Vaticano y el cristianismo, todos sin excepción, atrapados en un terrible callejón sin salida. Y es por esto que se producen todos los actos de amenazas y chantajes, grotescos como inescrupulosos, de gentuzas cuyo valor positivo es inferior al esputo de un tuberculoso, como es el caso del aldeano montaraz, apátrida y ciudadano roma o gitano despreciable, del usurpador y atracador de la peor monta, Jorge Subero Isa, de que el país llorará lágrimas de sangre con el Tribunal Constitucional. Esa amenaza es, en realidad, de la Iglesia Católica-Vaticano y, en particular, de ese repugnante sujeto que es el archi parasito y ultra vividor y saqueador de las arcas del Estado, el alias Cardenal Nicolás de Jesús –Hildelbrando Borgia- López Rodríguez. Es de suma importancia que el país conozca y la población sepa, de una vez por todas, que es la Iglesia Católica-Vaticano- que no acepta, como nunca ha aceptado ni reconocido jamás, que desde hace mas de 200 años, las antiguas colonias y sus territorios de esclavitud, que denominaban las tierras de sus misiones, hemos constituido naciones y países libres e independientes, firmemente empeñados en el ejercicio de nuestra autodeterminación popular, que es la espina dorsal y columna vertebral, por lo tanto, de la democracia, a la que nuestros pueblos tienden, al igual que los hacen los árboles hacia el sol. El Tribunal Constitucional es la expresión jurídica de la Constitución, que a su vez es el fundamento del derecho supremo a la existencia de nuestra Nación Dominicana. Como ni la Iglesia Católica-Vaticano, ni su cancerbero, el déspota, abusivo y sanguinario, alias su Cardenal, Nicolás de Jesús -Hildelbrando Borgia- López Rodríguez, han podido intimidar ni doblegar la firme voluntad omnímoda de poner fin a esos bochornosos tiempos de desamparo para la Constitución y sus leyes y principios orgánicos, una vez que es la Iglesia Católica-Vaticano la fuente que anula y pisotea la Constitución Dominicana, como por igual ha sucedió durante casi 2 siglos en todo el Continente Latinoamericano y del Caribe, ya encontramos que se han venido desesperando y desenmascarandose, como se hace palpable en las declaraciones públicas del afeminado y adocenado, amanerado curita, Luis Rosario, quien, el viernes 14 del presente vociferó, en una declaración pública, que la Iglesia Católica rechaza la creación de un Tribunal Constitucional. Y, en su insolente insolvencia cívica y ante la democracia, atribuyó la condición de manía, o sea, de enfermedad psicológica, la práctica de crear tribunales civiles, como es en este caso el Tribunal Constitucional. No obstante la condición de cobarde y pusilánime, de Leonel Antonio Reina, carente de toda firme voluntad para defender el derecho soberano de la nación a su existencia propia e independiente, se han visto desplegados en todas sus magnitudes, una vez que se ha estado prestando para traicionar los postulados dominicanos y, en particular, el del Tribunal Constitucional, así como de paso viene desplegando un carnaval vergonzoso y asqueroso de transgresión a la independencia y separación de los poderes del Estado, buscando así congraciarse con el parasitismo de la Iglesia Católica-Vaticano y el cristianismo.
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